José Mario Lombardo
En General Villegas, Provincia de Buenos Aires, vivió
durante unos 80 años, Angélica Noya.
Vivió con su esposo, con sus hijos y con su padre: Don
Andrés.
Por el 2010, Angélica, que es la madre de mi esposa María
Inés, ya vivía en Rosario con nosotros y como la casa de Villegas había quedado
deshabitada decidimos venderla.
Tratamos que todo lo que contenía aquella casa tuviera el
mejor destino posible. Por eso, fuimos distribuyendo entre hermanos, primos,
nietos y vecinos las cosas que habían formado parte vital de aquel extenso
periodo.
En el salón que estaba al frente y que había sido la
sastrería de Don Andrés estaba el piano, que desde siempre había sido parte de
la casa.
El piano fue donado a la Municipalidad.
Un día, el año pasado, observando unas fotos del Museo
Villeguense, entre otros instrumentos musicales, aparecía el piano de Angélica.
Le escribí un mensaje a mi primo Miguel que colabora con el
Museo para confirmar la procedencia agregando la marca “Boisselot” del instrumento
y me contestó que hacía unos cuantos años que el piano estaba en “La Casa de la
Cultura” y que efectivamente esa era la marca del piano.
Entonces recurrimos a Angélica para que nos contara algunos
detalles sobre su procedencia.
La nota que adjunto contiene su relato que hoy se puede ver
acompañando al “Piano de Angélica” en el Museo Histórico Regional de General
Villegas:
“Estimado Miguel:
Cuando en las fotos de la muestra del Museo Regional vimos
el piano, te envié de inmediato los datos que disponíamos; pero, como nos
pareció que debíamos completar su historia, recurrimos a la fuente más
fidedigna: Angélica.
Transcribimos entonces su relato de fecha 23 de noviembre de
2015:
‘Un día, hace mucho tiempo, se le presentó a Don Andrés Noya
en General Villegas un señor que dijo ser de apellido Hortas y dijo que él
conocía una familia Noya en su lugar de origen: San Pedro de Bugallido en
Galicia cerca de Santiago de Compostela.
Don Andrés había llegado a la Argentina desde Bugallido en
el 1895, tiempo de guerra entre España y Cuba, y después de recorrer varios
lugares, de casarse con doña Ramona Beloqui y de transitar muchos oficios, se
quedó en Villegas, construyó su casa y fue por siempre el vecino de Hortas
padre y después de su hijo.
En 1923, la familia Noya vivía donde hoy es lo de Bin, en la
calle Belgrano, al lado de los Eraso. Estaba compuesta por Don Andrés, Doña
Ramona y sus hijos: Inés, Andrés, Enrique, Santiago, Angélica, Narciso y
Carlitos. En ese año de 1923 es que ocurre la tragedia: muere Inés de 19 años
de esa enfermedad que era incurable y te destruía los pulmones.
Don Andrés, con todo a cuestas, se asocia con Bernabeu, un
excelente repostero padre de la señora de Bartoloso (Repollito) y en la esquina
donde después estuvo la mueblería de Niscóvolos y hoy venden helados, ellos en
ese 1923 inauguran una confitería. Allí ofrecerían la mejor repostería, el
mejor té y música en vivo (otra forma no cabía en ese entonces ).
Contratan un pianista que se había casado con una
Villeguense y Don Andrés compra en Bunge un piano de segunda mano marca
“Boisselot”.
Quizá por ser una propuesta un poco extraña para el Villegas
de aquel entonces, el emprendimiento fracasa. Con el cierre de la confitería y
el traslado de los Noya a su nueva casa de calle Belgrano 457, el piano se va
con ellos.
Angélica estudiaba piano. Su profesora se llamaba Laura Pérez
Sabathé. Desde entonces el piano permaneció en la casa y estaba ubicado en el
hall de entrada. Allí, se reunían Angélica y sus amigas para escuchar y conocer
las últimas canciones del momento, que recibían en partituras que generalmente
venían de Buenos Aires. Allí, después, estudiaron sus hijos Humberto y María
Inés’.
Cuando se vendió la casa, el piano había quedado en el salón
que fue la sastrería de Don Andrés y en ese momento (cercano al 2010), nos
comunicamos con la Municipalidad para donarlo como recuerdo.
Hoy lo hemos recuperado con el relato de sus andanzas. Es
bueno conocerle los secretos a las cosas y por supuesto es bueno conservarlas
porque con ellas conservas las historias de vida que nos rodean.
Desde Rosario, el 25 de noviembre de 2015 te saludan:
María Inés y José Mario"
Aquí
termina la historia. Solo me parece importante agregar, considerando que
siempre hablamos de la memoria y de nuestra condición de adultos mayores, que
Angélica acaba de cumplir ciento cuatro años el 2 de abril del corriente año.
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ResponderEliminarParece que no llegó el comentario que hice recién, por eso lo vuelvo a escribir:
ResponderEliminarIDOLA ANGÉLICA!!!!!!!!!!! Y FELICITACIONES JOSÉ MARIO POR TU RELATO. cariños.
José Mario, siempre nos sorprendes con tus relatos. En especial por tu manera de escribir.
ResponderEliminarAdmirable.
¡104 años! Se ve que algo tenemos los arianos...
Un abrazo.
Un placer tus relatos... qué importantes son los "objetos", el piano en este caso en nuestros recuerdos. Susana Olivera
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