martes, 31 de mayo de 2016

Mis abuelos

Noemí Irene Peralta

No conocí más que un abuelo, mi abuelo paterno; pero ya tenía ochenta y cinco años cuando yo nací en mil novecientos cuarenta y uno; falleció a los noventa y tres años.
Al compartir tan poco tiempo con él y ser yo muy chica, no preguntaba mucho por cómo había sido su vida, de la cual me enteré cuando fui mayor.
Por lo que recuerdo, era un hombre delgado, de bigotes y no muy alto y era de Tostado, en el norte de la provincia de Santa Fe.
Al principio de mi niñez, venía de vez en cuando a casa, con una de mis tías que lo cuidaba, luego debido a su edad dejó de venir, pero como mi padre era muy familiero, íbamos todos los domingos al mediodía a visitarlo junto con mis hermanos. La comida dominguera era siempre arroz con pollo.
En ese entonces no comprendía porqué mi madre nunca nos acompañaba, pero no preguntaba.
También visitábamos a quien era mi madrina de bautismo, que era una prima de mi padre, pero mi madre tampoco iba a su casa. Cuando fui adolescente de a poco me interesé en conocer los porqué, y al ir preguntando, me enteré que la familia de mi padre tenían una candidata para el casamiento destinada a mi padre, cosa que él no aceptó y su familia entonces despreciaba a mi madre.
De mi abuela paterna solo sé lo poco que me contó mi padre, que mucho no sabía, porque falleció cuando él nació.
De mi abuela materna sé todo lo que me contaba mi madre, que la adoraba y admiraba mucho. En sus fotos se ve una mujer elegante con su corte a la garzón, como se decía entonces, su sombrerito, sus zapatos con presilla y taco ancho, vestidos de talle bajo... Recuerdo una imagen, especialmente, en el parque Independencia junto a mi madre y mis tías adolescentes. Falleció muy joven, a los cuarenta tres años, por ese motivo tampoco la conocí, solo tengo esos recuerdos atesorados por mi madre y sus fotos.
Mi abuela se separó de su marido muy joven aún, así que ni siquiera tenía una foto de él; pero mi hermano, indagando en los lugares donde se asientan la llegada de los inmigrantes españoles, pudo obtener una foto de él de los archivos correspondientes. Así, hace unos años conocí la cara que tenía mi abuelo paterno, gracias al tesón en su búsqueda de mi hermano.
Mis abuelos maternos habían venido de España muy jovencitos, no sé cómo se conocieron en Rosario y se casaron, él con diecisiete años y ella con tan solo quince. Tuvieron tres hijas, de las cuales la menor era mi madre, y luego se separaron.
Mi abuela Ana, que así se llamaba era la abuela que hubiera querido conocer y compartir su vida, llegué a quererla mucho aunque solo tenía los recuerdos de mi madre.
Siempre añoro esos momentos no compartidos, que me mimaran, me contaran cuentos, me malcriaran como hago yo, ahora que soy abuela y disfruto con mis nueve nietos que son para mí una bendición en mi vida.
Me imaginaba en mi niñez a las abuelas gorditas, con un delantal amplio protegiéndole los vestidos largos, sus cabellos blancos recogidos en un rodete. Quizás porque así era la abuelita de una amiga de la infancia.
Nuestras mesas familiares cuando nos reunimos son muy alegres y bulliciosas. Somos familia numerosa, pues tuvimos cinco hijos que se completan con otra generación de nueve nietos.
Así, hubiera querido que fuera mi niñez, con abuelos a quienes querer y con quienes compartir las reuniones familiares.

5 comentarios:

  1. Noemí, muy lindo tu relato y por lo visto, la vida te compensó y mucho. Felicitaciones. Ana María.

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  2. Gracias Ana María, en verdad , como decís, la vida me compensó coon una hermosa familia, y ahora cumplo el papel de abuela, que en verdad disfruto mucho.

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  3. Te perdiste tus abuelos, pero podés imaginártelos con tus propios nietos. ¡Nueve! ¡Cómo los debés disfrutar!
    Cariños
    Susana Olivera

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