jueves, 25 de septiembre de 2014

Novedades en casa

Por María Victoria Steiger

Después del encierro, como les contaba, volvimos un tiempito a la normalidad.
Pero… en casa siempre había novedades.
¿Te acordás que mamá esperaba otro hijo? ¡Venía el séptimo o la séptima!
Les cuento cómo era 52 años atrás.
En general iba con mi mamá al médico. No entraba me quedaba en la sala de espera, súper aburrida.
Salíamos y mamá le comentaba a mi papá que ya estaba en tiempo.
Claro, no había grandes explicaciones sabíamos que no era la cigüeña pero…
En esa época, mi mamá tenía a todos los chicos en casa. Yo me acuerdo de ello desde la llegada de mi quinta hermana.
Mi papá nos dejaba en un dormitorio alejado y decía: “No salgan hasta que las llame”.
Cuando él daba una orden, ni se preguntaba ni se discutía.
Pasó un rato y llegó con Angelita toda vestida de amarillo, de piel blanquísima.
Al otro año llegó Nora. Era de pelito negro y de piel más oscurita como papá.
¡Nosotras nos poníamos muy contentas como con un chiche nuevo!
Salíamos con papá a las compras y los vecinos al verlo le preguntaban: “Y, ¿que fue?”
“¡Chancleta otra vez!”, les comentaba.
Otros que ya sabían le preguntaban: “¿Y, Don, va a seguir probando?”. Él se reía con ganas y decía: “¡Hasta los doce no paro!”.
Volviendo a lo último que dijo el médico que ya estaba mi mamá a término, empezaban a hervir agua todos los días y los recipientes quedaban tapados en un sector de la mesada de la cocina, que por suerte era grande.
Mi mamá preparaba con nuestra “ayuda” comida como para dos almuerzos o cenas. Papá, de cocina, sabía hacer huevos duros con suerte que no los olvidara y se quemaran o explotaran todos. Para él, lo de coicnar era una ciencia oculta.
El médico venía a revisar a mi madre a casa, vino varias veces, pero en la última revisó la casa. Tenía que estar todo limpio, miraba debajo de las camas, la cocina y los baños.
Se lavaba las manos hasta los codos e iba a ver a mi madre. Cuando salió, le dijo a mi padre que llamara a su mujer. Era la partera, se llamaba Argentina. A nosotras nos causaba mucha gracia el nombre, que no era muy común.
Parecía como si ya todas fuéramos más grandes, por que andábamos de un lado al otro –menos a la habitación de mamá– siguiendo los pasos del médico y de papá.
Ese día nos quedamos en fila de mayor a menor en un pasillo que salía de la cocina hacia el baño y las habitaciones.
Esperamos muchísimo. La cosa parecía que no iba muy bien.
Seguíamos en fila casi en orden, las más chicas no entendían nada y nosotras “las mayores” las calmábamos y, a la vez, tratábamos de escuchar algo.
Hasta que de pronto, un llanto de bebé a todo pulmón y el grito de papá: “¡Varón!”
El griterío fue general.
Todo era un lío, nosotras que queríamos verlo, pero nos decían que lo estaban vistiendo. Otra espera más. Estábamos tan asombradas con que teníamos un hermano que no nos quejamos de nada.
La novedad fue para todos los lados: las amigas, los vecinos y, por supuesto, llamar urgente a Rosario para darle la noticia a mis abuelos.
Años después, mi madre nos contaba que se le había hecho muy largo el parto y se sentía mal. Ella aseguraba que nuestra alegría la “revivió”, le dio fuerzas.
En un principio creyeron que el nene no vivía y, cuando lo iban a dejar para atender a mi madre, empezó a llorar fuerte.
Claro yo les cuento de mucho tiempo atrás y, en realidad, para esa época, mi hermano tuvo un “ángel aparte”, porque no había nada para una emergencia ni atención especial para mi madre.
Como cambiaron y siguen cambiando las épocas.
Mis hijos nacieron en un hospital, con mi obstetra –al que concurría para las consultas– y sus ayudantes; y un pediatra que se ocupaba inmediatamente del bebé. Está todo muy preparado por si hay una emergencia.
Actualmente, hay grupos que proponen los nacimientos en casa, como algo más natural.
No he leído mucho sobre esto pero ¿no es volver atrás?
Pasamos dos o tres años más en la casa grande. Después, nos mudamos a otro barrio, también una casa; pero ¡nada que ver con los “encantos” de aquella!
Eso se lo cuento en otro relato para que no se aburran con mis recuerdos.





8 comentarios:

  1. Qué bella familia... Yo también tuve dos hermanos menores y siempre recuerdo los almuerzos y las cenas con mucha gente joven, amigos, primos, todos riendo hasta que papá imponía silencio... como el tuyo.
    Felicitaciones
    Susana Olivera

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  2. Cuando leo tus recuerdos, me voy imaginando la casa y las nenas, qué hermoso debe haber sido y será tener hermanas. Felicitaciones. Ana María.

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  3. Maria Victoria; para mi que fui hijo único durante 15 años por haber perdido una hermana de 7 meses y recién tener otra 15 años después suena extraño una familia tan grande, con esas emociones compartidas, hermoso relato.
    Un abrazo.

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  4. Vicky, nunca me aburren tus recuerdos. Son llanos, sinceros y muestran las vivencias tuyas, con tus hermanas y tus padres de una manera bella y tranquila. Muy lindos recuerdos!!!

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  5. Gracias por tu comentario!

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