martes, 19 de septiembre de 2023

1983 democracia 40 años, 2023 democracia 40 años, 2063 democracia…

 Oscar Martino

 

Poco a poco esos días tormentosos, de miedos, de silencios solo interrumpidos por gritos y frenos de autos a medianoche, fueron apagándose. Las elecciones estaban al alcance de las manos, a fuerza de jóvenes caídos en una guerra absurda no por su argumento si por el momento, la ansiada democracia perdida hacia siete años estaba empezando a tomar color.

Los partidos tradicionales de la época, rivales históricos, competían nuevamente y una vez más por el sillón de Rivadavia, tomado a base de punta de pistola por militares indeseables, que no lo son todos por supuesto. Peronismo y Radicalismo, Radicalismo y Peronismo, otra vez empezaban la danza de nombres para ofrecer a la sociedad argentina ávida de protagonismo candidatos a la altura de la circunstancia.

En los bares, las oficinas, en las universidades, los colegios secundarios se hablaba de las elecciones todo el tiempo, también había rivalidad, no la de hoy tan encarnizada, pero si la había. Por aquel entonces trabajaba en una oficina, en un primer piso a la calle; en mi sector éramos unos 15 hombres (no había mujeres allí) de diferentes edades, a punto de jubilarse (a los 60 años), de mediana edad, jóvenes y muchachos como yo, que en ese momento tenía 22 años.

En el ratito libre para almorzar se generaban unos debates fantásticos, pero más que nada entre los jóvenes que precisamente íbamos a votar por primera vez, y muchos hablábamos por lo que habíamos escuchado en casa o porque de alguna u otra manera empezábamos a identificarnos con algún candidato.

Pero lo verdaderamente importante es eso que hablábamos… libremente… cada uno defendiendo o argumentando sobre lo que le parecía tener razón.

El 10 de diciembre de 1983 no me voy a olvidar mientras viva, por dos cosas: primero, porque estaba de Luna de Miel en Carlos Paz. Nos habíamos casado el 3 de diciembre y, como era afiliado al gremio de Comercio, la Asociación nos regaló el viaje de bodas, en un muy lindo hotel cercano a la terminal.

En aquel entonces todavía, salvo algunos hoteles de mayor categoría, la generalidad no era como hoy con televisores en las habitaciones, sí en el living o salón comedor. Y este era el caso del hotel que nos alojaba, mientras desayunábamos apareció en el Cabildo Don Raúl Alfonsín, a quien particularmente no había votado pero esa imagen me emocionó como si lo hubiese hecho. Y a pesar de que en su gobierno tuvo muchos inconvenientes propios y ajenos, le tengo un profundo respeto como un verdadero demócrata.

De ahí en más se sucedieron gobiernos de distinto tipo, con algunos he concordado, con otros no. Sin embargo, no me caben dudas de que la democracia es un sistema, a mejorar sin dudas, pero el único posible; y nunca debiéramos dar cabida a personajes que quizás puedan atentar contra las instituciones. Eso lo padecimos y sufrimos, y no es transmisible. 

Tengo hijos de entre 30 y 40 años, cuatro. Gracias a Dios y a su esfuerzo, están bastante bien de trabajo, pero a veces se desaniman con el país y trato, en lo posible, de que eso no pase. Este es un gran país, somos una sociedad difícil, pero la solución no es Ezeiza, como dicen algunos, los menos, la solución es votar, exigir, demandar, salir a la calle pacíficamente a reclamar derechos, y a que se cumpla lo vociferado en campaña, y no salvarnos de a uno, si no crecer entre todos.

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