Enrique Juan Pesson
Cómo han pasado los años, cómo cambiaron las cosas…
no solo en lo personal sino también en lo laboral.
Si pienso en los cambios de paradigma que he
atravesado desde mi primera experiencia de trabajo hasta la última, y si
comparo cómo yo ingresé al mercado laboral con las nuevas formas que tienen hoy
los jóvenes para ingresar al mismo, vuelvo a comprobar los cambios en tiempos y
formas.
Antes pretendíamos llegar a la jubilación después
de estar años en un mismo empleo, comenzando como aprendiz hasta alcanzar
puestos más elevados. Ahora los jóvenes no tienen miedo de cambiar de trabajo
si no están conformes o cómodos con lo que hacen, con la paga o si no quieren
estancarse y prefieren experimentar cosas nuevas.
Cuando yo empecé con mi primer empleo, poco después
de terminar la secundaria y con 18 años solo se necesitaba tener el secundario
y quizás algún curso de mecanografía, si el objetivo era en un área
administrativa.
Tampoco teníamos que enviar CV. En mi caso, fue un
amigo quien me contactó y recomendó con el gerente de una compañía de seguros.
Los gerentes y jefes fueron los primeros en formarme y capacitarme en el nuevo
rubro de la informática. Ellos contribuyeron a mi formación para adquirir
experiencia, valores desde lo humano, como honestidad y lealtad, y las
competencias para desenvolverme en el ámbito laboral. Diez años después esa
compañía por problemas financieros fue liquidada…
Por fortuna no quedé sin trabajo por mucho tiempo y
otro gran amigo me abrió las puertas de su empresa de servicios tecnológicos
para importantes compañías de Rosario y zona de influencia. Aunque me sentía
cómodo en un ambiente amigable, mi afán de superación y aprendizaje me llevaron
a buscar nuevos horizontes. El 91 se vislumbraba con muchas innovaciones
tecnológicas, cambios económicos, sociales y políticos.
Luego de un período en una empresa de servicios
sociales, el cual prefiero olvidar, los cuarenta años me llegaron con veintidós
años de experiencia y familia que mantener, pero desocupado. Esta vez no fue
tan fácil reinsertarme, me sentí agobiado, con problemas emocionales y
depresión. Habían comenzado las presentaciones espontáneas y diversos tests
psicotécnicos para buscar trabajo, eso me obligó a reformularme mis estrategias
personales, ser tenaz y persistente frente a las adversidades. Realicé cursos
de Marketing Personal para la Búsqueda de Empleo, aprendí lo que se podía decir
y que no en las entrevistas; también que el puesto de trabajo no lo consigue el
mejor sino el más audaz, aquel que sepa venderse. Pude comprobar y vivir en
carne propia la precarización laboral existente, desempleado diez meses, tuve
que saber reconvertir mi carrera, volver a efectuar estudios terciarios,
postítulos universitarios en la Facultad de Ciencias Económicas y, así,
adquirir las competencias de desarrollo laboral.
Con el cambio de siglo y la problemática del Y2000,
llegó mi último ciclo de trabajo, en un importante banco de la provincia de
Santa Fe. Cuando en el 2020 nos tocó padecer la pandemia, el conocimiento
informático que tenía me alivió el trabajo remoto; es más, logré adaptarme
tecnológica y culturalmente. Así, luego de veintidós años en el banco me jubilé
con la satisfacción del deber cumplido, con el reconocimiento de mis compañeros
y de todos con los que había compartido tantos años.
No está en mis planes envejecer sino celebrar el sol cada mañana. El milagro a mi edad es mantener mi cuerpo, la máquina más completa y fascinante que existe, funcionando. Como toda máquina a veces debo hacerle algún “service” o bajarle las revoluciones para no reincidir en aquellos tiempos en que las presiones me generaban estrés. Ya no puedo escalar montañas, pero si puedo subir colinas, recorrer valles que también tienen su encanto, los años me han traído un natural desgaste y una serie de prerrogativas nada despreciables como la experiencia y la madurez.
Hoy bajo el paradigma de la “Sexalescencia” quiero disfrutar de la vida, hacer ejercicios, actividades de agilidad mental, continuar aprendiendo, colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva, disfrutar con mi familia y ser dueño de mi propio destino.
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