sábado, 6 de septiembre de 2025

Llegó el circo

 

Beatriz Palmira Prince

 

Invierno de 2025: hace unos días escucho por radio que Pupy, la última elefanta africana que permaneció en cautiverio durante 32 años, y últimamente estaba en el Eco Parque de Buenos Aires, fue llevada al santuario de elefantes del Matogrosso. Para poder trasladarla hubo un periodo de adaptación, pues debió aceptar la caja donde se haría el viaje de 2.700 kilómetros

Un equipo de veterinarios y cuidadores argentinos y brasileños, estuvieron a cargo del trabajo.

¡A los días vi imágenes de Pupy retozando y revolcándose en el barro bajo la lluvia en su nuevo hogar, me sentí feliz! ¡Basta de animales en los circos y zoológicos!

Viaje hacia atrás en el tiempo y me encontré con los circos que llegaban a mi barrio, “circos pobres” decían algunos. Vivíamos en San Martín al 3900, zona sur de Rosario. Se instalaban en los terrenos baldíos, en los potreros, y llegaba la alegría… Y también para mí el miedo. Veíamos armar la carpa, mis dos hermanos varones ayudaban y yo, la más chica, siempre detrás de ellos, puro ojos, nada me perdía.

Nos acercábamos a las jaulas y me dolía mucho ver a los animales encerrados. ¡Feo!

¡Y empezó la función, el publico espera! Payasos, caídas y risas, el hombre tragafuegos, lanzando llamas por la boca, zancudos, magos, malabaristas, domadores y fieras.

En uno de esos circos conocí el “teatro”, sí, teatro en el circo; los niños sentados en el suelo, no recuerdo si por falta de lugar, o por puro placer, el mejor lugar.

Aparecen dos hombres vestidos de gauchos y discuten; luego, dos mujeres vestidas de paisanas. Yo, ¡fascinada! Pelean, gritan, uno mata al otro, que queda tendido en el suelo, y el que domina se dirige a una y le dice: “¡Adelaida”. Luego, a la otra: “¡Colorada!”. Así, una y otra vez un buen rato.

No se decidía con cuál quedarse, de eso si “me di cuenta”. No recuerdo el final; sí que quedé impresionada, pues me contaban en casa que estuve varios días actuando y repitiendo: “¡Adelaida!, Colorada!”.

Mi mamá y mis hermanos se reían y festejaban mi actuación y yo, consentida, feliz de que me festejasen. Era una obra gauchesca. Luego, vi “Hormiga Negra”, “El ánima de la tapera”, etcétera.

¡Amaba ir al circo!

Una vez, uno de estos circos acampó en un baldío cercano a mi casa. Durante la noche, ya todos por dormir, se escuchaban el rugido del león y el barritar del elefante. Ya en mi cama y con las luces apagadas, ¡pánico sentía!

En mi frondosa imaginación infantil, el león derribaba las puertas del pasillo, luego las de mi casa y llegaba a mi para luego devorarme “las tripas”.

¡Les aseguro que temblaba! En algún momento me dormía y llegaban el día, la luz, la escuela y la calma.

Ya mujer, trabajando en comercios de indumentaria, durante años, un importante productor de espectáculos, en forma de canje, nos proveía de entradas para espectáculos, entre ellos también grandes circos internacionales, parques de diversiones, ópera, teatro, etcétera.

Estamos en vacaciones de invierno, y mientras termino de escribir este relato, escucho un altoparlante que anuncia, horarios y programación del circo “Mundial”.

¡Y nuevamente empezará la función porque el público espera!

 

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