Carmen G.
Mediados del Siglo XX, allá por 1957, más precisamente el 19
de enero, nos mudamos de barrio. Dejamos Pichincha para instalarnos en Tablada,
bien distinto del anterior, pero con su propia impronta de “malevos a la luz de
un farol”, precedido por La República de la Sexta, pesado como ninguno en
aquella época y cercano a algunas villas de emergencia, como la famosa Villa
Manuelita hacia el sudeste.
Mi nueva casa, por Colón al 2800, estaba sobre una calle pavimentada,
que no había muchas. Algunas eran de tierra, con zanjas porque las cloacas
apenas si llegaban.
¡Me esperaba una vida totalmente distinta! Las familias que
lo habitaban, toda gente de trabajo, solidaria, tranquila, amistosa y, sobre
todo, muy buenos vecinos. Muchos chicos de mi edad, varones y niñas con los que
comencé a relacionarme y, aun hoy, conservo de ese grupo a mis mejores amigas.
Era tiempo de empezar mi secundaria. La escuela quedaba
bastante retirada de casa y para llegar tenía que viajar en tranvía, que poco
tiempo después fue reemplazado por colectivos. Para esa época, las chicas
preferían quedarse en casa, aprender “Corte y Confección” antes que ir a
estudiar, así que como de mi cuadra era solo yo la que iba, mi papá me
acompañaba hasta la puerta de la escuela y después iba rumbo a su trabajo.
Padecíamos para entonces los “remesones de La Libertadora”.
Teníamos un gobierno militar al mando del general Pedro Eugenio Aramburu, que
estuvo hasta 1958, año de elecciones, cuando asumió Arturo Frondizi como
presidente, hasta el 62 que nuevamente se hicieron presente los militares.
Todavía se conservaban costumbres de una sociedad de
post-guerra, en la cual el papel de la mujer se limitaba a cuidar de su casa, a
tener varios hijos y dedicarse a ellos. El hombre era el encargado de trabajar
y mantener su familia. A los hijos se los tenía casi al margen de todo, y la
disciplina y el respeto eran las reglas.
Mientras tanto, ya transitando mi segundo año, comienza una
lucha universitaria entre Libres y Laicos. Sin saber mucho de qué se trataba,
los secundarios apoyábamos. Hubo corridas, se “tomaron las escuelas y las
facultades”, no se dictaron clases y los más chicos, amparados en nuestra
ignorancia nos divertíamos. No me acuerdo cuanto duró. Con el paso del tiempo
entendí la lucha: los laicos, que ahí me enrolé yo, defendíamos la universidad
estatal, gratuita y laica; mientras que los libres apoyaban la educación
privada y con alguna orientación religiosa.
En el barrio, con l3, l4, l5 años jugábamos, andábamos en
patines por la calle o en bici. La
soga no faltaba y, en las nochecitas de verano, había que llamarnos varias
veces para que resignáramos la charla y entráramos a casa.
Y, como siempre, “el otoño trajo al invierno”. Y así, entre
clases, materias para rendir, bolilleros, libres y laicos, toma de escuelas,
nos fuimos acercando a los 60 a la que algunos llaman “la década bisagra”. Lo
cierto es que comenzamos a sentir un aroma a cambio, en lo familiar, en lo
social, en lo cultural. La mujer y lo femenino entran a tener otra apertura. Un
estilo más liberal, su vestimenta pasa a ser más deportiva y las atrevidas
minifaldas se adueñan del paisaje. Los pantalones, que hasta entonces no
integraban el guardarropa femenino, pasan a ser una prenda de uso cotidiano y
junto con ellos las mujeres comienzan a soltar amarras.
Mientras por la tevé veíamos “El Club del Clan”, comienza a
hacer humo en el mundo un grupo de jóvenes ingleses: “Los Beatles”, que con su
música y sus canciones, su rebeldía, su forma de vestir, su mensaje de “Amor y
Paz”, marcan a los más jóvenes que comenzamos a ver la vida con un enfoque
mucho más liberal.
Los “asaltos”, las peñas folclóricas, el café concert, los
mini shorts, los jean, el cigarrillo…
En diciembre de 1961 terminé la secundaria. En el mismo
diciembre conseguí mi primer trabajo. Siguieron los estudios, pasaron los años.
Me casé, tengo una familia hermosa y en otra casa, pero sigo viviendo en el
barrio. Ya no es más Tablada. Con el crecimiento de la ciudad, el centro se fue
agrandando, ocupando barrios de sus alrededores que pasaron a integrar el
macrocentro. Ahora es Barrio General San Martín. No más calles de tierra, no
más chicos jugando en las calles. Las maderas y las chapas también fueron
desplazadas un poco más allá.
Fantástica tu descripción de una época la posguerra, laicos y libres, los Beatles, la liberación femenina...me encantó! En tus relatos unos se puede ubicar en tiempo y espacio. Yo no vivía en Rosario en esas décadas. Cariños. Ana María.
ResponderEliminarRecuerdo tal cual lo cuentas ... aunque yo vivía en Echesortu. Tu "tiempo" qué tan bien narras, me hace sentir protagonista en otro espacio y con cinco años más. Cuántas bellas historias de una época! Muchas gracias. NORA
ResponderEliminarYo viví algo muy parecido a lo que vos contás: los juegos siendo ya adolescentes, la ignorancia sobre política, el respeto a los mayores, el estudio... Hermoso tu recuerdo.
ResponderEliminarSusana Olivera
Que hermoso pintas amiga, tu prosa atrapa, más cuando describes con ojos de época lo sucedido.
ResponderEliminarRecuerdo lo que era la República de la Sexta.
Un abrazo.
Gracias chicos son muy generosos. ¡ Qué bueno poder compartir recuerdos y sentimientos!
ResponderEliminar