viernes, 25 de octubre de 2019

Juegos

Susana Olivera

Regresábamos a casa todos juntos con mamá. Habíamos ido a Grimoldi, “la marca del medio punto”. Cada uno de los hermanos llevaba su caja de zapatos nuevos como un tesoro valioso.
Nos encantaba ir a esa zapatería, porque la sección “Niños” tenía una calesita de madera para cuatro chicos. Se manejaba desde el centro con un volante que hacíamos girar una vez sentados. También podíamos bajar y correr en círculos para darle envión. Pero eso estaba prohibido. Había que hacerlo cuando el vendedor estaba distraído. Sino “todo el mundo abajo”. Y no queríamos eso.
Una alegría el regreso. Sentados en el suelo volaban los papeles. ¿Para qué pondrían ese papel blanco de seda dentro de la caja?
¡Zapatos nuevos! ¡Y blancos! Los míos parecían de bailarina, bien escotados y sin la tirita sobre el empeine sujeta con un botón al costado. Y los de los chicos eran como de hombre, acordonados, con cordones finitos terminados en una punta brillante.
Se casaba la tía Leda en San Nicolás y mi hermano Carlitos y yo debíamos “llevarle la cola”. La semana antes habíamos ensayado y eso de llevarle la cola era mentira. Cuando la tía entraba, íbamos los dos adelante; y, cuando salía, atrás. Una desilusión, porque me había imaginado levantando la cola de ese traje magnífico. Así lo veía yo. Era como de princesa con un tapado bordado con piedras brillantes de donde salía la cola que medía más de dos metros.
Pero teníamos zapatos nuevos y eran hermosos.
Vengan a tomar la leche- llamó mamá-, pero antes me ordenan todo este lío que han hecho con los papeles. Lleven todo a la basura.
No queremos tirar las cajas, ma. Están nuevitas.
No caben en las mesas de luz y no las quiero dando vueltas por todas partes.
No. Las vamos a guardar nosotros.
Las cajas eran muy valiosas. ¡Hacíamos cine con ellas! Y eso nos llevaba horas de trabajo.
Empezamos nuestra tarea después de tomar la leche. Usando una “Gillette”, cortamos una tira en ambos costados de la caja. Por allí, pasaría la película. Y al frente y al fondo abrimos agujeros: uno para mirar adentro de la caja, y el otro para que entrara luz. ¡Listo! Ahora, a preparar las películas. Buscamos historietas de “Billiken” y las pegamos una tras otra. Elegimos “Pelopincho y Cachirula”, “Ocalito y Tumbita”, “Las aventuras de Pi Pio”. Y otras más serias y con la promesa de “continuará”: “Tucho Miranda, de canillita a campeón” y de detectives “Rip Kirby”.
También usábamos el “Patoruzú” con historietas del indio, de su padrino Isidoro Cañones, de Ñancul, el ayudante de las tareas en el campo, y la Chacha, mamá de Patoruzú, que hacía unas empanadas riquísimas y fumaba en pipa…
Horas de trabajo. Y de diversión. Más adelante, mejoramos el sistema: con una linterna o con una vela dábamos luz dentro de la caja.
Mi hermano era un buen dibujante, así que, con el tiempo, empezamos a hacer nosotros nuestras películas. Yo escribía el argumento y él preparaba las viñetas. Yo escribía historias de amor. “Ridículas”, decía Carlitos: “Escribí de aventuras, de viajes, de ladrón y policía. Estoy cansado de dibujar tarados besándose”. 
Se han perdido todas nuestras películas, se las ha tragado el tiempo como se ha tragado tantos momentos gratos y tantos recuerdos queridos.

4 comentarios:

  1. Hermoso recuerdo...yo conocí grimoldi...!!!

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  2. Una historia que en muchos aspectos nos es común. Maravillosa. Felicitaciones

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  3. Me encantó, mucha imaginación y unión de hermanos, lindos recuerdos...

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  4. Hermosa historia. Me.imagino que lindo jugar al cine. Amo el cine en todos sus formatos

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