Por Elena Itatí Risso (Firmat,
1943)
Era martes y los martes teníamos
un manjar: huesos de caracú hervidos y pasados por el horno. Era lo más
parecido a un asadito, pero lleno de grasa. Igual nos perecía una delicia.
Luego, venía el trabajo
artesanal: hervirlos hasta eliminar el último vestigio de materia orgánica y
dividirnos el botín entre todas: a todas nos correspondía un trocito de hueso.
Cuando tuve en mis manos el
primer huesito listo para trabajar, pensé en mi mamá. Era la primera
destinataria, la primera joya sería para ella.
Y comienzo la tarea con las
peligrosas armas que disponíamos: una vigésima parte de la Gillete y la mitad de una horquilla del cabello.
Y con ese invisible, dale que
dale cada día, dando forma, puliendo en el piso o en el banco del calabozo, una
y otra vez.
Teníamos tanto tiempo… todo el
tiempo… días, meses…
Cuando tuvo la forma que me
pareció adecuada, había que pensar qué motivo le iba a dibujar. Y solo pensé en
la M de María, su nombre, y también de Mamá.
Con el centímetro de hojita de
afeitar empecé a limar y tallar esa pieza que sería la joya encargada de transportar
mi amor, mi nostalgia y mi gratitud, por su comprensión, por el apoyo
incondicional, por estar siempre ahí donde yo estuviese. Sin reclamos, sin
reproches. Solo estando allí, con todo su corazón.
Luego con el trocito de horquilla,
hacer el agujerito para pasar el cordel o cadenita
Después, el teñido, con el
poquito de té que nos sobraba, y con restos de tabaco usado, cocinando para dar
tono.
Los toques finales dando el
sombreado a la letra y listo el colgante.
Allá iría, mensajero de mi abrazo,
de mis lágrimas y de nuestro dolor.
Sótano de la Alcaidía de Rosario.
Abril, 1976.
Fueron momentos muy duros que nos tocó vivir en nuestra adolescencia. Elena, es un placer leerte, "EL COLGANTE" para volver a leerlo una y otra vez.
ResponderEliminarGracias por compartir tu experiencia de vida.
Maria Rosa
Se estruja el corazón al leer este testimonio que quizás muchos no comprendan, pero es dolor ajeno que lastima, un tiempo de historia al que no queremos volver.
ResponderEliminarPara quienes vimos "el colgante" , la lectura emociona mucho más. Qué difícil poner en palabras esta experiencia de vida! Gracias por compartirla.
ResponderEliminarUn relato crudo, pero tan genuino que "se siente". Me encantó Elena.
ResponderEliminarDoy gracias a Dios de leer este relato y ver el colgante que hiciste en esos momentos tan dificiles de tu vida. Ojala sea leido por jovenes , para que no se repita lo de ayer.
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