martes, 17 de junio de 2025

Porque lo digo yo

Mónica Mancini

 

En los años sesenta y setenta, en los que transcurrieron mi infancia y adolescencia existían reglas, hábitos, usos y costumbres, que estaban instituidos y nadie se atrevía a discutirlos o cuestionarlos; al menos, así era en mi hogar.

El tema horarios era tal cual un cronograma de cualquier emprendimiento laboral. Almuerzo a las 12 en punto, ni un minuto más ni uno menos; cena a las 20 en invierno, en verano se cometía la extravagancia de llegar hasta las 20.30. Con el desayuno y la merienda se podía variar por las actividades de cada uno, que eran distintas.

La recreación estaba destinada a los jueves y a los domingos, eso se debía a que mi papá tenía carnicería y esos eran los únicos días que no abría el negocio.

Los jueves por la tarde íbamos al cine , actividad de la que el era muy fan y nos la contagiaba. Demás está decir que sus favoritos eran los del wild west o, como decíamos vulgarmente, “las de pistoleros”, que abundaban en esa época; aunque también nos llevaba a ver los estrenos de Disney. Aún recuerdo mi llanto desconsolado cuando el cazador mata a la mamá de Bambi. Eso lo acobardó un poco, pero continuamos por años con esa rutina. Íbamos a los cines del centro Radar, Gran Rex, Heraldo, Monumental, también a los de nuestro barrio, como Mendoza, Roma Echesortu; y, si daban películas interesantes, nos llegábamos hasta el Nilo, el Victoria, hasta a veces me llevaba al San Martín, donde casi no iban chicas.

Los domingos, en cambio, la actividad era mas en contacto con la naturaleza, aunque también una rutina. Mientras en casa mi mamá amasaba y preparaba el estofado, menú fijo de ese día, nosotros íbamos al parque Independencia, al laguito, dábamos una vuelta en la lanchita a motor con un enorme copo de nieve pegajoso, que nos apurábamos a terminar; y, entonces, con el palito hacíamos olitas en el agua. A veces también nos subíamos a los juegos, pero papá no era muy amigo de los que iban rápido, siempre prudencia al máximo. Era común que acote que ese paseo era un gran esfuerzo que hacia por sus hijas, ya que, para un canalla como él, ir al parque de la lepra era un deshonor.

Cuando llego el tiempo de ir a los bailes de Carnaval, que eran a los únicos que nos permitían, debíamos hacerlo con nuestra madre, generalmente al club del barrio que quedaba a la vuelta y había horario estricto de regreso.

Cuando llegó el tiempo de los novios, aun existía el “pedido de mano”. Se concretaba una cita, donde la interesada no estaba presente y se formulaba un interrogatorio al pobre muchacho, que supongo habrá tenido deseos de salir corriendo. Se estipulaban días de visita y se aclaraba que en las salidas debía estar acompañada por la hermanita, en este caso, la hermanita era una servidora. Mis salidas con mi hermana y su novio, para mi eran una tortura, me aburría; además, a ellos les molestaba y era evidente que preferían estar solos; no obstante, él era amable conmigo e intentaba mantenerme callada. En nuestra primera salida al cine, me compró ocho chocolates “Aero”, la segunda cuatro, la que siguió dos y hasta el día de la fecha nunca más. Supongo que deseaba asegurarse de mi discreción. Cuando la comprobó termino el chantaje.

Eran reglas, que como todas lo mejor que tienen, más aun cuando es en la adolescencia, es transgredirlas; así que nos hicimos expertas en crear trampas para esas salidas, que nos favorecían mutuamente.

En repetidas ocasiones intentábamos convencer a papá para mover algunas costumbres, pero era imposible, la famosa respuesta “porque lo digo yo” era toda la fundamentación que se nos daba ante los cuestionamientos.

La organización de una familia, sus reglas, sus costumbres en nuestra infancia eran bastante diferentes a lo que vemos hoy. No estoy segura si fue mejor o no. Creo que en el momento histórico y cultural en el que nosotros fuimos chicos nos ofrecieron lo que creían que era conveniente para nuestra formación y nuestro futuro.  

Hay mucho más para contar de esos años, pero como siempre me decía mi papá: “Moni, de a poco, no te apures tanto”.

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