viernes, 27 de abril de 2018

Recuerdos de mi madre

Ana María Rugari

La familia de mi madre llego de Italia a principios del siglo pasado. La familia estaba compuesta por el abuelo Juan, la abuela Magdalena, mi tía Tona y mi mamá. Las dos hijitas eran muy pequeñas. Mamá de siete y su hermanita de cinco fueron a vivir a un conventillo, donde encontraron a paisanos de su mismo pueblo y a otras personas de distintas nacionalidades.
El conventillo era una casona grande con un patio bastante largo y a cada lado de este había piezas y en el centro del patio estaban las cocinas y los baños. Los chicos hablaban distintos idiomas pero el lenguaje del juego era igual en cualquier latitud.
El abuelo Juan trabajaba como albañil y la abuela cosía a mano y planchaba para otros, con una plancha de hierro que se le levantaba la manija y con ella la parte superior y adentro se le ponían brasas para calentarla.
Los chicos, además de ir a la escuela, hacían los mandados y lógicamente, jugaban.
La comida de casi todos los ocupantes del conventillo era el consabido puchero, una buena sopa hecha con caracú, papas, cebollas y algunas verduras. Los domingos se amasaban los fideos. El domingo era el preferido de la purretada. Durante toda la semana juntaban los huesos de caracú, los lavaban y secaban y los ponían en una bolsa de arpillera, posiblemente de papas. Esperaban al huesero con ansias. El les compraba los huesos y les pagaba diez centavos. Con ese tesoro, iban al almacén y compraban un kilo de maníes con cáscara y un kilo de azúcar. Los chicos pelaban los maníes, parte iban a las boquitas y el resto a un plato hondo. Una mamá se encargaba de hacer el caramelo y cuando ya tomaba color miel, le ponía los maníes, lo revolvía y la mezcla la estiraba en la mesada de mármol. Todas las caritas esperaban que se enfriara. Una vez frío la mamá lo cortaba en tantos trozos como chicos había.
Ha pasado tanto tiempo y aun recuerdo lo que nos contaba mamá, en esas frías noches de invierno, comiendo pignolatta y escuchando música de la radio en la cocina.

Huesero
 Era un hombre bajo y gordo que llevaba siempre bolsas llenas de huesos y las ponía en el carro, tirado este por un caballo flaco. Algunas veces llevaba a los chicos a dar una vuelta en carro, siempre con el permiso de la mamá.
En casa mamá nos dijo que el huesero vendía los huesos para hacer botones.

Pignolatta
 Masa hecha con harina, azúcar, huevo y aceite. Se amasa y se estira en rollitos (como para hacer ñoquis) y se cortan en pedacitos. Se fríen en aceite y cuando están dorados se sacan y se le pone azúcar o miel.

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