viernes, 3 de julio de 2015

¿Cómo era mi padre?

Nora Alicia Nicolau

Una tarde cuando estaba jugando, mi padre me llamó para que vaya hasta la librería Renom (famosa en barrio Echesortu, situada en calle Mendoza al 3700) a comprar el libro “Tabaré y la leyenda patria”, del autor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín. Iba rápidamente y repitiendo los nombres desconocidos para mí. Nunca supe para qué hizo esa compra. Luego, lo incorporó a nuestra humilde biblioteca. Siempre nos decía que si había que dejar el país vayamos a Uruguay. Efectos del temor que vivíamos en la época peronista y que también adelantó su enfermedad. A los cuarenta y cuatro años enfermó y desde entonces lo cuidamos nosotros a él. Yo tenía doce años. Esa anécdota es un ejemplo de su interés por la lectura y la educación, y de la extremada sensibilidad que demostró en su vida.
Solo me quedó la infancia junto a él como recuerdo muy feliz. No necesitaba esperarlo de vuelta de su trabajo, como otros hijos esperan a sus padres. Trabajaba en el negocio de venta de forrajes y harina, que había fundado su padre y que estaba instalado junto a la casa de nuestros abuelos, que compartíamos, en la esquina de las calles Córdoba y Constitución, en barrio Echesortu de la ciudad de Rosario.
Nunca escuché un reto ni una palabra altisonante de mi padre. Siempre un consejo, una enseñanza o una observación para corregir algo que no sabíamos o nos habíamos equivocado.
Todos los sábados a la noche, revisaba nuestros cuadernos de la escuela y debía firmar al margen como constancia que la familia había visto el trabajo de los hijos durante la semana. El lunes, la maestra controlaba todos los cuadernos. Era parte de la relación familia-escuela. Mi hermana y yo, que apenas asomábamos al lado de su enorme escritorio de trabajo, esperábamos sus palabras con mucho respeto. “Está muy bien –nos decía–, pero siempre se puede ser mejor”. Ni aplausos, ni regalos, ni comentarios por allí para celebrar nuestras buenas notas. Era nuestra tarea y obligación de niños cumplir con nuestros deberes. Fue nuestra marca de fuego para siempre.
Hasta mis doce años nos acompañó como un padre casi perfecto: nos llevaba al parque los domingos por la tarde o a la mañana, a los cines Heraldo o Radar que realizaban funciones infantiles. Estaba siempre muy preocupado por nuestra salud y nuestra educación, para que nada nos faltara. Cuando ingresé en primer grado yo ya sabía leer y escribir, porque él había contratado a una maestra particular para que me preparara. Participaba de las reuniones de la Asociación Cooperadora de la escuela, pues consideraba que era obligación de todo padre colaborar con la escuela. Fue miembro de la Comisión Directiva del club Atlantic Sportmen, el club del barrio que ayudó a crecer y en el cual toda nuestra familia desarrollaba la mayor parte de sus actividades sociales.
Su recuerdo se agiganta, porque sabemos más de él por los otros, que por nosotras mismas. Los clientes de su negocio, los que lo conocieron en el club, los vecinos del barrio y hasta mi abuela materna, es decir, su suegra, destacaron siempre sus pocas palabras, su seriedad, su amabilidad y su interés por todos. Como hermano mayor de cuatro hijos, dos hermanas y un varón, aprendió su responsabilidad en la familia y la prolongaba en el negocio al comunicarse con los demás.     
Físicamente era muy atractivo, buen mozo, muy elegante y cuidadoso en el vestir. Recuerdo que mi abuela materna, que lo quería más que a otros yernos, me contaba que guardaba su ropa limpia en un cajón de la cómoda de la habitación de mi madre en el campo donde vivían para cuando él llegaba de visita. Pantalón blanco, camisa blanca y alpargatas blancas. Así, aparece en las pocas fotos que tenemos. Cuando se casaron, mi abuela continuaba con esa tarea.
A mi padre le gustaba, como a sus hermanas, vestir a la moda, hasta elegían sus prendas en catálogos de “Gath y Chaves” enviados desde Buenos Aires.
En ese tiempo era usual publicar los acontecimientos familiares en el diario y en revistas sociales. Las bodas de mis tías se anunciaron en la revista “Ecos” y los nacimientos se reflejaban con alegría en el diario “La Capital”. La sección “Sociales” se mantuvo mucho tiempo en ese diario, donde recuerdo haber leído la publicación de viajes, bodas, cumpleaños que eran muy comentados. Así es como pude conservar la foto de mi padre, cuando se recibió de contador práctico en la Escuela Comercial “Contardi”. Nunca comentó ni hizo alarde de sus actividades sociales.
Lo pienso de manera especial con esas noticias que me llegaron a través de los recortes periodísticos y que yo no viví. Entonces, comprendo su sufrimiento cuando aún, muy joven, nada podía hacer ni física ni mentalmente por recomendación médica. Cuando reflexiono queriendo reconstruir el pasado con mi padre, me asombra qué poco sé de él. Lo amé cuidándolo en su enfermedad y trabajando para mantenernos, junto a mi hermana y a mi madre. Todo fue distinto a su vida casi de galán.
Compartimos treinta años. Ya vivimos más de cuarenta sin su presencia física. Y las preguntas me quedan sin respuesta. ¿Dónde quedaron las palabras para poder evocarlo?
¿Qué es la vida? ¿Cómo vamos construyendo nuestra historia? Con alegrías y tristezas; lo que nos es dado y lo que vamos logrando por nosotros. Vamos siendo…

7 comentarios:

  1. Nora, nos has dado un ejemplo de vida. Felicitaciones por tu relato. Cariños. Ana María.

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  2. Gracias,Ana María. Gran lectora del blog. Las situaciones van ocurriendo y la vida pasa.Son imágenes que la memoria no olvida. Nora

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  3. Hermoso tu relato... Cuántas preguntas que nos quedan sin respuesta. Muchas las contestamos con el corazón.
    Susana Olivera

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  4. Buenísimo relato, que demuestra el agradecimiento de nosotros y nuestros pares hacia los padres que nos educaban con mucho respeto.

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  5. ¿Que es la vida? Vaya pregunta. En realidad es todos eso momentos que se acumulan con los años y no dejan recuerdos, alegrías o tristezas. Así aprendemos y enseñamos y hoy en la madurez podemos hacer un balance de nuestro paso a travéz de los años.
    Excelente relato y un gran padre para recordar.
    Un abrazo.

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  6. Gracias a todos por releer los textos. Estos comentarios nos hacen bien. Mi mejor saludo. NORA NICOLAU

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  7. Nora Bello y emotivo el recuerdo de tu padre. Gracias por compartirlo.

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