Por María Victoria Steiger
Después del encierro,
como les contaba, volvimos un tiempito a la normalidad.
Pero… en casa siempre había novedades.
¿Te acordás que mamá esperaba otro hijo? ¡Venía el séptimo o
la séptima!
Les cuento cómo era 52 años atrás.
En general iba con mi mamá al médico. No entraba me quedaba
en la sala de espera, súper aburrida.
Salíamos y mamá le comentaba a mi papá que ya estaba en
tiempo.
Claro, no había grandes explicaciones sabíamos que no era la
cigüeña pero…
En esa época, mi mamá tenía a todos los chicos en casa. Yo
me acuerdo de ello desde la llegada de mi quinta hermana.
Mi papá nos dejaba en un dormitorio alejado y decía: “No
salgan hasta que las llame”.
Cuando él daba una orden, ni se preguntaba ni se discutía.
Pasó un rato y llegó con Angelita toda vestida de amarillo,
de piel blanquísima.
Al otro año llegó Nora. Era de pelito negro y de piel más
oscurita como papá.
¡Nosotras nos poníamos muy contentas como con un chiche
nuevo!
Salíamos con papá a las compras y los vecinos al verlo le
preguntaban: “Y, ¿que fue?”
“¡Chancleta otra vez!”, les comentaba.
Otros que ya sabían le preguntaban: “¿Y, Don, va a seguir
probando?”. Él se reía con ganas y decía: “¡Hasta los doce no paro!”.
Volviendo a lo último que dijo el médico que ya estaba mi
mamá a término, empezaban a hervir agua todos los días y los recipientes quedaban
tapados en un sector de la mesada de la cocina, que por suerte era grande.
Mi mamá preparaba con nuestra “ayuda” comida como para dos
almuerzos o cenas. Papá, de cocina, sabía hacer huevos duros con suerte que no
los olvidara y se quemaran o explotaran todos. Para él, lo de coicnar era una
ciencia oculta.
El médico venía a revisar a mi madre a casa, vino varias
veces, pero en la última revisó la casa. Tenía que estar todo limpio, miraba
debajo de las camas, la cocina y los baños.
Se lavaba las manos hasta los codos e iba a ver a mi madre.
Cuando salió, le dijo a mi padre que llamara a su mujer. Era la partera, se
llamaba Argentina. A nosotras nos causaba mucha gracia el nombre, que no era
muy común.
Parecía como si ya todas fuéramos más grandes, por que
andábamos de un lado al otro –menos a la habitación de mamá– siguiendo los
pasos del médico y de papá.
Ese día nos quedamos en fila de mayor a menor en un pasillo
que salía de la cocina hacia el baño y las habitaciones.
Esperamos muchísimo. La cosa parecía que no iba muy bien.
Seguíamos en fila casi en orden, las más chicas no entendían
nada y nosotras “las mayores” las calmábamos y, a la vez, tratábamos de
escuchar algo.
Hasta que de pronto, un llanto de bebé a todo pulmón y el
grito de papá: “¡Varón!”
El griterío fue general.
Todo era un lío, nosotras que queríamos verlo, pero nos
decían que lo estaban vistiendo. Otra espera más. Estábamos tan asombradas con
que teníamos un hermano que no nos quejamos de nada.
La novedad fue para todos los lados: las amigas, los vecinos
y, por supuesto, llamar urgente a Rosario para darle la noticia a mis abuelos.
Años después, mi madre nos contaba que se le había hecho muy
largo el parto y se sentía mal. Ella aseguraba que nuestra alegría la
“revivió”, le dio fuerzas.
En un principio creyeron que el nene no vivía y, cuando lo
iban a dejar para atender a mi madre, empezó a llorar fuerte.
Claro yo les cuento de mucho tiempo atrás y, en realidad,
para esa época, mi hermano tuvo un “ángel aparte”, porque no había nada para
una emergencia ni atención especial para mi madre.
Como cambiaron y siguen cambiando las épocas.
Mis hijos nacieron en un hospital, con mi obstetra –al que
concurría para las consultas– y sus ayudantes; y un pediatra que se ocupaba
inmediatamente del bebé. Está todo muy preparado por si hay una emergencia.
Actualmente, hay grupos que proponen los nacimientos en
casa, como algo más natural.
No he leído mucho sobre esto pero ¿no es volver atrás?
Pasamos dos o tres años más en la casa grande. Después, nos
mudamos a otro barrio, también una casa; pero ¡nada que ver con los “encantos”
de aquella!
Eso se lo cuento en otro relato para que no se aburran con
mis recuerdos.
Qué bella familia... Yo también tuve dos hermanos menores y siempre recuerdo los almuerzos y las cenas con mucha gente joven, amigos, primos, todos riendo hasta que papá imponía silencio... como el tuyo.
ResponderEliminarFelicitaciones
Susana Olivera
Gracias por tu comentario!
EliminarCuando leo tus recuerdos, me voy imaginando la casa y las nenas, qué hermoso debe haber sido y será tener hermanas. Felicitaciones. Ana María.
ResponderEliminarGracias por tu comentario!
EliminarMaria Victoria; para mi que fui hijo único durante 15 años por haber perdido una hermana de 7 meses y recién tener otra 15 años después suena extraño una familia tan grande, con esas emociones compartidas, hermoso relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu comentario!
EliminarVicky, nunca me aburren tus recuerdos. Son llanos, sinceros y muestran las vivencias tuyas, con tus hermanas y tus padres de una manera bella y tranquila. Muy lindos recuerdos!!!
ResponderEliminarGracias por tu comentario!
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