Alberto Castillo
Cuando relato mis recuerdos de personajes para mi
inolvidables, estoy seguro de que para ustedes son seres desconocidos,
anónimos. Y es lógico que así sea.
Los traigo al presente, porque para mí fueron
importantes en lo que hoy soy.
En lo virtuoso y en lo no tanto...
Son aquellos que me enseñaron a amar; los amigos que
escucharon, los que cuando me equivoqué me lo hicieron notar. Esos seres que
con pequeños gestos me hicieron transitar por un mundo más humano y
compasivo...
Sin proponérselo, dejaron una huella imborrable en
los corazones de quienes los rodearon.
Los invisibles desde el anonimato hacen desde lo
cotidiano algo extraordinario.
Nos vamos nutriendo de sus palabras, de sus gestos,
nos apropiamos de parte de su vida y vamos construyendo nuestro Yo.
Agradezco mucho a mis amigos que ya no están, los que
ya no quiero, a los que hace mucho tiempo no veo. Compañeros de colegio, de
trabajo, de militancia.
Mi familia; mi hermano; ese que me inició casi de
manera clandestina en la lectura, astucia que entendí pasado el tiempo.
La memoria es tramposa. Es probable que haya
romantizado hechos que no fueron tan épicos, pero no me arrepiento de haberlo
hecho.
Creo que nadie quiere pasar tontamente por la vida. Y
me hace sentir bien que todo es como lo recuerdo.
Todo lo que pasa por la nostalgia es al mismo tiempo
maravilloso y triste.
Contar estas historias nos pueden ayudar a sanar.
A cerrar heridas.
Escucharlas o leerlas, también.
Nos hace sentir que somos semejantes. Que nos ayuda a
superar el aislamiento, sobre todo en tiempos de pérdidas y desencuentros.
Y cuando nos detenemos a mirar a nuestro alrededor,
comenzamos a reconocernos en el otro.
Nos ayuda también a reconocer quiénes somos, de dónde
venimos, adónde vamos. ¿Qué es lo que nos distingue de otros, como nos
vinculamos y algo para mí determinante e inadmisible? ¿Cuál es el sentido de la
vida?
Porque estar aquí, ocupar un lugar no es gratuito.
Cuando el solo hecho de nacer es casi milagroso, tenemos que justificar nuestra
presencia.
Y como creo que todo es “colectivo” una de las formas
de pagar este peaje es poder transitar juntos las alegrías y los sufrimientos.
Y esto solo para empezar…
Una vez escuché que la vida es como un viaje en
colectivo; algunos comienzan junto a vos, otros se suben a mitad de camino,
muchos se bajan antes de llegar y pocos permanecen con vos hasta el final.
Pero cada uno de ellos dejan algo en tu corazón.
Baja la persiana y disfruta del viaje.
“Todo concluye al fin, nada puede escapar
Todo tiene un final, todo termina
Tengo que comprender, no es eterna la vida
El llanto en la risa, allí termina”.
Presente, Vox Dei.
No hay comentarios:
Publicar un comentario