Patricia Pérez
Día de Padre, domingo de elecciones. Se votaban los candidatos a
gobernador e intendentes en la provincia de Santa Fe
La luz estaba cortada en todo el país y algunos limítrofes.
Negligencia, accidente no lo sabemos.
Se suponía que sería un domingo tranquilo y en familia.
Como todos los ciudadanos de Rosario, me dirijo a la escuela que me
correspondía a votar.
Ya el día había comenzado agitado, quería volver temprano, porque era el
Día del Padre y nos reuníamos en familia.
Mi marido me llevó hasta la puerta de la escuela y me dejó para regresar
a hacer el asado. Yo me volvería caminando.
Entro al colegio tratando de adivinar a oscuras la mesa 5108. Habían
cambiado de lugar debido a la oscuridad, así que me acerqué al nuevo sitio.
Había tres personas adelante.
Ya tenía definido mi voto, así que coloqué rápidamente las cruces en las
papeletas y me dirigí a la presidenta de mesa.
Ella levanta la vista y con documento en mano me pregunta: “¿Cristina
Pérez?”. “No. Patricia Pérez”, le respondo. Deja el documento y empieza a dar
vueltas las hojas, pasa una, dos, tres.
“¿No le habrás dado mi documento a otro?”, pregunto.
Efectivamente, así fue.
Mezcla de bronca y espanto mi cara se transforma.
Mi experiencia en documentos perdidos es nefasta, ya que una oportunidad
tuve que solicitar un perito calígrafo, porque habían usado mi dni para sacar
un crédito y tuve que viajar a Buenos Aires para aclarar que yo no tenía nada
que ver.
Transcurrido un rato, volviendo al tema del documento, tuve que ejercer
presión un poco más fuerte y con la Policía van a buscar a la señora que se
había llevado lo mío.
Rato después la directora y personal policial comentan que no estaba y
que más tarde volverían a hacer el intercambio.
Llegado ese momento con personal uniformado presente realizamos el
canje. Cuando me tiene que dar el cartoncito que atestigua el voto, la dama no
lo había traído, así que acordamos para otro día.
Luego de esto, me dirijo a firmar el padrón y mi foto ya estaba firmada.
“Otra vez”, digo yo. La presidenta me dice: “Firmá en el lugar de la
otra persona”.
Me opongo: “No firmo en el lugar de otro, si no trae a la Policía que
verifique”.
La autoridad se dirige a consultar y le aconsejan labrar un acta.
Ese día cívico me llevo tres horas de peleas y broncas, y el Día del Padre
pasó a segundo término.
Nerviosa, me pregunté, que más me podía pasar.
Volví a mi casa. Con el asado ya demorado, la familia esperaba para
comer y darme la sorpresa…
El baño se había inundado, porque rebalsó el lavarropas; y, como el
lavadero se encontraba arriba, el agua caía como catarata abajo. Por suerte, ya
lo habían secado.
“Y
bueno que vamos a hacer comamos en familia y olvidemos este día. Ya no puede
pasar más nada”, pensé; pero mi marido me dice: “Me prestas tu celular, el mío
se me mojó”.
Son cosas que pasan y hay que pasar el mal trago.
ResponderEliminarUn abrazo.