martes, 1 de julio de 2025

Sorpresa callejera

 Beatriz Prince

 

Una mañana de invierno (julio de 2005), cerca del mediodía me llama mi marido y me dice: “¡No lo puedo creer!, estaba yendo por 27, doblo en Santiago y me encuentro con un elefante corriendo delante de mí; no puedo doblar hasta que llegue a la próxima cuadra; ¡huy! ¡Giró la cabeza y creo que me miró! Aminoré. Al cruzar Gálvez, se acerca una pareja para verlo mejor… ¡Qué locura! ¡Llegaron más hombres con cascos y escudos… puf!, pude doblar al fin en Virasoro, ya no lo veo, voy a parar”.

Un rato antes, por radio, escucho la noticia que un elefante se escapó del circo Orfei, instalado en el predio de La Rural, por una puerta que quedó abierta. También comentaron que atravesó, calles, clubes, el hipódromo, etcétera, etcétera.

Luego, al mediodía cuando él regresa, vimos en el noticiero lo sucedido y nos enteramos de que “Bambi” (que así se llamaba la elefanta) fue interceptada por el Comando Eléctrico y la Guardia de Infantería, en Jorge Cura y Santiago.

Llamaron al domador del circo, que con palabras y mimos la regresó pacíficamente al circo.

Lo contamos a la familia, a los amigos, a los alumnos y, cuando hablamos con Casandra (mi “Casluz”, sobrina menor que vive en Neuquén), le contamos la historia; se asombró, le encantó.

Ella tenía en ese momento seis años y durante los veranos venía dos meses a casa de su papá para estar con su “familia rosarina”, como ella decía.

A los días la llamamos por teléfono y nos dice: “¡Tíos, estoy triste, los chicos en la escuela no me creen que el tío, al doblar una esquina, se encontró con un elefante!”.

Hoy Casluz tiene 26 años, es mamá de Mía Francesca, la que cumple años el mismo día que su tío abuelo… el que se topó con un elefante.

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