jueves, 8 de junio de 2017

La bicicleta

Hugo Romano

Dicen que para los regalos hay que esperar el cumpleaños, el Papá Noel y los Reyes Magos.
¡Qué macana los que nacieron el 24 de diciembre o el 6 de enero! De partida, ya se perdieron un tercio de sus posibilidades.
Otra cosa, ¿saben por qué se le llama Papá Noel? Muy simple, porque los regalos te los hace Papá y no él.
Las mamás no se sientan discriminadas, porque yo no fui el de la creación de Papá Noel ni de los Reyes Magos, todos, hombrecitos. Se ve que la discriminación viene de tiempos inmemoriales.
Resulta que en mi casa solo se festejaban los Reyes Magos. Le poníamos pastito y agua para los camellos, y los zapatitos ordenados para que ellos decidieran a cuál se le ponía cada regalo.
Recuerdo que una vez me regalaron un juego de palas y rastrillos; y, por la escalera del patio que iba a la terraza, desparramaron restos de pasto y charcos de aguas.
También recuerdo que un 5 de enero vino a cenar una pareja de amigos de mis padres y me decían: “Andá a dormir que mañana llegan los reyes y si estás despierto, no vienen”. Pero yo los quería ver en persona y aguanté hasta muy tarde. Me acostaron, pero seguía despierto mirando hacia la claraboya de la puerta. Esas puertas altísimas, con claraboyas, que se abrían en verano para que entrara un poco de aire fresco de la noche y se cerraban en invierno para que no pasara lo mismo. Veía que era la única abertura por donde podrían entrar y así me quede dormido.
Siempre me gustó la bicicleta. Cuando era muy chico tenía una con ruedas macizas de color rojo; pero cuando fui creciendo quería una grande.
Al negocio de mis padres acudían, por supuesto, clientes y a uno le decían “El Caña” por lo delgado. Llegaba siempre en bicicleta. Yo, en una oportunidad sin pedírsela, la tomé “prestada”. Él no me había visto. Ponía una pierna dentro del cuadro, porque a los asientos no llegaba y, así, andaba toda la vuelta manzana.
Sale del almacén y la bici no estaba. La cara se le desdibujó y en voz alta dice: “Arturo (mi padre) me robaron la bici”. Todos en la puerta preguntando si vieron algo, nadie había visto nada y allí aparezco yo doblando la esquina muy tranquilo.
Ay Chunguito, me la hubieses pedido.
Pero si siempre me la prestás.
Sí, pero avísame, casi me da un infarto.
Entre el infarto y el placer de andar en una bici rodado 28, volvería sin dudas a elegir esta última oportunidad.
Casi todos tenían bici rodado 28 en la cuadra, pero yo no. Las pedía o las usurpaba y era como tocar el cielo con las manos.
Frente a casa vivía Pedro, un señor que fabricaba marcos de madera para enmarcar cuadros. También pintaba. Vendía al por mayor. Para hacer las entregas envolvían los listones con los distintos dibujos y en la parte donde se ataban se protegían, para no dañarlos, con cartón. El proveedor de los cartones era mi padre, supongo que entre otros, y el producido económico, era para mí, junto con la venta de corchos, que sacaba de las botellas vacías que los traían, y del plomo, con el que se protegía a los corchos de las bebidas más caras.
Llegan los Reyes Magos. Había terminado la primaria y el pedido era la famosa bici rodado 28.
Me levanto ese día 6 de enero con la seguridad de que me la habían traído; pero los zapatos solo tenían regalos sin importancia. Mi cara reflejaba exactamente lo que sentía, una frustración de aquellas.
Me llama mi padre y me dice: “Andá a llevarle a Pedro estas cajas que las están esperando”.
No, no voy, lleváselas vos. Le contesto.
Andá y no te lo repito.
Por supuesto, no quedaba otra. Crucé con las cajas que algo pesaban; pero mi peso mayor, era el de la frustración.
Al llegar, me abre la puerta Antonia, la esposa de Pedro, que estaba en el taller trabajando, y me dice: “Dejalas a un costado en el garaje”. Luego me dice: “Chungui, decime una cosa, apareció aquí este zapato y no es de ninguno de nosotros, ¿por casualidad no es tuyo?”
Sí- contesto sorprendido.
Ah, mirá, el otro par estaba…
Hace una pausa y agrega: “Vení, pasá al comedor”. Y allí estaba el otro par sobre el asiento de una rodado 28, verde, la más hermosa que jamás haya visto, envuelta con papel celofán.
El rodado 28 significaba que los papis aceptaban, supongo con cierta nostalgia, que el nene quedaba atrás y empezaban a convivir con un incipiente adolescente.
Cuando uno está muy contento, se dice que parecés un perro con dos colas, pues yo tenía muchas más. No lo podía creer, la tomé y salí a la calle andando, como podía, y allí, en la puerta, estaban mis dos progenitores observando el acontecimiento. 
Mi felicidad era enorme. Crucé la calle raudamente, para abrazarlos a Melchor y a Baltazar, el tercero, Gaspar, creo que estaba escondido, fotografiándome.

1 comentario:

  1. ¡ Qué hermoso recuerdo !!! Cuánto habrás disfrutado esa bici !!! Gracias por compartir...

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