martes, 18 de septiembre de 2018

Nacimiento de dos torcacitas


Ana María Rugari

Esta historia que les relataré está ocurriendo en este momento. En realidad, empezó a principios de agosto. En casa tengo un patio ni grande ni chico. Tiene una ventana con alfeizar hacia afuera donde tengo plantas que se han desmadrado un poco. Al lado, está la puerta del comedor diario y hacia la izquierda está la ventana de nuestro dormitorio. Hay un asador que ocupa bastante espacio y en la pared medianera tengo muchas plantas que cuelgan de un caño que va a todo lo largo del patio, de él cuelgan macetas de helechos y de plantas violetas, que en invierno dan unas florcitas lilas preciosas; y en la pared que da al sur, tengo culandrillos. A principio de agosto apareció una torcacita con su compañero y revolotearon por las macetas que cuelgan del caño. Mi esposo dijo: “Me parece que están buscando lugar seguro para poner huevitos”. Como íbamos a viajar a Posadas, corrí el toldo, regué bien todas las plantas y nos fuimos. Cuando volvimos el 14 de agosto, vimos que en uno de las macetas que cuelgan del caño había dos huevitos blancos y pequeños. A mí me encantó la idea de que nacieran en casa y lo comenté con amigas. Muchas de ellas me dijeron: “Tiralos, rompelos; pero que no los empollen. Son sucias, traen enfermedades y muchas cosas más”. La única que estaba a favor era mi amiga del alma, Susana, pues a ella le había sucedido lo mismo en una maceta de su balcón en un piso alto.
 Los dejamos tranquilos, la torcaza los empolló y venía el compañero y ella se iba. Al rato volvía y otra vez se ponía sobre los huevitos. El 27 de agosto nacieron. Eran dos pajaritos no más grandes que dos centímetros, peladitos y juntitos. A medida que pasaban los días, fueron teniendo plumón y crecían bastante rápido. Ya estaban grandecitos como de 15 centímetros, con todas sus plumas menos las de la colita, uno de ellos era arrojado y valiente el otro se quedaba más en la maceta, supongo que por timidez o miedo a volar. Desde la ventana del dormitorio o del comedor diario los espiábamos, la torcaza ya faltaba del nido más tiempo, pero siempre volvía. A las plantas no las regué, porque no quería molestarlos, los culandrillos están regular, y las otras como están en macetones algo de humedad tenían.
Y hoy 9 de septiembre uno voló. Primero, fue hasta al alambre del toldo y luego tomó confianza y voló; y según mi esposo, está en un patio interior y la mamá trata de que levante vuelo. El otro, timidón, se ha quedado solito en la maceta, pero la torcaza se posó en el alambre, se quedó un rato y luego partió.
Yo espero que vuelva, más que nada por la comida y el calor que le pueda seguir dando. Me hubiera gustado que se hubieran ido los dos hermanitos; pero, bueno, uno posiblemente necesite más tiempo y seguridad para volar alto. Si no vuelve la madre, Oscar me dijo que lo pondríamos en una caja, le daremos miga de pan mojada en leche.
Luego, tendré que sufrir por el nido vacío, pero así es la vida, tanto en humanos como en animales o pájaros. No nos pertenecen, solo podemos darle cobijo, amor y a los humanos también educación, principios y valores para desarrollarse en la vida y ser personas honestas, trabajadoras y caritativas.
Ya ha volado el segundo. Espero que vuelvan alguna vez a poner nuevamente huevecitos. Hoy Oscar fue a la terraza a tender la ropa y vio en uno de los alambres del tendedero a la torcacita mamá y a los dos hijitos a su lado. Se quedaron un largo rato y, luego, levantaron vuelo hacia otra terraza. Me alegré enormemente que los hubiera encontrado y que estén juntos.
Esta ha sido mi pequeña historia de vida y he tratado de relatarla tal y como ha sucedido.

2 comentarios:

  1. La vida continua,y cada día nace una esperanza y en tu patio dos torcacitas.
    Hermosa historia.
    Un abrazo.

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  2. Gracias, Luis fue conmovedor verlos nacer justo el día de mi cumpleaños, fue una historia simple pero hermosa. Gracias, un abrazo.

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