martes, 25 de noviembre de 2014

Una fuerte amistad

Por Iris Fernández

Logré mi deseo, ser docente. Siempre me atrajo lo social. Con mi amiga Mariví nos anotamos en la Escuela de Asistente Social y, con curiosidad, comenzamos a construir nuestra vida estudiantil. Así lo recuerdo:

Un taconeo militar nos advierte.

 Apúrense, entró la gorda y apagando el cigarrillo con la plataforma del zapato de quince centímetros, nos sentábamos en silencio mortal, mirándola mientras nos explicaba sobre el Derecho de Familia, sin saber nosotras a quién miraba. Era bizca.

El Dr. Pascual Agripino, abogado, alto, derecho, con cara circular, radical, explicaba, explicaba sobre Derecho Civil, monótono, aburrido, cambiaba de tono cuando algo no le gustaba, respecto a lo que hay que HACER y de lo que NO hay que HACER, por eso cuando el salón se envolvió con olor a acetona, Bety ubicada en la última fila de bancos, tuvo que irse afuera, ante el amenazante dedo índice del profe.

…y la profesora Lidia Morales, era toda una Institución en la Escuelita de Asistente Social, mientras hablaba, estacionada en un discurso de décadas pasada, se miraba las manos revoloteando sus ojitos de huevito de codorniz. Yo, ¡jamás! me presenté a rendir los parciales programados para regularizar la materia, resultado: me llevé Servicio Social I, ¡inédito!, no había antecedente alguno, en la carrera.

             Ah… La Montanares, era Psicóloga y Directora de la carrera, se paseaba por el patio, siempre de buen humor, con una vocecita tenue, dulce, nos decía:” Chicas, cómo están…”

Economía I estaba a cargo de un Contador , socialista, cómo nos gustaba sus clases, hablaba claro, simple, era un placer escucharlo, me acuerdo que me impactó cuando nos explicó sobre el desarrollismo, el Dr. Frondizi y su gestión.

En ese lugar de la calle 25 de Diciembre, en una casona antigua, vicentina, nos conocimos: Perla, Bety, Liliana, Lidia Gamulin, Beatriz y yo .Nos reíamos, hablábamos de los pretendientes, invirtiendo energías para ver cómo poder conquistar su atención, cuando alguien nos gustaba.

 Armamos grupos de estudio y así día a día, año a año, fuimos tejiendo una gran amistad que sin saberlo nos unió en la vida.

ALGO, nos quedaba de lo que leíamos…

Mientras enmarcábamos con florcitas los apuntes para descargar ansiedades, permaneciendo horas atornilladas en las sillas estudiando, o nos hacíamos la toca peinándonos para un lado y para el otro, previa colocación de un gigantesco rulero que teníamos en la cartera, o nos invadía las tentadoras risas de nerviosismo cuando los tiempos se acortaban y las fechas de examen se aproximaban.
Ibamos a buscar los apuntes en colectivo, (la comunicación era cara a cara) y si teníamos que hablar por TE, en mi caso concurría a un bar cercano a casa.

Las montañas de apunte en la mesa de La Buena Medida, donde nos reuníamos minutos antes de rendir para intentar repasar todo el programa, eran testigo de nuestro empeño, rogando que nos tocara una determinada bolilla para poder “meter” una materia más.


Hacíamos un gran esfuerzo, para que las charlas cómplices acerca de la diversión, no nos alejara del objetivo, hasta llegábamos a establecer horarios que nos habilitara para hablar de Pipach, (boliche ubicado en Primero de Mayo y Rioja) ,Las peñas: “El Santiagueño”, “ Los Caños”, (Laprida abajo)…. a TODO CHAPE .

Corría el año 1971.
Se comenzó a percibir en el ámbito de la escuelita, un cierto cosquilleo, malestar, acompañado de fuertes críticas al orden instaurado.
Surge un estallido de ideas, tratando de cambiar el aspecto de “carrera apolítica”,(como la entendían muchos profesores).

Compañeras comenzaron a traer otros pensamientos de afuera, a cuestionar el programa de estudio, los fundamentos de la carrera, apuntando a instalar otra manera de entender la realidad social.

Se decidió en común acuerdo resolver y programar todo en Asambleas colectivas.
 Los profesores desfilaban, flaqueando ya su autoridad, a ocupar sus lugares en las aulas, ahora vacías de alumnos.

Qué mezcla de sensaciones se entrecruzaban en mí, me atrapaba el cambio, pero sentía lástima, vergüenza cuando se retiraban de las aulas sin mirar a nadie, ni preguntar nada.
Entonces se produjo el cambio esperado, otras materias, otra dirección, otros profe, comenzaron a poblar el espacio, nos sentíamos movilizados por la bibliografía, por el dictado de las clases, la apertura a un conocimiento más reflexivo y analítico de lo social, hasta se cambió el nombre de la carrera por Trabajo Social.

También organizábamos encuentros en casas con otros estudiantes, porque eran momentos de un gran compromiso social por parte de la juventud, me acuerdo que estos espacios terminaban casi siempre en acaloradas discusiones políticas. Se dibujaba un marcado rechazo por todo lo que no fuera de nuestra cultura: nombres de negocios o marca de ropa en extranjero, o la música no nacional, decíamos que para las fiestas navideñas debíamos adornar un ombú y comer asado. Difundíamos listados de empresas nacionales para estar informados sobre las marcas que debíamos consumir y listados de las multinacionales para tener claro dónde estaba la concentración del capital.

Aterrizó Pucho… de Buenos Aires, alto, con lentes, muy flaco ¡un revuelo! traía libros de autores desconocidos para nosotras. Liliana, mi amiga, le había ofrecido un lugar en el altillo de la casa de sus abuelos, para guardar cuidadosamente los libros y apuntes que comenzaron a circular. Cuando se ausentaba, nos reíamos diciendo está haciendo mini turismo, mientras la policía se hizo cargo de él, nunca más apareció junto con otras compañeras. 

Creo que algo mucho… no quedó, se cerró la carrera en el año 1976 durante 10 años.

Eso sí, nosotras siempre juntas más allá de los tiempos y los momentos políticos.

Ahora ya con la media naranja asegurada, cayeron los casamientos, los proyectos, las ilusiones, la construcción del nidito. Dónde comprar los cerámicos más lindos y baratos

Continuaron floreciendo los jardines, pero esta vez las rococó poblaron las delicadas batitas de nuestro primer hijo.

En el año 1978, cuando cambia la ley de alquileres, se implementa a través del PAMI, los operativos vivienda, fue nuestra oportunidad, ingresamos las T. Sociales de la última promoción ante del cierre. Éramos las únicas que no estábamos ocupadas, por lo tanto continuamos viéndonos todos los días, en nuestro segundo hogar, nuestra fuente de trabajo, con futuro a la Jubilación Nacional.

Nuevas energías destinadas a las historias laborales nos ligaron, treinta y cinco, cuarenta años…como se dice: “Toda una vida”.

Pero no nos perdimos en la calle San Lorenzo, lo mejor de nuestra obra de arte son esas esculturas vivientes que con tanto amor, paciencia, ganas, logramos hacer. Esos seres que hoy nos sostienen y nos podemos ver en los espejos de la vida.
  



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