María Alejandra Furiasse
Hace aproximadamente veinte años, siendo docente en un
colegio religioso me surgió la idea de ser catequista y quién ofrecía esa
posibilidad era la iglesia San Francisco Solano, citada en la intersección de bulevar
Avellaneda y Mendoza.
Pude concurrir y realizar los dos primeros años completos. El
tercer año no, debido a la distancia, el horario e inconvenientes
familiares.
Fue durante este curso que empecé a escuchar por primera vez
sobre la vida del apóstol Santiago y la trascendencia de su legado.
El tiempo pasó.
Más reemplazos siguieron y más personas queridas caminando a
la par.
Siete años completos reemplazando en distintas
instituciones.
Levantarme 6.30 a esperar que sonar el teléfono para escuchar
que necesitaban un docente en tal o cual escuela. Fluir y esperar lo mejor. Es
difícil cuando sos sostén de hogar y estás alquilando. Y fue otra de las
pruebas que tuve que sortear: alquilar una casa por diez años consecutivos
siendo reemplazante. Y pude, creo que con ayuda divina.
Y también llegó el 18 de febrero, el día de los ofrecimientos
de los cargos docentes. Y sí, ¡llegó!
Soy titular desde 2013, aunque siempre trabajé de la misma
manera con vocación, empatía y respeto, capacitándome permanentemente.
Que el pensar razonando nos ayude a resolver problemas o
ecuaciones. Poner palabras a lo que sentimos.
También aprendí mucho enseñando.
Son maestros y maestras los peques-gigantes, si los sabemos
mirar y escuchar.
Y también mis compañeras fueron maestras para mí.
Un día, en la sala de maestros/as Liliana me dijo: “Dios
a veces escribe en reglones torcidos, pero cuida muy bien a sus hijos, a las
plantas y a los animales”. Fue después de que se enteró de que me habían
depositado mal el sueldo en lugar del mes completo que me correspondía. Me
habían depositado tres días trabajados solamente.
Y me hizo bien escuchar esas palabras con la calidez que
necesitaba.
Y al día siguiente fue ella misma la que me entregó un sobre
sellado con el dinero correspondiente a un mes entero de trabajo y aquella
frase escrita. Y me dijo: “Cadena de favores, solo eso, hoy por vos, quizás vos
podés hacer esto mismo por otra persona”.
Fue un gesto que me tocó el alma y me sigue conmoviendo aún
hoy. Pasaron tres meses desde ese día inolvidable y fue ella misma la que
necesitó ayuda, porque el chófer de su taxi había sufrido un accidente y
entonces fue que preparé un sobre con la misma frase y el dinero que yo había
recibido dentro y se lo di de la misma manera. Y fue muy grande su emoción
también.
Ocho años estuve en la querida escuela 816, citada en Cullen
y Rueda, detrás del cementerio La Piedad. Y pasar todos los días frente al
cementerio me recordaba que tenía que agradecer la vida cada día todos los
días. Se trabajaba con el alma en la mano .
Hace cuatro años mi hijo Omar me cuenta que estaba muy
entusiasmado con realizar el camino inglés.
“¡El camino de Santiago, Dios!”, dije.
Y su entusiasmo fue muy contagioso. Y me puse a investigar
más sobre el tema y a soñar despierta con cada imagen encontrada.
Santiago fue uno de los doce apóstoles más influyentes de la
historia cuyo trabajo ayudó a expandir la fe cristiana en diferentes partes de
España, país en el cual posee un camino con su propio nombre y que cada año
recibe a miles de peregrinos de todo el mundo.
La fiesta de Santiago se celebra cada veinticinco de julio. Y
los caminos son rutas de peregrinación que convergen en la catedral de Santiago
de Compostela, en Galicia, España. Estas rutas tienen su origen en la Edad
Media.
Hay siete caminos principales:
1. Camino Francés
2. Camino Portugués
3. Camino del Norte
4. Camino Primitivo
5. Camino Inglés
6. Vía de la Plata
7. Camino de Finisterre y Muxia
Este veinticinco de julio también celebré recordando mi
camino hacia Santiago de Compostela habiéndolo caminado y recorrido, con campos
florecidos y amaneceres esperanzadores, doblando en una esquina cualquiera y sintiendo
que estaba dentro de un cuento con capillas del año quinientos, y las calles
con empedrados, las casas y los negocios construidos en algunos recovecos con
toques mágicos que despiertan toda la curiosidad para conocerlos.
Recuerdo que, a mi papá, después de que dejó de fumar, (cosa
que hizo durante veinte años), le gustaba salir a caminar y llegaba a casa y
nos contaba qué cantidad de cuadras había recorrido. Casi siempre iba solo, muy
rara vez iban juntos con mi mamá.
Se distanciaban por:
El poco diálogo, no se mostraban vulnerables expresando lo
que sentían.
El duelo no resuelto de Fabián. Me imagino.
Mamá necesitaba ir al cementerio y le pedía a la tía Chichi
que la acompañe.
Papá no quería volver a ese lugar.
Y esa sensación que se sentía en el ambiente a veces, me
incitaba a meterme de lleno a la lectura de libros que disfrutaba tanto.
Juana de Ibarbourou y sus poemas.
“Mi planta de naranja lima”, de Vasconcelos.
Los cuentos de Atalaya.
“Antología del amor”, de Julia Pryluzky
Conocerse.
Saber qué te gusta, qué cosas te dan placer, hace bien.
Tener proyectos de vida hace bien.
Elegir, hace bien.
A mí, durante el quinto año de la secundaria y realizando un
trabajo de equipo en la casa de Maife me ofrecieron un cigarrillo para fumar, ya
encendido y al unísono me decían: “Tenés que probar!” y fue así como probé.
El ahogo que sentí fue suficiente para que decidiera
que no era para mí.
Caminar sí.
Sola o acompañada.
Con amigas.
Y obviamente siempre invité a mis hijos a caminar, desde que
eran niños.
“¿Vamos hasta el Monumento?”, les decía. Ida y vuelta. Y las charlas compartidas. Y las risas. Y el cansancio. Y alentándolos a cada paso.
Y siempre volvíamos renovados con ganas de volver a repetirlo. Hoy continuamos haciéndolo y con mucha emoción y felicidad digo que corren maratones y ironman.
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