miércoles, 22 de abril de 2015

La cabra al monte tira

Ana María Miquel

En estas palabras no pretendo ser obsecuente, ni demagoga, ni que piensen que soy una víctima. Sí, pretendo ser justa. Dar al César lo que es del César y a cada uno lo suyo.
El año pasado, con vergüenzas y temores, comencé a escribir en el curso “Contame una historia”. Estaba rodeada por compañeros, más o menos, de mi misma década cronológica y un profesor que tenía más expectativas sobre nosotros, que nosotros sobre él.
En esos momentos era una mujer madura, tímida, inhibida a veces, temerosa de todo y de todos, con miedo a las críticas y a la gente. Ya de vuelta de varias cosas, buenas y malas, y podríamos decir que con casi todo ya hecho en la vida. Lo que viene de ahora en más es un regalo que nos da Dios o el destino o también por qué no: los genes.
La cuestión es que, estimulada por el ambiente, comencé a escribir y puedo dar fe que cuando me siento frente a un papel en blanco las palabras se escriben y se sueltan tan rápido como mis pensamientos. Es muy raro que vuelva a leer o corregir lo escrito.
De esa manera, fueron surgiendo recuerdos y más recuerdos de tiempos pasados, de cosas compartidas, de objetos entre mis manos, de personas que me marcaron con su ejemplo. Seres que me quisieron, otros que me ignoraron y otros que me odiaron.
Pero en esa sucesión de recuerdos que sobre todo se me venían a la cabeza por las noches y me ponían en estado de desvelo, surgía la necesidad de escribirlos y al ir escribiéndolos fue cuando se produjo el milagro.
Redescubrí la mujer que había sido y la pude comparar con la que me había transformado. “¡Epa!”, me dije, “¿qué estoy haciendo con mi vida?, si yo era de las personas que se llevaban el mundo por delante, que no le tenía miedo a nada, ni siquiera a la soledad, que como dice la canción hasta un cierto momento viví a mi manera”. Ojo, la actual no es la Ana María que yo conocía. Tengo que ir a buscarla, reencarnarme nuevamente en esa mujer con coraje y alegría de vivir.
Así fue, creo, como este curso me transformó, me reinventó, me permitió decir “basta” a un montón de cosas y reemplazar mis tardes de martes con mis compañeros y mi profesor por las mejores sesiones de psicoterapia.
¿Renací? ¿Me reinventaron? ¿Otro regalo de la vida? No importa lo que haya sido. Aquí estoy, nuevamente rodeada de recuerdos y de cosas para contar, y agradeciendo sinceramente a todos mis compañeros y a nuestro profesor, por brindarme y brindarnos esta nueva oportunidad.

Siento que aquí tengo un lugar en el mundo, al igual que en cada rincón de mi casa. Gracias, una vez más. 

3 comentarios:

  1. Ana Maria, que gusto leerte y ver que esto que nos une a través de las letras nos abre un camino que no imaginábamos.
    Se ha formado un grupo de amigos que nos enorgullece y apoya, todos gracias a Jose que nos dio la oportunidad de ser nosotros mismos.
    Un abrazo.

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  2. Me emocionó este relato, como siempre me ocurre cuando leo tus textos.
    Un abrazo, compañerita de escritura.
    Susana Olivera

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