Enzo Burgos
Comenté a mi esposa la intensión de proponer a la gente de
“Contame una historia” el tema del mueble,
pero temo que la aceptación no sea unánime.
Ella me comentó que no veía nada extraordinario en hablar
del mueble. ¿Que enigma puede guardar una mesa o un ropero?
Le expliqué que no me refería al mobiliario hogareño sino al
hotel alojamiento, al que el decir popular designaba como mueble, telo, amoblado o
amueblada.
Zulema reaccionó muy enojada: “Vos estás cada día más loco.
¿A quién se le ocurre tocar el tema de esos tugurios? ¿Olvidás acaso que a esas
reuniones concurren mujeres? A vos te van a echar, y con razón, de la UNR”.
Intenté justificarme: diciendo que todo eso era parte de
aquella sociedad, el paisaje de todos los días.
“Yo nunca fui a uno de esos lugares. ¡Ni loca!”, dijo y mi
respuesta inconsciente fue: “No sabés que te perdiste, vieja”.
Eso fue el acabose. Se levantó y me dejó. Pero antes de
entrar a la cocina, se dió vuelta y, señalándome con su índice acusador, me
gritó: “¡Si me entero que lo hiciste, te mato!”.
Ahí, quedé pensando en la amenaza de mi esposa. Ahora bien,
¿qué hago: sigo o desisto? No quiero que mis amables compañeras del curso
supongan que soy un sátiro enloquecido, nada más lejos de mi personalidad. Pero
nadie puede negar que esas cosas existían, que eran parte de la vida de la
comunidad de aquellos años y corresponde aclarar que no hablo de prostíbulos,
donde la prepotencia lo regía todo. Quienes concurrían a aquellos sitios lo
hacían de mutuo consentimiento y muy contentos, por eso no entiendo la
estigmatización.
El más famoso de todos era el “París”, ubicado en la esquina
noreste de avenida Pellegrini y Santiago, con entrada y salida por esta última
arteria. Una anécdota familiar recordaba que cierta tarde viajaban en tranvía
mis padres, entonces novios, por Pellegrini y al pasar por el “París”, quien
sería mi madre preguntó a su atribulado novio por ese edificio y mi padre
mintió informando que se trataba de una fábrica y ahí quedó todo. Pasado unos días,
mi madre comentó lo sucedido a su hermano mayor y este estalló gritando: “¿No
me digas que te quiso llevar ahí ese degenerado?” Y estaba muy equivocado el
hermano guardabosque.
También eran muy populares el “Amenábar”, que estaba en esa
arteria entre Corrrientes y Entre Ríos, y el “Castelar” en Mitre al 3100. En
calle Rueda, frente a la cancha de Central Córdoba, funcionaba el “Royal”,
luego convertido en un geriátrico ¡Vaya paradoja!
El más reciente de todos es el “Renacimiento” de Roca, 2880;
aunque ya lleva varias décadas y aún en actividad.
De gran fama fue el “Ideal” en el barrio de Pichincha,
ubicado en el mismo sitio donde en tiempos de la “Chicago Argentina” funcionaba
el célebre prostíbulo “Madam Safó”, que hasta donde sé llegaba la oligarquía porteña.
Hubo también lugares para gente de menores recursos y
algunos amigos de la zona oeste me hablaban del “Belgranito”, donde los días de
lluvia entraba más agua dentro de las habitaciones que en la calle. En nuestro
barrio, en calle Pasco al 1100, frente al Mercado de Abasto, existía un hotel
sin entrada para autos conocido como el “Pasquito”, posiblemente lo más
económico de la zona, aparte de que te ahorrabas el taxi.
Al respecto, veamos cómo se ingresaba a esos hoteles, que
funcionaban las 24 horas de todos los días. Lo ideal era llegar en taxi, ya que
el remise no existía. Con coche propio no lo hacía nadie por razones obvias. Podía
suceder que la mujer tratase de ocultar su rostro o agacharse en el asiento por
el que dirán ¿Viste?
Con el devenir de los años la situación fue cambiando y todo
tornó más liberal con la irrupción de los moteles. Ya la distancia interesaba
menos y era mayor la cantidad de autos circulando. Se trataba de edificaciones
nuevas con muchísima más comodidad. Recuerdo de manera risueña que, cuando era
viajante de comercio, se ponía difícil el alojamiento en muchas localidades
porque la gente del portafolio era más y su demanda de comodidades también se
incrementaba, exigiendo por ejemplo el aire acondicionado. Una de las localidades
con problemas era Pergamino. Charlando con un colega le pregunté donde se
alojaba en aquella ciudad y muy suelto de cuerpo me respondió que lo hacía en
el motel de la ruta a Rojas. Me sonó chocante en aquel momento, pero mi amigo
explicó que era todo nuevo, sin problemas para estacionar, cero ruidos y aire
acondicionado ¡Un chiche! Pero existía un problema: le costaba hacer el
papelerío de fin del día porque ¡con la luz roja no se veía nada! Algún defecto
tenía que tener.
Ahora bien, de nuevo mi duda: ¿paso este informe y aguardo
la reprimenda de mi esposa o lo sepulto bajo la hojarasca del olvido? ¡Qué sé
yo!
Enzo, los haz contado y descripto, en el paisaje del pasado, con la delicadeza de un caballero. Decile a "la Zule" que lo lea sin prejuicios, que no es ofensivo en absoluto y que vivimos en una sociedad, actualmente, donde nadie se sorprende de nada!
ResponderEliminarEnzo, me encantó tu historia tan sencillamente contada !!! Ocurre que cuando nombraste al motel París, recordé algunas historias contadas por un cuñado que vivía en la calle Pueyrredón a una cuadra del mismo. El tenía muchas anécdotas
ResponderEliminarrisueñas debido a que su papá era uno de los socios del lugar. Gracias por el recuerdo
Enzo, me encantó tu historia, sobre todo que te doy la razón en eso de que los que iban a ese lugar, lo hacían de común acuerdo y seguramente vivirían momentos inolvidables. Además, ya estamos en condiciones de dejar de hablar de los nietos para pasar a ser un poco picarezcos. Ja..Ja.. Cariños. Ana María.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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ResponderEliminarEnzo, me encantó tu historia, sobre todo que te doy la razón en eso de que los que iban a ese lugar, lo hacían de común acuerdo y seguramente vivirían momentos inolvidables. Además, ya estamos en condiciones de dejar de hablar de los nietos para pasar a ser un poco picarezcos. Ja..Ja.. Cariños. Ana María.
ResponderEliminarBuenísimo!! Tratado con calidad, quienes somos sexagenarios tenemos buenos recuerdos de aquella época, pero al profe no creo que le agraden esas historias...
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