martes, 8 de noviembre de 2016

Uno, dos, tres (*)

José Mario Lombardo

I
Como todas las mañanas, su mujer le alcanzó el mate.
Sentado frente a la ventana, parecía mirar cada vez más lejos mientras tarareaba una canción que se repetía y se repetía como un trino.
Sus dedos, que traqueteaban sobre la mesa el mismo ritmo monótono, muy de vez en cuando pellizcaban una galleta que de seca se desintegraba en mil pedazos.
La mirada cada vez más lejos.
Ella, cual tibia ofrenda, le acercó el segundo mate: Una vez había traído un hijo entre sus brazos para que Juan lo acunara.
No era entonces monótona la canción de Juan. Como lentas bagualas las canciones de cuna, como alegres ritmos cuyanos los juegos, como sabias milongas del sur sus consejos.
Y las manos habían modelado la arcilla.
Pero llegó el tiempo en que a la arcilla modelada le crecieron alas. El hijo reclamó el cielo para volar y se fue con todas las ganas a buscar la vida (como alguna vez Juan).
Juan sintió que un trocito de galleta le endulzaba la boca.


II
Juan es ahora una estatua tensa y atenta que espera.
Espera el silencio y el silencio viene.
Pero recién con el canto del primer pájaro y cuando el sol comienza a salir todo naranja, él le clava la pala a la tierra gorda y húmeda de rocío.
Después (como de costumbre), saca las tres semillas de la tabaquera y las acomoda cuidadosamente en el nido de la tierra.
Termina cuando el sol ya es un gran disco naranja. Cuando el canto de los pájaros es la canción de la vida nueva.
Todos los años, Juan y las tres semillas repiten la ceremonia de la siembra.
Juan camina lentamente hacia la casa. El olor del tabaco lo incita a recordar. Una lágrima, que parece rocío, le moja la boca y él, presuroso, guarda la tabaquera en el bolsillo.
Los recuerdos, como el tabaco, van irremediablemente a su lado.

III
Cuando Don Estrella, el almacenero, le ofreció por primera vez las semillas, le indicó cuidadosamente la forma de sembrarlas. Y la hora. Y el día. Y la tierra gorda. Y el rocío necesario.
El, por mantenerlas frescas, las guardó en la tabaquera.
Después, partió en su bicicleta feliz portador de las tres semillas palpitando la vida.
Al entrar en la casa la encontró sentada sosteniendo el papel como una carga.
Leyó con desconsuelo. Atinó a buscar un apoyo y susurró: “perdón”, vaya a saber por qué. Después, salió al patio y miró el cielo que se le teñía de negro: “No, no es verdad. Yo sé que no es verdad…” Y entrando nuevamente gritó desesperado: “Cuando germinen él vendrá. ¡El vendrá!”.
No podía ser. No era verdad. El hijo habría de volver.
Tenía las tres semillas y la tierra gorda y húmeda de rocío: “Cuando germinen, él vendrá”.
En la madrugada del día siguiente, abrió la boca de la tierra y las tres semillas partieron con el hijo a buscar el centro del tiempo.
Y cada año repitió la ceremonia con la esperanza clavada en un tierno tallo y una flor que abriese para revelar el nacimiento de la nueva vida que le devolviera la vida del hijo.
Pero tallo y flor se negaban a anunciar la buena nueva.
Se hizo templo. Se volvió cada vez más roca.
Y así fue como la canción se transformó en monótono trino.
Ella, acaso para no morir, aprendió a descifrar el mensaje en la canción.
Hoy, con el último atardecer, seguramente podrá observarlo como de costumbre hamacándose levemente al compás y mirando fijamente la tierra.
La monotonía del canto, le acercará una vez más el angustiado grito de Juan tentando el camino de la esperanza.
De la desconsolada esperanza.
                                                                           “PEPE”

(*) Este relato lo envié allá por 1985  a “Certamen de cuento Breve” de Carlos Pereiro. Editor, firmándolo con el seudónimo “PEPE”. Y fue elegido para  su edición en compañía de otros relatos, en un libro que nunca pude conseguir. Hoy, que ya son ciento veintiuno los nietos recuperados, presiento que Juan logró por fin ver los tallos en flor. 

2 comentarios:

  1. Hermoso, muy sentido relato, todo el dolor reflejado en él...Me encantó...Gracias... Mimí

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  2. No todos pueden con palabras reflejar la verdad del momento pasado .

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