martes, 22 de septiembre de 2015

Los laosianos

Teresita Giuliano

“En el marco del Proceso de Reorganización Nacional iniciado con el golpe militar del 24 de Marzo de 1976, tuvo lugar la implementación del Programa de acogida a personas refugiadas del sudeste asiático (principalmente laosianos).
Este programa de refugio se implementó en respuesta a la convocatoria de las Naciones Unidas a los países miembros, de acoger a personas desplazadas del sudeste asiático tras los conflictos bélicos en esa región.
En el caso de la Argentina, la decisión del gobierno de aceptar a un contingente de personas refugiadas resultaba una situación propicia para difundir una imagen internacional que lo mostrase respetuoso de los derechos humanos.
Luego de una breve selección de candidatos, arribaron al país entre 1979 y 1980 alrededor de trescientas familias provenientes de países del sudeste asiático”.
(De: “Refugiados del sudeste asiático en la Argentina – 30 años de historia”. Dirección Nacional de Población, Ministerio del Interior y Transporte).

…Y nos dimos cita frente a la Comuna del pueblo. Recuerdo que hacía muchísimo calor y era el mediodía. Estábamos todos, las familias enteras, las autoridades y ¡la banda! con sus bastoneras y músicos uniformados sudando a mares.           Ese día nadie almorzó… esperábamos… hasta que llegaron.
 Apenas hizo su aparición en la esquina del cine “Central” un colectivo del Ejército, la banda comenzó a sonar. Estacionó frente al edificio comunal y comenzaron a bajar los “laosianos” (como les llamábamos), con cara de susto y sin entender nada.    Mucha gente mirándolos fijamente (aunque sonrientes), algunos que les tendían las manos, otros que los querían tocar, la música de la banda, las autoridades del pueblo preparadas para el discurso de bienvenida… y ellos, con su escasísimo conocimiento de nuestro idioma y algún chapuceo en inglés o en francés.
 No queríamos dejarlos solos. Con la banda adelante y todos nosotros a su alrededor, los llevamos a dar una vuelta por las calles céntricas y luego los acompañamos hasta el lugar de residencia provisorio, que les habían preparado.
Los ubicaron en la maestranza comunal en unos pequeños depósitos convertidos en habitaciones. Allí quedaron un tiempo. La idea era hacerlos pasar por un período de adaptación y aprendizaje a sus nuevas condiciones de vida.
Los chicos del pueblo, colgados del portón de ingreso, se pasaban horas mirándolos y tratando se entablar algún tipo de conversación.
Pronto se corrió la voz: “¡Los laosianos comen cascarudos y chicharras!”.
Decían que los freían en unas pequeñas sartenes y los comían como si fuera maní tostado. Nunca lo comprobé, aunque mis hermanos lo aseveran.
Al poco tiempo, fueron llevados a vivir y trabajar como peones en chacras de la zona rural del pueblo.
Se suponía que aprenderían los rudimentos de nuestra agricultura y ganadería para radicarse definitivamente en los campos necesitados de mano de obra.
Por esos años (pre-transgénicos), se empleaba mucho personal temporario para “cortar los yuyos de la soja”, trabajo este que se realizaba en forma manual y que implicaba un gran esfuerzo físico.
Los laosianos no eran agricultores ni estaban ligados a las actividades del sector agropecuario (había profesores, maestros, pero en su mayoría tenían una formación militar), por lo que no pudieron adaptarse a las condiciones laborales locales.
…Y un día, el pueblo que los acogió con su mejor predisposición los vio partir hacia las ciudades, donde encontrarían otros medios para subsistir.

Actualmente, la mayoría de los refugiados del sudeste asiático que vinieron a la Argentina, reside en la provincia de Misiones, donde las características climáticas, el tipo de vegetación y determinados alimentos son similares a los de sus países de origen.

3 comentarios:

  1. Muy buen reporte. Es una historia desconocida para mi.
    Un abrazo.

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  2. Cuánto debe haberles costado recibir tanta gente... No es fácil darles alimentos, techo y trabajo a trescientas familias. Me duele que no se hayan quedado en el pueblo. Distinta la reacción de los laosianos a la de otros inmigrantes que se adaptaron rápidamente.
    Muy buena historia.
    Cariños
    Susana Olivera

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  3. Opino como Susana, ¡qué lástima!, después de tan buena predisposición de todo un pueblo, no haber hecho ellos, como tantos inmigrantes recibidos en nuestro suelo, un pequeño esfuerzo para adaptarse ¿no?

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