Mirta Prince
No todos tenemos
la suerte, de vivir siempre en el mismo lugar.
El destino quiso
que alternemos nuestra vida en distintos puntos geográficos, nutriéndonos de
valiosas experiencias.
La primera de
ellas fue Ezeiza. Hacia allí partimos con nuestros tres hijos, que eran muy
pequeños.
Una mudanza trae
tantos cambios.
Lo que ellos más
extrañaban era a sus abuelos, sus amigos, el barrio y la tranquilidad
pueblerina de Arrecifes.
Una vez organizada
la casa, los chicos empezaron a preguntar, por la tele, a lo que les respondíamos: “No tenemos antena”.
Pasaban los días,
la caja cuadrada permanecía en el rincón, parecía que lloraba.
Los niños se
perdían sus programas. Nosotros estábamos tristes; ya que, por la proximidad
con la Capital, no tendríamos que estar sujetos a la falta de señal.
Cierto día,
regresando el papá a casa, invitó un amigo a tomar mate. Era el “Gringo”, el
amigo, el compañero y según los pequeños “el salvador”.
En una de esas,
este mira el rincón, donde triste y abandonado, el televisor, pedía ser
rescatado.
Hasta que Weigel
pregunta:
—¿No
lo conectaste?
—No,
no tenemos antena. Respondimos
—¡No!,
con una papa y dos agujas de tejer, ¡listo!
Se los conectó y,
así, inició una gran aventura tecnológica, pidiendo cables, pinzas, un
recipiente, dos agujas y con sus manos mágicas en contados minutos, apareció
una imagen nítida y espectacular.
Mirando hacia el
costado de Oscar, había seis ojitos brillando de felicidad.
Al irse la visita,
mi marido con cierta firmeza dijo: “Por un tiempito, hasta que compremos la
gran antena”.
Las cosas no
salieron muy bien al principio y se fue postergando el gran cambio.
Cierto día, grande
fue mi asombro, al ver la papa llena de brotes y, sin darnos cuenta, fue
convirtiéndose en una bella planta.
Nos causaba mucha
gracia. Nuestros visitantes nos hicieron muchas cargadas.
En ese entonces
había cuatro canales y no había aun control remoto para hacer zapping. Alguien se podía adueñar de la
tele, como sucede siempre, y mirar sus preferencias televisivas.
Esa extraña instalación
nos fue fiel y permitió disfrutar de algún programa o película en nuestros
momentos de ocio.
Siempre
nos acordamos…
Nunca pude comprobar si daba resultado o nó lo de la papa, pero sé de que muchas personas decían que sí, me pareció una idea genial y una gran ayuda para poder ver la tele...Recuerdos inolvidables...
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