Beatriz Palmira Prince
Invierno de 2025: hace unos días escucho por radio
que Pupy, la última elefanta africana que permaneció en cautiverio durante 32
años, y últimamente estaba en el Eco Parque de Buenos Aires, fue llevada al
santuario de elefantes del Matogrosso. Para poder trasladarla hubo un periodo
de adaptación, pues debió aceptar la caja donde se haría el viaje de 2.700 kilómetros
Un equipo de veterinarios y cuidadores argentinos y
brasileños, estuvieron a cargo del trabajo.
¡A los días vi imágenes de Pupy retozando y
revolcándose en el barro bajo la lluvia en su nuevo hogar, me sentí feliz! ¡Basta
de animales en los circos y zoológicos!
Viaje hacia atrás en el tiempo y me encontré con los
circos que llegaban a mi barrio, “circos pobres” decían algunos. Vivíamos en
San Martín al 3900, zona sur de Rosario. Se instalaban en los terrenos baldíos,
en los potreros, y llegaba la alegría… Y también para mí el miedo. Veíamos
armar la carpa, mis dos hermanos varones ayudaban y yo, la más chica, siempre
detrás de ellos, puro ojos, nada me perdía.
Nos acercábamos a las jaulas y me dolía mucho ver a
los animales encerrados. ¡Feo!
¡Y empezó la función, el publico espera! Payasos,
caídas y risas, el hombre tragafuegos, lanzando llamas por la boca, zancudos,
magos, malabaristas, domadores y fieras.
En uno de esos circos conocí el “teatro”, sí, teatro
en el circo; los niños sentados en el suelo, no recuerdo si por falta de lugar,
o por puro placer, el mejor lugar.
Aparecen dos hombres vestidos de gauchos y discuten;
luego, dos mujeres vestidas de paisanas. Yo, ¡fascinada! Pelean, gritan, uno
mata al otro, que queda tendido en el suelo, y el que domina se dirige a una y
le dice: “¡Adelaida”. Luego, a la otra: “¡Colorada!”. Así, una y otra vez un
buen rato.
No se decidía con cuál quedarse, de eso si “me di
cuenta”. No recuerdo el final; sí que quedé impresionada, pues me contaban en
casa que estuve varios días actuando y repitiendo: “¡Adelaida!, Colorada!”.
Mi mamá y mis hermanos se reían y festejaban mi
actuación y yo, consentida, feliz de que me festejasen. Era una obra gauchesca.
Luego, vi “Hormiga Negra”, “El ánima de la tapera”, etcétera.
¡Amaba ir al circo!
Una vez, uno de estos circos acampó en un baldío
cercano a mi casa. Durante la noche, ya todos por dormir, se escuchaban el
rugido del león y el barritar del elefante. Ya en mi cama y con las luces
apagadas, ¡pánico sentía!
En mi frondosa imaginación infantil, el león
derribaba las puertas del pasillo, luego las de mi casa y llegaba a mi para
luego devorarme “las tripas”.
¡Les aseguro que temblaba! En algún momento me dormía
y llegaban el día, la luz, la escuela y la calma.
Ya mujer, trabajando en comercios de indumentaria,
durante años, un importante productor de espectáculos, en forma de canje, nos
proveía de entradas para espectáculos, entre ellos también grandes circos
internacionales, parques de diversiones, ópera, teatro, etcétera.
Estamos en vacaciones de invierno, y mientras termino
de escribir este relato, escucho un altoparlante que anuncia, horarios y
programación del circo “Mundial”.
¡Y nuevamente empezará la función porque el público
espera!
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