lunes, 9 de septiembre de 2024

San Juan entre Alem y 1° de mayo

Enrique Pesson

 

Tengo 68 años, nací en el 56, según la sociología pertenezco al período del Baby boom, o sea a los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1946 y 1963, cuando nuestros jóvenes padres querían olvidar toda la angustia de la guerra y repoblar la humanidad.

Los primeros recuerdos de mi infancia me llevan a San Juan 438, allí nací, soy el tercero de tres varones. El caserón alquilado, con mucho sacrificio mantenido por un solo bolsillo, el de mi padre, y mi madre haciendo malabares para mantener con todo lo primordial a una joven familia de cinco. Es una típica casa “chorizo”, y digo “es” porque todavía subsiste, sin hacerle caso a las demoliciones que atacaron al barrio para llegar a ser hoy el Barrio Martin.

En ese entorno de caserones y conventillos, muy cerca de las barrancas sobre calle Alem, con la yerbatera Martin y el recién inaugurado Monumento a la Bandera como emblemas del barrio, viví una infancia feliz. No teníamos mucho en cuanto a lo material pero sí mucha amistad y solidaridad. Con Carlitos, Pepín y Jorge nos tirábamos cual Fangio en un karting de madera con rulemanes fabricado por mi viejo, éramos el terror de las vecinas y no le temíamos a la barranca. Tampoco le teníamos miedo al tranvía que pasaba por San Juan del oeste al este en esa época. La inconsciencia infantil convivía con el tranvía, el carro lechero y el carro verdulero.

Un poco más adelante en el tiempo comencé la escuela primaria en el “Bernardino Rivadavia”, escuela de barrio trabajador, pública y laica, donde todos convivíamos sin tener en cuenta credo o religión, no existía el bullying, las cargadas no nos afectaban y eran parte de la diversión. Con muchos de aquellos niños y niñas me sigo viendo y compartiendo algún encuentro, incluso nuestra querida maestra de primer grado participa de los mismos. Recuerdo las kermeses, el taller de carpintería, las visitas a los cines “El Nilo” y “Apolo”, la fábrica de leche Cotar.

El fútbol siempre ocupó un lugar importante en mi niñez, hablo de fútbol de potrero, de canchitas de tierra, como la que tenía frente a mi casa y pertenecía al colegio “La Salle”. Los hermanos lasallanos nos permitían a todos los del barrio jugar allí, volvíamos a casa todos embarrados, con las rodillas raspadas, pero sintiéndonos Pelé.

¡Cuántos cambios hubo desde esa época hasta hoy! Sin ir más lejos, pienso en el único teléfono que había en mi cuadra, el de la señora Rosita, mi vecina. Con un grito desde su casa en planta alta que daba a mi patio nos avisaba de una llamada y, allí, salía doña Yolanda, secándose las manos en el delantal para subir corriendo las escaleras y atender el teléfono. También había un solo televisor en la cuadra, el del panadero Don Martínez. Allí, compartíamos con sus niños tardes de series y merienda mirando Combate, Bonanza y el Super Agente 86.

A los diez años pude empezar a jugar al básquet y al fútbol en el viejo y querido club Uria, a dos cuadras de mi casa. Era a mediados de los 60. Dejamos las aventuras de la calle y, luego de los deberes escolares, íbamos al club, que nos alejó y nos contuvo de los peligros de esos años tumultuosos de dictadura. Hoy también tenemos un grupo formado por las distintas generaciones del 40, 50, 60 y 70. Con ellos nos juntamos en el bar Victorio a recordar viejos tiempos a metros del solar donde existió nuestro club.

Un cambio importante en mi vida fue el inicio de la escuela secundaria en el ex Colegio Nacional Nº 1, del 69 al 73. En esta época hubo importantes hechos a nivel mundial y nacional. Por ejemplo, en el 69 la llegada de hombre a la Luna, la formación de los primeros centros de estudiantes con sus luchas reivindicativas, el Rosariazo y el Cordobazo, primeros indicios subversivos y la recuperación de la democracia. Parte de ese cambio del que hablaba antes se debió gracias a los grandes profesores del colegio Nacional; recuerdo clases magistrales de Instrucción Cívica por parte del doctor Jorge Oliveri, Educación Democrática por parte del doctor René Balestra, reconocido abogado y dirigente político, Historia Argentina por parte de la señora Lidia Bielsa, madre de los hermanos Bielsa, y Anatomía por parte del doctor Domingo Costa. 

En el año 1979, mis hermanos ya se habían casado y dejado la casa. Quedábamos mis padres y yo. Gracias a la operatoria 1050 del banco Provincial de Santa Fe, pudimos comprar nuestra propia casa y dejamos el barrio para siempre. Hoy paso por allí cada vez que estoy por la zona, no lo puedo evitar. Me da nostalgia ver los cambios, solo quedan de aquella época mi casa y el colegio “La Salle”, ya sin la canchita. Las barrancas se reemplazaron por edificios, avenidas y parques, la yerbatera desapareció después del incendio de 1970. Aquel barrio ya no existe, tampoco su gente. 

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