miércoles, 31 de mayo de 2023

¿Qué pasó con los lentos?

 María Cristina Piñol

 

Con el correr del tiempo, a veces no sabemos ni cómo ni por qué, hay cosas que desaparecen, se esfuman, se pierden y se olvidan. Unas de ellas han sido “los lentos”.

Así, llamábamos a aquellas melodías, suaves, acariciantes y románticas, que comenzaban a sonar en las últimas horas de los asaltos, de los bailes de los clubes, o de las confiterías.

Las luces bajaban su intensidad, el ruidoso ir y venir de los temas “movidos” se ponía en pausa y un ola de silencio cómplice invadía la pista.

La mirada de los chicos y las chicas recorrían el lugar e indefectiblemente se clavaban en los ojos del otro, de ese otro al que sin palabras estabas invitando a bailar. Si esa mirada se sostenía, ambos se tomaban de una mano y, con la otra, él rodeaba la cintura de la chica y ella apoyaba la suya sobre su cuello.

Todos los sentidos de modo mágico se volvían más perceptivos. Los perfumes de moda, “Old Spice” o “Polo”, ellos; “Siete Brujas” o “Fulton Flowers”, las chicas; esos aromas activaban el olfato. La cercanía con el rostro del otro nos llevaba a ver detalles, un lunar, el color de sus ojos, las pestañas, el “hoyito” al sonreír… y el tacto, quizás el más activo de los sentidos, el apriete de las manos, las mejillas que se rozaban o el tibio calorcito de los cuellos y, sí, hasta podíamos sentir el latir de ambos corazones.

Tampoco faltaban las palabras susurradas suavemente al oído, que se meneaban entre cosas banales, como la música que escuchaban o quien cantaba, hasta las más intimistas como un halago a su perfume, al color de sus ojos, lo bien que bailaba, qué música escuchabas, si te gustaba ir al cine, siempre entre paso y paso, si estaban de acuerdo, la cercanía habilitaba esa intimidad.

No me caben dudas de que había una comunicación especial entre aquellos que bailábamos los lentos y que esa historia mínima, que podía durar solo esa noche o solo ese instante también podía extenderse por fuera del club, del asalto o del boliche y, aún si no llegaba a nada más duradero, esa melodía especial nos acompañaría por siempre recordándonos aquel momento.

No olvido tampoco que los lentos coexistían juntos con el rock, el twist y más adelante el pop, el reggae; pero aún así, hasta mediados de los 90 todavía se bailaban lentos. Bob Marley, Pgrhil Collins, Luis Miguel, Guns N’Roses, U2, Sinead O’Connor, y La Trova Cubana fueron algunos de quienes insistieron y lograron imponer espectaculares boleros, bachatas y baladas en medio de tanto ruido.

A fines de los 90 irrumpió con aire renovador la música electrónica, aquella que creaban y ejecutaban los DJ desde sus consolas en una mezcla extraña de sonidos combinados que, aunque estaban realmente lejos de conformar una melodía, lograban despertar un frenético movimiento en masa que intentaba seguirla con todo su cuerpo, pero… cada uno por su lado. Ya lo decía el genial Charly García: “La música electrónica no es música, porque tiene que constar de melodía, armonía y ritmo. Y eso es ritmo nada más”.

 Y llegó el 2000. El nuevo milenio apareció cargadísimo de cambios, de nuevas propuestas y de nuevas visiones sobre las mismas cosas.

Otros ritmos invadieron los sentidos de los adolescentes y el reggaetón llegó para instalarse. Según dicen deriva del reggae, pero ya no está Bob para desmentirlo. Le siguen de cerca el pop, el rap y la electrónica.

Tras esta nueva forma de sentir y escuchar ritmos también fue cambiando la forma de bailar y de pensar. Ya no se bailaba “con otro”, se bailaba “solo, entre los otros”.

¿Se perdió entonces aquella seducción que proponían los lentos? ¿Se olvidó o cayó en desuso el romance? ¿Ya no revolotean más las mariposas en el estómago?

El romance hoy es una quimera y, en cuanto a las mariposas, ya casi no las vemos volar sobre las flores.

La seducción en cambio no se perdió solo mutaron las formas. La tecnología, las redes sociales y las imágenes nos lo muestran diariamente. Una foto de perfil, una carita en la historia de Instagram sacando la lengua y guiñando un ojo, un video bailando twerk, y tantas otras imágenes, que circulan a diario de chicos y chicas comunes, hacen de las redes un medio de seducción, y viven esperando y contabilizando las “reacciones” que levantan esas publicaciones. Pero solo hay un sentido alerta en esos intentos de seducción: la vista. No hay olfato, ni tacto y mucho menos palabras

Hoy todo debe ser instantáneo, todo es hoy rápido, parece que el mundo se termina mañana.

A los lentos se los llevó la prisa, la inmediatez, la falta de palabras, el temor al ridículo y el miedo al romance. 

Hubo alguien que nos enseñó con un hermoso poema devenido en canción que explicó de la manera más bella y a la vez certera la magia de los lentos, y fue Sergio Dalma con su tema “Bailar Pegados”, que termina diciendo: “Nuestra balada va a sonar, Vamos a probar, Probar el arte de volar. Bailar pegados es bailar. Es bailar”.

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