miércoles, 14 de mayo de 2025

Diarios de viajes. Roma y El Vaticano





María Cristina Piñol



Muchos de nosotros, y me incluyo porque así lo hice cuando fui por primera vez, leemos previamente “algo” de lo que vamos a ver, y el resto se lo dejamos para que, en este caso, “Roma nos sorprenda”. Aunque lo parezca, no está muy bueno. Lo ideal es previamente ver un mapa, marcar lo que nos interesa y armar un itinerario, de este modo optimizas tiempo y ahorras dinero. Roma es una ciudad grande y tiene muchísimo para mostrar. Tampoco es lo mejor ir “corriendo” de un punto a otro; todo lo contrario, “el camino hacia Coliseo, foros, etcétera, etcétera, se incluye en el ‘paseo’”. Vale preguntarse: ¿Cuántas veces o cuántas ciudades nos permiten pisar, ver y tocar la Edad Antigua, Media, el Renacimiento, la Edad Moderna, Contemporánea y el Siglo XXI todo en un mismo espacio de tiempo y de lugar? Roma es para caminarla y descubrirla a cada paso, para enamorarse de sus calles estrechas, empedradas e intrincadas, para tomar un “ristretto” en la barra de un bar por la mañana codo a codo con un romano que hace una pausa antes de ir a su trabajo, o para compartir la “hora del aperitivo” en las escalinatas de una fuente cuando terminaron el día de “lavoro” y se juntan a charlar vivamente antes de volver a sus casas. También para comer sus “pastas” en un pequeño restaurante típico de alguna callecita perdida, para caminar sin tiempo por el Rioni Monti, el barrio más antiguo de la Roma moderna, o perderse en el animado y bohemio Trastevere asombrándonos con las verdes enredaderas que cuelgan por sus paredes coloridas. Recorrer la ciudad de noche y ver cómo esas luces “amarillas” que encienden el romanticismo, nos van marcando el camino hacia la Plaza Navona con sus esplendidas fuentes que por efecto de la luz resaltan sus esculturas y tiñen de turquesas sus aguas, y ver la Fantástica Fontana di Trevi aparecer de repente detrás de una esquina. Sí, Roma enamora…

Y, como si todo esto no bastara, también se da el lujo de albergar un Estado independiente dentro de sus murallas, El Vaticano.

En uno de los viajes nos hospedamos en un departamento dentro de las murallas del Vaticano, en una calle llamada Alla Fontana dei Borgo Pío, que desembocaba directamente en las Galerías que rodean a la Plaza San Pedro. En esa oportunidad nos asombró ver a muchísimos aspirantes a monjas y a sacerdotes africanos muy jóvenes.

Cuando te encontrás dentro de la imponente Piazza San Pietro, uno se queda pensando… cuánto poder existe en tan poco espacio. El Vaticano es el estado más pequeño del mundo y su forma de gobierno es la Monarquía Absoluta; o sea, que el Papa ejerce absolutamente todo el poder del Estado y esto no se discute. Pero, además, es el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica; o sea, que también ostenta el título y el poder que esto conlleva, al ser el único conductor y referente de toda la grey católica esparcida por el mundo entero. La Iglesia Católica Apostólica y Romana, a todo lo largo de su historia, ha librado muchas batallas en pos de cobijar feligreses en su seno, algunas literalmente guerras armadas como Las Cruzadas, y otras con el nombre de “Misiones Evangelizadoras” en África, Asia, todo el territorio de América e incluso la mayor parte de la que hoy es Europa Occidental. Paralelamente a su gran poder político, también es innegable su poderío económico. Al ser un Estado independiente, reconocido y soberano, casi todos los países tienen una embajada en el Vaticano, por ejemplo. La fortuna que posee, según el dicho popular, bastaría para terminar con el hambre del mundo, y algo de cierto debe haber en esto. Con solo entrar a los Museos Vaticanos, que es lo que “se deja ver” en cuanto a valores económicos, podemos darnos una vaga idea, si a eso le sumamos los tesoros también visibles en la Basílica, y la Capilla Sixtina, más los secretos bien guardados durante siglos, que han desatado miles de novelas, películas y cientos de libros de diferentes historiadores, investigadores y arqueólogos, tendríamos que concluir que el Papa es más poderoso que los gobiernos de los Estados Unidos, China y la ex Unión Soviética juntas. Las bibliotecas de este pequeño gran Estado, guardan un sinfín de manuscritos antiquísimos que según dicen, resumen la historia universal, y son los secretos más preciados de la Iglesia. Pero, a pesar de toda su historia de poder y también dominación, a pesar de no ser profesante de esta ni de ninguna otra religión, básicamente siendo agnóstica, creo que es un lugar imperdible, admirable por su arquitectura, su arte, y también por esa mística pura y real que sienten sus fieles. Eso sí, no tiene ejército (al menos no de manera tradicional), el estado solo es custodiado por la Guardia Suiza.

La Plaza vista desde la Cúpula de la Basílica es toda una alegoría.

Al inicio de la Vía de la Conciliacion, a la izquierda, se ve el Castel Sant’Angelo, el cual se une a los aposentos papales a través de un puente/túnel, y a la derecha cruzando el Tíber se divisa la Cúpula del Panteón. En el centro de la Plaza se encuentra el obelisco egipcio, uno de los tantos robados y llevados a Roma. A ambos lados de la plaza las fuentes gemelas, por encima de la basilica las estatuas de los doce Apostoles, y sobre el techo de las columnatas las figuras de ciento veinte santos. La Plaza fue diseñada por Gian Lorenzo Bernini, y la idea central de su disposicion fue pensándola como una figura humana, donde la Cúpula es la cabeza, y el columnado los brazos abiertos para acoger a los feligreses de todo el mundo y en si, a la humanidad toda. Cada galeria esta compuesta de cuatro filas de columnas enormes, las que forman tres pasillos en su interior, pero, parandose en medio de la plaza junto al obelisco, y mirando ambas galerias, se verá una sola fila por cada una, ya que las otras tres se ocultan perfectamente sobre la primera, según los estudios arquitectónicos, esto es una obra magnificente que solo un genio pudo haber hecho.

Toda Italia es un derroche de historia, arquitectura, naturaleza, costumbres, arte, sabores y colores, volvería cien veces.

Leí en un blog de viajes esta frase que “viajar a Italia es ir en busca de pedazos de uno mismo que no sabías que te faltaban” y es exactamente lo que yo siento.

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