María Cristina Piñol
¡Qué buen dueto hacían estas niñas! Cuando ellas
aparecieron allá por 1964 nosotros, los fabulosos chicos de los 60 y 70,
estábamos recién entrando en la adolescencia. Las novelas de Corín Tellado
circulaban profusamente junto a “El Tony” o “Dartagnan” y aquellas viñetas en
los diarios con figuras infantiles ya no nos despertaban interés.
Fuimos creciendo un poco, transitando la secundaria
conocimos algo más del mundo en el sentido global, el hombre llegó a la Luna,
la tele nos iba poniendo día a día al tanto de diferentes realidades,
las charlas entre amigos se tornaban cada vez más intensas, más comprometidas
con la vida, con el futuro que soñábamos y entre esos despertares de
adolescentes también empezamos a leer a Mafalda.
En cada personaje de la historieta nos fuimos
reconociendo. Estábamos todos, los Miguelitos, los Felipes, las Susanitas, los
Manolitos, las Mafaldas y hasta las mamás y papás de ellos se parecían a
nuestros padres. Entre los amigos del secundario, amistad que trasponía las
fronteras de la escuela, se daban las más jugosas charlas. La gran mayoría
éramos parte de aquella incipiente clase media. Nietos de inmigrantes, papás
cuentapropistas y comerciantes que accedieron a la casa propia, al auto
familiar, a las vacaciones, a viajes soñados; mamás que renunciaron a sus
trabajos para cuidar los niños y el hogar; en definitiva, esos padres que
también pudieron darnos a nosotros la educación que ellos hubieran querido
tener.
Entonces aparecían las Mafaldas y las Susanitas. Y,
sí, fue una generación de cambios, de rebeldía, de independencia, de renegar
contra los roles, de mirar hacia afuera y tentarse a resistir el estatus quo,
la primera que fue capaz de abrir las alas y se animó a emigrar hacia otros
países a vivir otras realidades. Y las Mafaldas estaban allí, incisivas,
contestatarias, ocurrentes e inquisidoras. También estaban las Susanitas, muy
femeninas, pendientes de la moda, un tanto egoístas, en busca del amor de novela
y de la familia tradicional.
Terminamos el secundario, la vida siguió su curso y
los amigos del colegio continuamos siendo amigos hoy, a más de 50 años de
distancia, y aún seguimos teniendo entre nosotros las charlas más jugosas. Los
Manolitos, Los Felipes y los Miguelitos hoy son todos profesionales,
comerciantes o emprendedores, formaron sus familias, tienen hijos que también
son profesionales o comerciantes, algunos, los menos, son abuelos y unos pocos
se divorciaron, aunque con otras parejas volvieron a recaer.
¿Y las
Susanitas? En realidad, todas han sido también trabajadoras, comerciantes,
empleadas o profesionales, armaron su familia tan deseada, aunque no todas
lograron sobrevivir al matrimonio. Siguen siendo coquetas y femeninas a
ultranza.
¿Y las Mafaldas? También como las Susanitas son
trabajadoras, profesionales o comerciantes, no todas formaron una familia y unas
pocas sobrevivieron al matrimonio y no reincidieron.
Lo cierto es que a pesar de que el gran Quino supo
reflejar como nadie la sociedad de los años 60 desde la mirada de un niño lo
que le da doble mérito, la línea que separa esos mundos es tan delgada que en
el transcurso del tiempo termina diluyéndose.
No obstante, tengo que reconocer que aún sobrevive
una Mafalda casi intacta de aquel grupo, la que siempre destacó entre la otras
Mafaldas. En el momento en que terminamos el secundario mientras el resto se
inclinaba por carreras tradicionales, Medicina, Abogacía y muchos por Ciencias
Económicas, ella se inscribió en Ciencia Política, cursó y obtuvo la licenciatura.
Década del 70, pocas oportunidades de ejercer. Se casó, tuvo hijos, se divorció
y trabajó sin cansancio toda su vida, siempre al frente y como propietaria de
un comercio.
Recuerdo el día que me dijo: “Yo viví una vida
equivocada”.
Unos cinco años atrás se decidió por fin a conocer Europa. Se fue sola, con un itinerario semi armado y sin reservas de hotel. Subió a trenes, a autobuses, cruzó mares, comió lo que pudo, bailó, se emocionó, se asustó, disfrutó, volvió cargada de experiencias y feliz. Hace un par de meses, ya con 71 años repitió la experiencia, sola y en las mismas condiciones o sea “a la deriva”, pero apostó más fuerte, sur de España, Marruecos, India, Tailandia, Singapur, etcétera.
Sí, Quino, aún vive en muchas de nosotras tu Mafalda. Gracias, por tu inolvidable personaje.
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