miércoles, 2 de julio de 2025

Algunas cosas cambiaron

Carmen Ramallo

 

Concurrí mi escolaridad primaria en la Escuela Fiscal número 124 Isidro Alliau. Esta era como la continuidad de mi casa, era mi lugar de encuentro y la seño como mi segunda mamá. Estos recuerdos son de mi querida Villa Diego, donde viví desde mis tres años hasta fines del 1973.

Mi seño se llamaba Alicia Taborelli, un año, pasó a ser “de Rizzo”, vivimos su casamiento con mucha emoción, y con el tiempo de pronto comenzamos a ver su pancita. Me gustaba darle besos y abrazarla, ella fue una persona muy contenedora, cariñosa, justa, hablaba mucho con mis padres principalmente con mamá; hoy podría decir que era una persona muy consciente de lo que estaba sucediendo en el país; por eso, entendió cuando en octubre tuvimos que irnos, diría escapando, no muy lejos, a Roldán. Quiero aclarar que nuestros escapes siempre se dieron por cuestiones políticas; mi padre siempre fue peronista y eso tuvo siempre sus consecuencias, y en esa época era protagonista la Triple A, preparando la antesala de lo que luego sería la dictadura cívico militar de 1976.

Vuelvo a mis recuerdos escolares, ella, mi seño cubrió esas faltas, porque ya no volví hasta los primeros días de diciembre. Ella estaba sabiendo que a mi papá ya lo tenían en la mira o, al menos, lo imaginaba. Dos meses después volví acompañada de mamá al acto de clausura a buscar mi libreta. Era un día de mucha lluvia y ahí estábamos, luego de recibir nuestras notas, todos salimos en trencito por el barrio, todos mojados pero felices; mi madre, corriendo a la par nuestra, pero no me dejó ni a sol ni a sombra; mejor dicho, ni a lluvia; ni en ese día pasadas por agua, ella siempre tenía miedo que nos pasara algo…

El viaje de estudio no lo pude hacer. Mis padres tenían miedo. Eso lo supe después; yo había decidido no ir porque mis compañeros, aquellos con los que compartía más tiempo no iban, tal vez por falta de recursos económicos. Nunca lo supe.

Recuerdo haber hecho excursiones a Rosario al parque Alem; eran distintos los viajes; no había Mc Donalds, todos llevábamos nuestra comida que a veces era un sándwich de milanesa, unos pocos llevaban pebetes jamón y queso y no faltaba el de mortadela viviendo cerca del frigorífico Paladini; no llevábamos gaseosa; las seños nos daban jugo y nunca faltaba una naranja o una banana pidiendo auxilio toda aplastada en una bolsa. No llevábamos la lunchera.

A la hora de los juegos no faltaba la soga ni mucho menos el elástico, compartíamos nenas y nenes, los de mi edad no tenían tanto prurito machista, pero sí los de 6º y 7º grado; ellos eran los que cargaban a los varones que jugaban con nosotras y se armaba las corridas para buscar a la seño para que los pusieran en penitencia.

Saltar con la soga o con el elástico era como un vicio, no querías dejar de hacerlo y formábamos fila para jugar.

En los recreos, como el patio se prestaba, porque era extenso y arbolado, jugábamos a la esquinita, el poliladron, la popa en todas sus versiones, la farolera, el arroz con leche, zapatitos de charol… y también a la escondida; en esa cometíamos infracción, porque nos pasábamos al sector de los grandes. En cada sector había un niño o niña con un brazalete con una cruz roja y estaban atentos por si alguno “aterrizaba mal”.

Otros jugaban a las bolitas o con las figuritas del momento; también llevaban soldadito o autitos de carrera.

 Ya casi nadie juega de esta manera, hoy todos los juegos son con un celular o computadora, están juntos y ni se ven o no se miran…

Teníamos un compañero Juan Carlos, que estaba en silla de ruedas, creo que tuvo poliomielitis, y siempre estábamos con él, nunca lo dejábamos solo; si los juegos eran en el patio, tres o cuatro nos quedábamos con él en la galería que era muy bonita y recorríamos los pasillos amplios que nos llevaban a las distintas aulas.

A mii seño la tuve los siete años de mi escolaridad, el cariño de esa mujer fue uno de los factores determinantes en mi profesión, cuando fuera grande iba a ser maestra como ella.

Mi adolescencia no fue tan sencilla, como dije antes la política nos hacía mudar y comenzar el secundario. Fue todo un tema no tanto comenzar como continuar, pero como siempre fui muy persistente terminé en una EEMPA (Escuela de Enseñanza Media para Adutlos) y luego hice el Profesorado para Enseñanza Primaria.

Cuando fui docente, tuve siempre presente a Alicia, porque ella me hizo mucho bien; me ayudó a hablar cuando tenía vergüenza, a confiar en mí; por eso, cuando fui seño traté de escuchar a mis niños y niñas y a sus padres, porque ellos y yo teníamos una gran responsabilidad. Como a mi seño, me abrazaron y besaron mi pancita cuando estuve embarazada, jugué con ellos, muchos de los juegos de mi infancia, los escuché, me enojé y expliqué por qué y lo más hermoso: todos los días te esperaban con un beso te hacían reír y fueron un gran soporte en mi vida.

Muchas cosas cambiaron, pero si siembras amor, cosechas amor…

 

 

 

 

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