Nora
Alicia Nicolau
“Hay un único lugar donde ayer y hoy se
encuentran
y se reconocen y se abrazan. Ese lugar
es mañana.”
Eduardo
Galeano (del “Libro de los abrazos”)
Ahora, nosotros
somos el “mañana” de nuestros abuelos y nuestros padres. Si nos pudieran ver…
¿qué pensarían?
Mi abuelo
paterno tenía un negocio de “forrajes y semillas” en barrio Echesortu, en la
calle Constitución al 800. Vendía fardos de pasto (alfalfa), bolsas de maíz,
afrecho, avena, cebada, mijo, alpiste, trigo, etcétera. Tanto al por mayor como
al menudeo. En la esquina, Constitución y Córdoba, junto a su galpón, tenía un
depósito de bolsas de harina, donde se proveían los panaderos mallorquines de
Rosario, sus compadres y amigos. Él había nacido en el puerto de Pollensa, en
Mallorca y mantenía su comunicación con ellos.
Junto a sus
locales comerciales, había edificado su vivienda, la primera en esa manzana del
barrio. Una casona que se comunicaba con uno de esos locales y tenía su entrada
sobre calle Córdoba al 3600. Se entraba por una enorme puerta de madera de dos
hojas a un zaguán que llevaba a un gran patio cubierto de macetas y plantas. En
el frente, dos grandes habitaciones con balcones de altas persianas y hermosas
barandas de hierro forjado. Les seguían otros tres ambientes, uno era el
comedor diario. Aparte, estaba la cocina y el baño. Una escalera de cemento
llevaba a la pequeña terraza con lavadero y baranda, que daba al patio. Macetas
de todo tipo las alegraban. Por una escalera más pequeña se ascendía a una gran
terraza donde se colgaba la ropa. Hermosa construcción de la época. Hace
décadas la familia fue vendiendo estas propiedades. Hoy, hay cuatro casas en
ese lugar y permanece el galpón algo modificado.
Cuando mi padre
y su hermano fueron mayores constituyeron una empresa familiar, una sociedad:
“Juan Nicolau e hijos”. El negocio fue fructífero, cuando en la ciudad
habitaban muchos animales domésticos y para el trabajo. Llegaron a abrir una
sucursal a pocas cuadras del comercio de calle Constitución.
Recordemos que
no solo a los difuntos se los llevaba en carruajes tirados por caballos, sino
que el panadero, el lechero, las mercancías en general eran repartidas en
jardineras. Había carros, chatas, sulkys, y algún gaucho a caballo, también
“coches de plaza” para transportar a los pasajeros que llegaban en los trenes.
Se usaban muy pocos autos y hasta los tranvías eran tirados por caballos a
principios del siglo XX (en 1905/06 apareció el primer tranvía eléctrico). La
mayoría de las casas tenían gallineros y se surtían en el negocio de mi familia
del alimento para los caballos y de las semillas necesarias para aves, incluido
los pájaros que no faltaban en ninguna vivienda. Teníamos dos jardineras y una
chata para el reparto. En un lote cercano estaba la caballeriza en la que se
guardaban dos o tres caballos.
Fui testigo del
avance del progreso. Una reglamentación, una ordenanza, me parece, dispuso
evitar los gallineros en casas de familia y se controló severamente. Fueron
desapareciendo nuestros clientes. Al poco tiempo, se prohibió transitar con
vehículos de tracción a sangre. Desaparecieron las jardineras y casi los
proveedores a domicilio.
Recuerdo cuando
el último “mateo”, como se llamaba a los “coche de plaza”, que había quedado en
la ciudad, se despidió de mi padre. Lo conducía un hombre de muy baja estatura
y muy amigo del negocio donde dejó su tristeza junto al último fardo de pasto
que adquirió. Nuestras jardineras se convirtieron en un hermoso camión que mi
tío tuvo que aprender a manejar. Fueron apareciendo los taxímetros como coches
de alquiler.
No voy a
renunciar a los recuerdos y a los valores de mi infancia. Con nosotros también
va desapareciendo una época. Lo narrado forma parte del ayer… del tiempo de mis
abuelos y mi familia. Fui testigo del cierre del negocio a causa del progreso
inevitable.
Ahora en el presente nosotros somos memoriosos del pasado; pero, expectantes del futuro. Avizoro el progreso al leer y
observar los nuevos avances en los medios de transporte, en la medicina, en los
complicados aparatos electrónicos como las impresoras 3D, que ya están entre
nosotros; la nueva manera de relacionarnos entre las personas y la comunicación
entre los países; el conocimiento y los adelantos en astronomía y más y más…
Se cree que
vivimos en presente, pero siempre conjugamos los verbos en futuro. Vamos siendo
el mañana, personificado en los hijos y nietos. A ellos les diría lo que leí
hoy en Facebook: “Hoy tienes que decidir
que otro ayer quieres para mañana” M. Mayer.
Muy lindo relato. Observando la fotografía y leyendo el relato sentí que estaba adentro en el negocio de forraje.
ResponderEliminarCuántos recuerdos...Yo fui a vivir a ese barrio cuando me casé... los repartidores en sus carros... el mateo. Disfruté tu texto.
ResponderEliminarCariños
Susana Olivera
Gratos recuerdos amiga, mi padre tenía una jardinera con la que repartía hielo. Aún recuerdo el gallinero en el fondo de casa.
ResponderEliminarGracias por tan bellos recuerdos.
Un abrazo.
Estos textos que vamos escribiendo van replicando en otros . Cómo me gusta!! NORA NICOLAU
ResponderEliminarEs muy vívida tu forma de expresarte, Nora. Me pareció ver una película! Muy lindo!
ResponderEliminarCariños.
Teresita