María Cristina Piñol
Cuarenta años
ininterrumpidos de democracia en Argentina. Lo que debería ser indiscutible y
cotidiano como lo define la Constitución Nacional en este hermoso y tragicómico
país parecer ser excepcional y, por ende, para algunos es digno de ser
festejado.
Nos cuenta la
historia que en el año 1912, bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña, se
promulga la ley por la cual el voto se torna secreto y obligatorio para todos
los ciudadanos en todo el territorio nacional ya que hasta ese entonces se usaba
el método de “voto cantado”, que provocaba fuertísimas presiones en los
votantes y muchos no asistían a los comicios. Si bien no se prohibía el “voto
femenino”, para confeccionar el padrón electoral, dado que otro medio de
identificación no existía, se utilizaba el “padrón militar” y por eso solo
votaban hombres. Desde el mismo momento que se sanciona la Ley Sáenz Peña, un
grupo de mujeres entre las que se destacaban Alicia Moreau y Julieta Lanteri, comenzaron
su lucha por la incorporación del voto femenino a la ley vigente. Fue una lucha
denodada y constante y recién en 1947 durante el gobierno del presidente Perón
y con impulso de su esposa Eva Duarte, logra materializarse después de treinta
y cinco años. La mujer pudo votar por primera vez en 1951.
Desde aquel año
1912 se cuentan en mi país seis golpes de Estado concretados, en 1930, 1943,
1955, 1962,1966 y 1976.
Imposible para mi recordar el golpe de 1955,
solo tenía dos años, pero sí tengo imágenes, conversaciones, discusiones y
hasta el ruido ensordecedor helicópteros y aviones pasando bajo sobre la ciudad
durante el golpe cívico militar, que derrocó en 1962 al Presidente Arturo
Frondizi, quien fuera inmediatamente trasladado a la isla Martín García en
carácter de detenido. Su vicepresidente, José María Guido, lo sucedió en el
cargo en un nombramiento contaminado de irregularidades y gobernó algo menos de
dos años. Azules y Colorados, ambas fracciones antagónicas del Ejército,
protagonizaron durante el mandato de Guido enfrentamientos armados entre sí con
saldo de varios muertos y heridos.
Una “joyita” el
inicio de los 60 y, como siempre, nosotros, el puro pueblo, en el medio.
Mediados de 1963 se
vuelve a las urnas y resulta electo el doctor Arturo Humberto Illia. Todavía el
Partido Justicialista estaba proscripto. Mis recuerdos de esa época solo se
asientan en conversaciones familiares, en discusiones entre mi abuelo Pedro y
mi tío, y en la imagen de una gran tortuga con la cara del presidente en la revista
“Primera Plana”. ¿Bizarro no?
Y llegó nuevamente
el helicóptero el 28 de junio de 1966, otro golpe de Estado y van…? Pero de este
y los sucesivos ya me acuerdo. Cursaba primer año de secundaria en la Escuela, que
aún funcionaba en la Facultad de Ciencias Económicas. Nos llega al aula la
orden de desalojar el establecimiento, pero no nos dicen la causa. Salíamos en
fila y al llegar al hall de ingreso vemos en la escalinata de acceso soldados
montados a caballo “escoltándonos” hasta la vereda. Ya del vamos pintaba feo.
Desde que nací 13 años atrás llevaba más gobiernos dictatoriales que
democráticos.
A partir de ese
año los recuerdos son más vívidos y fueron tantos los momentos de quiebre y
zozobra que cuesta enumerarlos. Intrigas, “asociaciones delictivas” y asesinatos
a sangre fría como el del sindicalista Vandor, auguraban el inicio de tiempos
aún más turbulentos. En 1970 es asesinado también Pedro Eugenio Aramburu por la
agrupación Montoneros, quienes no dudaron en adjudicarse su secuestro,
“juzgamiento”, torturas y posterior asesinato y hasta creo que fue filmado.
Transcurrí todo el
secundario en dictadura y llegó la etapa de la facultad en 1971, con un
ambiente nacional enrarecido. Avistando su fin, el presidente de facto Lanusse
convoca a los partidos políticos, propone el llamado Gran Acuerdo Nacional al
que no adhirió nadie y, entonces, propone las elecciones libres y sin
proscripción partidaria alguna, pero con ciertas consignas que fueron aceptadas
para 1973, año en el que voté por primera vez.
Gana el “Frente
Justicialista para la Liberación”, con su candidato Héctor Cámpora y la
consigna “Cámpora al gobierno Perón al poder”. Para ese entonces, ERP y
Montoneros ya captaban la atención de propios y extraños, pero aún faltaba algo,
la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina. Nadie la nombra ya pero existió y
fue brutal.
Y siguen mis
recuerdos, el regreso de Perón a la Argentina y la “Masacre de Ezeiza”, con trece
muertos declarados y una cantidad de heridos que se desconoce.
En el mes de
septiembre de 1973 es asesinado/ajusticiado José Ignacio Rucci encontrándose en
su cuerpo treinta y tres impactos de balas.
A los cuarenta y
nueve días de haber asumido su mandato Cámpora renuncia y se convoca a nuevas
elecciones, las primeras sin proscripciones desde de 1955. Perón asume como presidente
vistiendo su traje militar (había sido reincorporado al Ejercito argentino) y
su esposa, María Estela Martínez, como vicepresidente el 12 de diciembre de
1973. También recuerdo aquel discurso en el que llamó “estúpidos e imberbes” a
los montoneros reunidos en la Plaza. Una figura crucial emerge entre las
sombras, José López Rega. Apodado “El brujo” por sus inclinaciones a las predicciones
esotéricas, se le atribuyó entre otras cosas la creación y operatividad de la Triple
A.
El 1º de julio de
1974 fallece el presidente Juan Perón, lo sucede María Estela Martínez, su
vice, quien es derrocada el 24 de marzo de 1976 y confinada en la residencia “El
Messidor”, de Villa la Angostura.
De ahí en más la
sucesión de hechos incalificables de parte de quienes conformaron los sucesivos
gobiernos de facto y que son por su proximidad temporal los que más recordamos
tuvieron su final aquel histórico 10 de diciembre de 1983, cuando después de
casi ocho años, de brutal dictadura asume el presidente electo Raúl Alfonsín.
Y con cambios de colores
políticos, resignaciones de mandatos antes de tiempo en pos de la continuidad
de la democracia, volvimos a votar. Y siguieron los dos períodos de despilfarros
del presidente Menem y su “Rosadita”. Volvimos a las urnas, esta vez Fernando
De La Rúa asume como presidente, caos económico y social, cacerolazos, etcétera.
El presidente constitucional renuncia y le sigue la vergüenza mundial de
cambiar cinco presidentes sucesivamente en una semana.
No obstante los
argentinos seguimos creyendo en la democracia, aunque a veces no estemos de
acuerdo con el gobierno de turno, bancamos cada mandato esperando las próximas
elecciones. Es cierto, cuarenta años que nos gobiernan quienes elegimos en las
votaciones, para nosotros es un logro, aunque para nada signifique que todo
está bien.
Democracia es en su esencia el gobierno del pueblo y para el pueblo, con solo poner una boleta en la urna no termina nuestra responsabilidad.
Mi país es un país de “blanco” o “negro”, en él la extensa gama de grises no existe, y ¿saben qué? la gran mayoría de los argentinos vivimos, pensamos y sentimos dentro de los grises. Democracia, la Señora sobreviviente.
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