H. B. Carrozzo
El 4 de Noviembre de 1967,
el Médico del Distrito Militar Rosario me firma mi libreta de enrolamiento con
la inscripción: “No incorporado por comprendido en el N° 163E141 del RRMSCFA”.
En otras palabras, me salvaba del Servicio Militar Obligatorio, una buena
noticia que compensaba la del sorteo que me había premiado con un 996. ¡Me iba
a tocar Marina! clavado y dos años.
Yo estaba estudiando
Ingeniería Química en Santa Fe y ya había decidido que si me salvaba de la
colimba, iba a empezar a trabajar y continuaría estudiando donde pudiera.
Así que empecé a buscar
trabajo y me inscribí en la UTN. Gracias a los contactos de mi padre, conseguí
entrar en el frigorífico Swift. Y un día de diciembre del 67 me presenté a
trabajar al laboratorio del Swift.
El laboratorio estaba
compuesto de dos grandes sectores: Analítico y Microbiología. El Analítico a su
vez se dividía por mesada de trabajo: mesa de aguas, leche, suministros, conserva,
aceite, y otras. A mí me tocó la mesa de Leche y Eduardo era mi instructor. Ese
día no se pudo aprender nada y solo fue de inicio y presentaciones.
Al otro día Eduardo me
empezó a enseñar las técnicas de análisis y dividía el trabajo entre los dos.
Así que mientras yo pesaba muestras de leche líquida y en polvo para hacer
humedad, sólidos, materia grasas, sal, etcétera, Eduardo se dedicaba a otros
análisis. Por allí me pide que traiga un vaso de precipitado de un litro que
había en la sala de estufas, pero marcado con las letras “S” y “L”. Con ese
vaso él se agachaba y trabajaba en una puerta inferior de la mesada, se
levantaba y continuaba con otra tarea. “Traeme dos cubeteras de hielo de la
heladera que está en la camarita de frío”. Él volvía a la puerta inferior con el
hielo, el vaso y un agitador de vidrio. Yo no podía ver nada, ¡qué estaba
haciendo allí abajo! No me dejaba siempre con alguna excusa. Yo no entendía,
algo pasaba, pero con el entusiasmo seguía mi aprendizaje.
A las diez en punto me
dice: “Listo, ya está, andá y traé los dos vasos de precipitados de 250 centímetros
cúbicos de la sala que están marcados con ‘S’ y ‘L’ y esperame en la camarita
de frío”. Así aprendí la primera tarea que había que hacer en la mesa de leche:
una formidable leche chocolatada helada con la leche en polvo previamente
analizada por nosotros. Era el test de degustación no incluido en el protocolo,
pero imprescindible para el descanso de las diez en el único lugar que tenía
refrigeración, la camarita de frío.
“Cajita ‘e recuerdos, llena de momentos,
Cartas amarillas, flores secas ya”.
Como dice la canción, cuántas historias guardas son
recuerdos de un pasado que está vivo en mi memoria.
" Imborrables momentos que guarda el corazón "... como dice la canción... Mimí.
ResponderEliminarCuando paso cerca de Frigorífico, los recuerdos brotan
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