H. B. Carrozzo
El 21 de Noviembre del
año 2015, diecisiete egresados de la Escuela Industrial Superior de la Nación “General
Don José de San Martín”, promoción 1965, volvimos al aula.
A aquel aula que nos
albergó cuando comenzamos la especialidad, técnicos químicos nacionales.
A aquel, que, creo, fue
el hito que cambió nuestra historia… la personal.
No importaron las dos o
tres reuniones que hacíamos todos los años para festejar el “Día del amigo” o
la visita de alguno que no vive en Rosario. Para hablar del país, de política,
de futbol… ¡para hablar! Para hablar de los que nos dejaron, pero están en
nuestros recuerdo, de aquellos que no podemos encontrar, o de aquel que
suponíamos desaparecido en la más sangrienta dictadura que tuvo el país. Nos
juntamos en la escuela para memorar, recordar, disfrutar.
Recordar, cuando
entraba Don Arturo, solo decía “saquen una hoja” y nos dictaba, una a una, diez
fórmulas químicas, para que nosotros en diez segundos pudiéramos escribir la
fórmula quimica. O un redox o lo que fuere. Todas las semanas, cualquier día,
durante el año.
No sé si el Señor Arturo
o el Señor Enrique alguna vez revisaron esos escritos. Lo que sí sé es que para
nosotros era el detonante para no decepcionar.
O para recordar.
Regla de las fases o de
Gibbs: el grado de variancia de un sistema es igual al número de componentes,
más dos menos el número de fases.
O: el Número de
Avogadro: 6.023 x 10 a la 23 moléculas en cada molécula gramo.
O: la Constante General
de los Gases o Constante General de Estado: es igual a 0.082 atm.lt/ºK.mol.
O: el Número de
Reynolds: se refiere a los líquidos en movimiento dentro de un conducto.
Resulta de multiplicar la velocidad, por el diámetro equivalente, por la
densidad y dividir todo por la viscosidad. Si es mayor a 2000, el flujo se
considera turbulento si es menor es laminar.
¿Saben cuántas veces
usamos estos conceptos en forma directa en nuestra profesión?: ¡Nunca!
Para recordar aquella
huelga de tres meses, porque rechazábamos el nombramiento del director. Luego,
pasados los años nos dimos cuenta que el Señor Arquímedes fue no solo un
excelente director, sino que fue un revolucionario.
¡Oh! ¡El fuego sagrado
de la juventud mal dirigido !
O cuando se nos derramó
en forma inadvertida ese líquido en la escalera de profesores y los mismos
subían y bajaban la misma al son de pequeñas detonaciones.
O cuando nos “comimos” dos
meses sin recreo (de 4to. a 6to. de todas las especialidades), porque alguien
puso un detector de movimiento en el ascensor de Profesores y otro alguien lo
conecto a un petardete. Cuando el
ascensor llegó a planta baja y detonó el mencionado petardete, el ascensor subió al primer piso sin parar. Ningún papá
vino a reclamar por la sanción. Ninguna mamá lloró. Y alguno de nosotros recibimos
alguna sanción extra. No nos deprimimos, no nos frustramos ni nos acomplejamos
Todo esto nos marcó a
fuego. Sin esfuerzo, nada se consigue.
Con disciplina mental,
la otra es consecuencia de esta, todo objetivo es alcanzable.
Con honestidad, como
cuando un profesor pasaba lista para ver los NE (no estudié) Y nos permitía tres
por trimestre y nosotros lo administrábamos y no fallábamos.
Con apego a normas y
reglamento, ayudándonos entre nosotros, con respeto a nuestros profesores y a
las personas. Y a las instituciones.
Haciendo un culto al
estudio, atendiendo clases los sábados a la mañana o los jueves a la noche, o
cuando fuera, aunque no era obligatorio.
Aprendiendo de nuestros
errores, aceptando las consecuencias, penas y castigos, así como aceptando con
humildad los premios por nuestros esfuerzos.
A ellos, mi escuela, profesores,
amigos, mi personal reconocimiento y eterno agradecimiento.
Hoy volvimos 17, pero
estábamos ¡todos!