Por Juan José Mocciaro
juanjosemocciaro@gmail.com
La Biblioteca Popular Homero se encuentra enfrente de donde
yo nací, Vélez Sarsfield al 900. Fundada el 2 de setiembre de 1936, en su
nacimiento se encontraba en la esquina de Gorriti y Santa María de Oro, frente
al Colegio “Boneo”, para luego mudarse a la actual dirección. Desde muy pequeño
me cruzaba y comencé a leer especialmente los libros de Emilio Salgari, Julio
Verne, donde la imaginación me transportaba a los lugares fantásticos de los
relatos.
El encargado de abrir y cerrar la puerta de entrada era José
Zgarbik, un descendiente de checoslovacos que había realizado la carrera de
cura en la congregación del Lasalle, pero cuando tuvo que dar los votos finales
desistió para volver a la vida pública. Trabajaba en Agua y Energía como jefe
de Grandes Medidores. Era gran lector y amante del cine, nos contaba que llegó
a ver hasta cuatro películas por fin de semana. Otra pasión era hacer
crucigramas del diario “La Nación” en minutos y, por sobre todo; campeón
rosarino de ajedrez. Don José marcó la vida de muchos niños del barrio, sus
pasiones fueron una verdadera referencia, que aún hoy en mi caso cultivo.
A todos los jóvenes de la biblioteca, nos enseñó los
primeros pasos del juego ciencia, organizaba torneos permanentemente y se había
transformado en un deporte que no veíamos la hora de que abriera la biblioteca
para poder jugar diariamente.
A raíz de un torneo interno que se realizó, le pedimos a la
Comisión Directiva que compren premios y no tuvieron mejor idea de mandarnos
hablar con los directivos de la Caja de Crédito Arroyito, que se encontraba en
Avenida Alberdi y Vélez Sarsfield. Su presidente, Jaime Kreimer, nos recibió
muy amablemente y nos dijo: “No hay problema nosotros les regalamos los premios
para todos los participantes, pero les quiero hacer una pregunta: ¿el local de
la biblioteca es propio o alquilado? Le respondimos que no podíamos contestar,
porque desconocíamos en qué condiciones se encontraba la misma. Entonces, nos
respondió que les dijéramos a los miembros de la Comisión Directiva que fueran
a hablar con él. Así hicimos y, cuando los directivos fueron a la Caja, les
entregó un crédito para poder comprar el local actual.
Todos los vecinos comentaban que cuando no estuviera más
Zgarbik la biblioteca cerraría; pero se dio todo lo contrario, cuando sucedió lo
peor, se hizo cargo una nueva comisión directiva con muchos jóvenes, que nos
habíamos formado en esa entidad y que queríamos devolverle algo de todo lo que nos
había dado.
Diariamente, pasaba con su auto un empresario que tenía una
fábrica de café y especias muy importante de la ciudad a pocas cuadras y
siempre nos preguntaba cuántos socios teníamos. “Aproximadamente 500” le
contestamos y le explicábamos que el local era muy chico y no había lugar
físico para albergar más socios. Un día el presidente, Héctor Ortolani,
jubilado ferroviario, me llama y me pide que lo acompañe a una entrevista con
ese empresario que lo había citado a sus oficinas. Acudimos y mientras se
desarrollaba la misma nos dice: “Yo les voy a realizar una donación”. Pensamos
que serían algunos juegos de ajedrez o libros, ya que nos tenía acostumbrado a
ello. “Les voy a donar la casa lindante a la biblioteca”, dijo. Quedamos mudos
con el presidente y no entendíamos nada. Entonces nos dijo: “Averigüen si la
casa de al lado se vende”.
Salimos caminando por calle Vélez Sarsfield y no podíamos
reaccionar de lo que habíamos escuchado, la casa se compró y pasamos a duplicar
los metros cuadros. El día de la inauguración pusimos una placa, porque
queríamos que figure el nombre del empresario que había tenido este gesto y nos
dijo: “Pongan el nombre de mi padre que se sentiría orgulloso de lo que hice”.
Pasamos a tener 800 socios. En poco tiempo, la biblioteca tomó
un nuevo rumbo debido a que en el barrio existen 12 colegios, a menos de doce
cuadras a la redonda, y se les ofrecía a los estudiantes los libros de textos
para todo el año escolar.
Fue tan grande la repuesta de los vecinos que
otra vez quedó chico el lugar y, con unos ahorros que teníamos, se construyó el
primer piso para darle más comodidad al socio; y hoy podemos decir con todo
orgullo que se duplicó la cantidad de socios, siendo actualmente un ejemplo
cultural para el barrio.
Juan José, qué maravilla que haya existido gente de ese calibre, aunque aún quedan algunos. No conozco la Biblioteca, pero me imagino la gran obra que seguirán haciendo. Felicitaciones por tu participación y relato. Ana María.
ResponderEliminarMuy buen relato para conservar la memoria!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGraciela
Para sentirse orgulloso haber participado en ese proyecto tan importante. Qué bueno saber que han existido, tal vez todavía hay gente así, con la generosidad de ese empresario. Muy bueno tu relato.
ResponderEliminarSusana Olivera
Si realmente me siento muy bien de ser parte de esta historia y poder haber contribuido de este Proyecto para los futuros jóvenes del barrio.-
ResponderEliminarExcelente Juan Jose, parte del patrimonio legado por quien apostó a un futuro, sin pedir reconocimiento. Un gran hombre sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Juan Jusé, yo se lo que es eso porque fui parte de otro emprendimeiento similar, que ya voy a contar. ¡Buenísimo!!!!
ResponderEliminarMuy bueno tu relato!!
ResponderEliminarQué bueno! Gran parte de esta historia la conocí de boca del propio Ortolani a quien tuve la ocasión de tratar en varias oportunidades.
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