Ana María Rugari
Esta historia que les relataré está ocurriendo en este momento. En
realidad, empezó a principios de agosto. En casa tengo un patio ni grande ni
chico. Tiene una ventana con alfeizar hacia afuera donde tengo plantas que se
han desmadrado un poco. Al lado, está la puerta del comedor diario y hacia la
izquierda está la ventana de nuestro dormitorio. Hay un asador que ocupa
bastante espacio y en la pared medianera tengo muchas plantas que cuelgan de un
caño que va a todo lo largo del patio, de él cuelgan macetas de helechos y de
plantas violetas, que en invierno dan unas florcitas lilas preciosas; y en la
pared que da al sur, tengo culandrillos. A principio de agosto apareció una
torcacita con su compañero y revolotearon por las macetas que cuelgan del caño.
Mi esposo dijo: “Me parece que están buscando lugar seguro para poner huevitos”.
Como íbamos a viajar a Posadas, corrí el toldo, regué bien todas las plantas y
nos fuimos. Cuando volvimos el 14 de agosto, vimos que en uno de las macetas
que cuelgan del caño había dos huevitos blancos y pequeños. A mí me encantó la
idea de que nacieran en casa y lo comenté con amigas. Muchas de ellas me
dijeron: “Tiralos, rompelos; pero que no los empollen. Son sucias, traen enfermedades
y muchas cosas más”. La única que estaba a favor era mi amiga del alma, Susana,
pues a ella le había sucedido lo mismo en una maceta de su balcón en un piso
alto.
Los dejamos tranquilos, la
torcaza los empolló y venía el compañero y ella se iba. Al rato volvía y otra
vez se ponía sobre los huevitos. El 27 de agosto nacieron. Eran dos pajaritos
no más grandes que dos centímetros, peladitos y juntitos. A medida que pasaban
los días, fueron teniendo plumón y crecían bastante rápido. Ya estaban grandecitos
como de 15 centímetros, con todas sus plumas menos las de la colita, uno de
ellos era arrojado y valiente el otro se quedaba más en la maceta, supongo que
por timidez o miedo a volar. Desde la ventana del dormitorio o del comedor
diario los espiábamos, la torcaza ya faltaba del nido más tiempo, pero siempre
volvía. A las plantas no las regué, porque no quería molestarlos, los
culandrillos están regular, y las otras como están en macetones algo de humedad
tenían.
Y hoy 9 de septiembre uno voló. Primero, fue hasta al alambre del toldo
y luego tomó confianza y voló; y según mi esposo, está en un patio interior y
la mamá trata de que levante vuelo. El otro, timidón, se ha quedado solito en la maceta, pero la torcaza se posó
en el alambre, se quedó un rato y luego partió.
Yo espero que vuelva, más que nada por la comida y el calor que le pueda
seguir dando. Me hubiera gustado que se hubieran ido los dos hermanitos; pero,
bueno, uno posiblemente necesite más tiempo y seguridad para volar alto. Si no
vuelve la madre, Oscar me dijo que lo pondríamos en una caja, le daremos miga
de pan mojada en leche.
Luego, tendré que sufrir por el nido vacío, pero así es la vida, tanto
en humanos como en animales o pájaros. No nos pertenecen, solo podemos darle
cobijo, amor y a los humanos también educación, principios y valores para
desarrollarse en la vida y ser personas honestas, trabajadoras y caritativas.
Ya ha volado el segundo. Espero que vuelvan alguna vez a poner
nuevamente huevecitos. Hoy Oscar fue a la terraza a tender la ropa y vio en uno
de los alambres del tendedero a la torcacita mamá y a los dos hijitos a su
lado. Se quedaron un largo rato y, luego, levantaron vuelo hacia otra terraza.
Me alegré enormemente que los hubiera encontrado y que estén juntos.
Esta ha sido mi pequeña historia de vida y he tratado de relatarla tal y
como ha sucedido.
La vida continua,y cada día nace una esperanza y en tu patio dos torcacitas.
ResponderEliminarHermosa historia.
Un abrazo.
Gracias, Luis fue conmovedor verlos nacer justo el día de mi cumpleaños, fue una historia simple pero hermosa. Gracias, un abrazo.
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