Teresita
Giuliano
Cuando terminé la escuela secundaria, en 1976,
pleno proceso militar, mi deseo era estudiar abogacía.
Con mi papá, como siempre dispuesto a
complacerme, viajamos a Rosario para inscribirme en la Facultad de Derecho.
Aún recuerdo con total claridad la impresión
que nos causó ese gran edificio con pintadas y escritos, y esa especie de
abandono y tristeza que parecía impregnar el lugar.
Nos dieron unos papeles y nos fuimos de allí
con una sensación de abatimiento, que compartimos pero no nos dijimos nada.
Visitamos a los tíos que vivían en Rosario y la
tía fue muy clara: “No me comprometo a tenerla acá en casa. Es mucha
responsabilidad. No quiero asustarlos, pero están pasando cosas muy feas”.
¡Adiós mis sueños de convertirme en abogada
penalista! Mis padres nunca me dejarían quedarme a estudiar en Rosario. No se
me ocurrió hacerles ningún reproche.
Creo que en lo más íntimo pensaba como ellos:
una joven de pueblo, criada entre algodones, inocente e ignorante de lo que
estaba ocurriendo… era temerario. Y no insistí.
Así que volvimos al pueblo.
Hacía poco tiempo que en Cañada de Gómez,
distante cincuenta kilómetros de Tortugas, había abierto sus puertas el
Instituto del Profesorado Nº 5 y ofrecía la carrera de profesora en Nivel
Inicial.
Elegí ser maestra jardinera como segunda opción
y terminó siendo mi vocación.
Pasó mucho tiempo hasta que supe y comprendí
cuáles eran “las cosas feas” que habían pasado.
Muchas veces el destino tuerce nuestra vocación... Creo que ganaste con lo que elegiste.
ResponderEliminarCariños
Susana Olivera
Yo también lo creo! Gracias Susana!
EliminarCariños.
Teresita
Lo bueno de tu historia, es que pudiste colaborar permanentemente en la educación de los niños. Alicia
ResponderEliminarLa vida nos lleva por diferentes caminos donde sin proponerlo encontramos nuestro destino. Bello relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es así Luis!. Gracias.
EliminarCariños.
Teresita