miércoles, 16 de septiembre de 2015

Viaje a Europa en el 74 con OVECE

Haydeé Sessarego

Muchos se preguntarán qué quiere o quería decir OVECE. Les cuento que desde la década del 60 muchas de las facultades dependientes de la Universidad Nacional de Rosario, formaron organizaciones o grupos cuyo objetivo, para l@s alumn@s que así lo desearan, era aportar dinero desde el primer año de la carrera, para emprender el ¡ soñado viaje a Europa!
Nuestra organización llevaba esa sigla que quería decir: Organización Viaje de Estudios Ciencias Económicas (OVECE).
Los fondos se obtenían mediante rifas con premios muy importantes como departamentos, autos 0 km y electrodomésticos, que los mayores adultos, padres, familiares, ofrecían a sus amig@s y conocid@s, “mangueando “o molestando, sin piedad para que adquirieran la rifa. También se exhibían los autos 0 km y modelos únicos, en la peatonal Córdoba, frente al ya desaparecido, cine “Radar” y en donde los paseantes, algunas veces, acostumbraban a comprarlas.¡ Golazo para l@s que lográbamos vender de ese modo!
Me interesa detenerme aquí en las generalidades y/o particulares de esos viajes de egresados universitarios. Se contrataban vuelos chárter con varios contingentes de distintas facultades. Hasta Ezeiza partíamos en autos particulares familiares y, como era costumbre en esas épocas, nos acompañaban en la despedida la familia de cada uno, si como en mi caso y varios más, íbamos ya casada@s. Porque… ¡ni soñar que a una mujer, por más progres que fuesen los padres para los tiempos que corrían, permitían a sus hijas mujeres, viajar con sus novios, sin casarse antes! También partían en esa “compaña” amig@s entonando cantos colmados de buenos deseos junto a abrazos y besos con el infaltable “cuídense”. Viajar al exterior, ya fuese a Europa o los Estados Unidos, era visto como una epopeya que merecía toda esa movilización, agregada a previas y variadas despedidas, en este caso, en Rosario. Aerolíneas Argentinas nos transportó hasta Madrid, pero es de destacar que esos aviones eran, expresado con honestidad, avioncitos, modelo DC8, con capacidad, para solo 115 pasajer@s.
Vamos por “rubros”, “ítems” o “partes”. El primer paso era conseguir en la capital española un hotel barato, acorde a nuestros magros bolsillos. Siempre eran habitaciones con baños compartidos, muy cercanos a la Plaza Mayor. El siguiente e inmediato paso era, al día siguiente, alquilar un auto. Para l@s que viajábamos en pareja era compartido con otra con la que era de uso y costumbre, ¡no llevarse bien, ni congeniar! Estas situaciones fueron comunes también para los grupos mixtos o no, que alquilaban combis, todo esto con el fin de abaratar costos.¡ No fuimos la excepción! Concretado este rubro, se recorría Madrid y alrededores en el vehículo de marras (Seat 1600, igualito a nuestro Fiat 125 de antaño) y, además, caminar muy mucho las calles.
Desde esa ciudad se viajaba hacia Barcelona, que deslumbraba por su arquitectura y cosmopolitismo, muy diferentes en ese entonces a Madrid u otras ciudades españolas.
Siguiente y casi fundamental ítem: comprar en Andorra (libre de impuestos) carpas y enceres para campings. Nobleza obliga a contarles que fue, como era desde hacía mucho, una “sana” costumbre, sustraer algunos utensilios. ¡No, para nada se puede afirmar que los dueños de los negocios no se daban cuenta! Iba de la mano con la presencia de contingentes argentinos. Allí, comenzaba la travesía hacia la ciudad luz, capital de la cultura e intelectualidad y protagonista de aquél siempre recordado slogan: “La imaginación al poder”. Llegar a París, atravesando buena parte del suelo francés, era ¡ deslumbrante! Sin detenerme en las maravillas parisinas, agrego que desde la compra de carpas y enseres, casi todo el resto del viaje fue acampar en diferentes establecimientos destinados a esa actividad.
El frío y la lluvia de la primavera europea no estuvieron ausentes. No existían aquí los abrigos, indumentaria y mantas como para mitigarlo. Como nota individual y de un valor inconmensurable, fue conocernos en el camping de “Bois de Bolougne”, bajo llovizna fría, lavando los platos, con Susi y Hernán, que eran del grupo de Odontología y de los que tenemos el inmenso placer de ser amigos hasta hoy, viviendo ellos en Madrid desde 1975.
El armado de carpas en cada destino era una verdadera odisea. Suelos pedregosos, clavas que no entraban, cansancio, anocheceres que hacían más ingrata la tarea y que provocaban discusiones entre parejas, y/o compañeros de autos, etcétera. Cuando por la hora de la tarde o noche, nos ¡tocaba un hotel! significaba ¡un indescriptible placer!
Me parece interesante comentarles las características propias de algunos destinos de este viaje que duró tres meses y medio.
Luego de París cruzando en ferry el Canal de la Mancha, ¡Londres!, con su mano contraria a la de casi todo Occidente con algún conato de casi choque o pequeños roces altamente multados. Esa ciudad fue también admirada por todo joven, ya que protagonizó la movida cultural que impregnó especialmente la música y la moda: Beatles, Rolings Stones: twist y rok and roll; Tuiggy con su esmirriada figura que se impuso entre las “chicas” de los 70; más innumerables vanguardistas.
 La moda de la época presente en nosotros y en l@s jóvenes europeos: chicas con pantalones pata de elefante de tiro bajo, zuecos de corcho, cabellos largos y alisados a base de la famosa “toca”, infaltables minifaldas y ojos pintados bien marcados. Los chicos, de pantalones similares, jeans casi siempre para ambos sexos, camisas entalladas con cuellos largos, pelo largo también, barba y bigotes infaltables. ¡Todos parecían “Cristos”o “Che Guevaras”!.
Seguimos de viaje con los que nos parecieron más atractivos, entre las ciudades o países. Amsterdam ¡ sinónimo de la libertad individual que conserva hasta estos días! Ya se veían jóvenes fumando marihuana en los conocidos “porros”. Ni qué decir de Copenhague y Estocolmo, creíamos ver a medio mundo desnudos, haciendo el amor en la calle tal como exageraban otros grupos, que habían estado anteriormente en los países escandinavos. En las anteriormente enumeradas, vimos y concurrimos por primera vez a los llamados, “Sex Shops”, ¡toda una experiencia, impensable en la Argentina de los 74! En Conpenhague fuimos reprendid@s por otr@s acampantes El motivo: estar cocinando, charlando y riéndonos como parte un nutrido grupo después de las 21 horas, ¡toda una rareza!, para l@s daneses y ciudadan@s de países similares. Estocolmo nos recibió con 28 grados a mitades de mayo, amaneciendo a medianoche lo que nos obligaba a levantarnos y salir de las carpas entre las cinco y seis de la mañana acalorados por el sol. Las mujeres nos duchábamos en baños sin cortinas como no se acostumbraba, ni se acostumbra en Argentina.
Retornamos desde Escandinavia hasta Hamburgo y Munich en Alemania, ¡ seguíamos acampando! No tuvimos la mejor experiencia en ese país con sus habitantes tan resentid@s y malhumorad@s por su ominoso pasado y posterior derrota durante la Segunda Guerra Mundial, después de 30 años. Un pestañeo en la historia de la Humanidad, pero se respiraba aún ese clima en el aire, se intuía y lo demostraban. No podemos obviar su prolijidad y adelantos tecnológicos muy a la vista y acentuados porque fue la sede del Mundial de Fútbol de ese año.
Huimos rápidamente de Alemania hacia Austria. Viena, ¡ bellísima , híper prolija y súper conservadora! De allí hacia Innsbruk, en el Tirol en el que nos sentíamos parte del cuento infantil “Heidi”.
Suiza y varias de sus ciudades no le fueron a la zaga, nos cobijaron amigablemente. Pero, ¡por fin cruzando los Alpes!¡Italia!, casi una madre patria, tan nuestra, con sus aromas de la nona, el olorcito a tuco y estofado bien caseritos, los tallarines y las lasagnas , raviolis e infaltables pizzas. Comíamos, como en todo el viaje, cocinando con ollas y sartenes sobre las garrafitas de camping; y también en Italia nos devorábamos los que para tod@s eran los platos típicos desde nuestra más tierna infancia. Allí, convergían casi todos los sentidos: olfato, vista, tacto. Ya desde hacía un mes, aproximadamente, el clima nos acompañó soleando el verano.¡Qué no decir de sus bellísimas ciudades desde Milán, Venecia, Florencia, Roma, Nápoles, Sorrento o Capri, que quedó grabada indeleblemente en los románticos 60 en un tema del cantante francés: Hervé Vilard denominado “Capri c’est fini”.
Otro detalle a resaltar dentro de estas estadías fue que en vestuarios de ciudades como Amsterdam y algunos de la Costa Azul en el sur francés, si se tapaban los desagües de las duchas, entraba el encargado del camping, casi siempre un muchacho joven y sin siquiera mirarnos, hacía su tarea: el destape de cañerías con un secador y alambres. Nosotras quedábamos ¡atónitas! y no terminan aquí estas “raras costumbres europeas”. En Cannes los baños y vestuarios eran con puertas pero compartidos por ambos géneros. Hoy, creo no asombran a nadie. En Cannes y Saint Tropez vimos por vez primera a mujeres en toples, sin importar la contextura o edad.
Ah!, olvidaba un tópico muy importante en esta larga estadía: recibíamos cartas de nuestras familias y amig@s en embajadas o consulados previamente establecidos. ¡Cuánta emoción y hasta llantos provocaron esas letras escritas! Muchas veces venían acompañadas de revistas políticas propias de esa época y también encomiendas con cartones de cigarrillos rubios y negros, porque fumar no estaba mal visto, ni se sabía a ciencia cierta los estragos que produce en la salud.
Finalizaban los viajes en la costa sur de España visitando los vestigios moros en Andalucía, Córdoba y Granada; y, luego, ya como final, las playas plenas de mar y sol. Para el regreso, embarcábamos en Barcelona en un enorme crucero, el “Eugenio C”, en una travesía de doce días a puro disfrute antes de arribar nuevamente a la cotidianidad del país, que tenía poco de agradable ya en esos meses.
En el puerto de Buenos Aires volvían a agolparse familia y amig@s para recibir a los jóvenes viajeros, que desde que el capitán anunciaba el destino salíamos a cubierta desafiando el frío del hemisferio sur sobre finales de julio.
Los viajer@s que iban solo@s lo hacían por más de seis meses llegando a los países del Este, la propia Unión Soviética. Cruzaban también al norte de África, Túnez, Marruecos y Egipto. Desde allí, a Israel, volviendo a Europa hacia Grecia: Atenas y sus paradisíacas islas.

Finalmente, lo verdaderamente jugoso de estas aAventuras” es pasar por el corazón los momentos únicos, distintos, inolvidables de quiénes los protagonizamos. Sí, “Nosotros los de entonces”, como el nombre de la memorable obra teatral escrita y dirigida por Chiqui González, allá por el 84.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho, toda una aventura y cuánta experiencia acumulada. Abrazo. Ana María.

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  2. Es hermoso recordar viajes de cuando éramos jóvenes, sobre todo ese que ustedes tuvieron la posibilidad de hacer antes de empezar la lucha por el trabajo.
    Cariños
    Susana Olivera

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