martes, 11 de octubre de 2016

Por siempre, Alfonsina

     Noemí Vizzica

     Cuando mi familia y yo llegamos al “ansiado barrio”, como comenté en el anterior relato, la alegría y las expectativas eran muchas pero nos faltaba “algo”, que para aquel entonces era muy importante: el teléfono fijo.
     Ese aparato era indispensable en los hogares y, cuando alguien se mudaba de barrio, la espera para obtenerlo nuevamente era interminable. Se aguardaba meses y hasta años.
     Por suerte, mi hermano Luis de once años conoció a un vecino de su edad. Comenzaron a compartir juegos y ese niño, sabiendo de nuestra carencia, nos ofreció el teléfono familiar. Vivía enfrente de casa con sus padres y abuelos. Ante esa posibilidad, yo empecé a concurrir a su casa. Solo pedía el teléfono para llamadas muy importantes y en esas visitas mantenía conversaciones con el abuelo, Ecio Rossi, un hombre mayor, amble, afectuoso, dedicado a escribir poesías.
     Ese señor, al saber que ese año al finalizar el secundario yo seguiría el profesorado de Letras, me aportaba sus conocimientos literarios y en especial me narraba anécdotas que le habían contado sobre Alfonsina Storni, quien había vivido en ese barrio.
     Al venir de Suiza, la poetisa con sus padres y hermanos se habían instalado primero en San Juan y luego en Rosario, en calle Laprida entre Pasco e Ituzaingó. En la actualidad, un edificio horizontal lleva su nombre.
     Pasó el tiempo, Alfonsina quedó un poco en el olvido. Solo la recordaba en mis clases de Lengua, tratando de que los alumnos se interesaran por la temática de sus poesías y comprendieran su azarosa vida.
     Pero... un hecho inesperado en mi vida me volvió a conectar con ella y transformarme en una ferviente admiradora.
En 1991, me fui a vivir a Mar del Plata y reinicié mi carrera docente en la Escuela Técnica “Alfonsina Storni”.
    Al poco tiempo de trabajar allí, llegó una invitación para participar en un concurso literario de poesías que llevaba como nombre “Alfonsina Storni” y la asociación que lo organizaba S.E.M. Con prontitud entusiasmé a mis compañeras de la misma asignatura a intervenir en el certamen e incentivar a los alumnos, que poseían condiciones, a escribir poemas de diferente temática, aunque en general prevalecían los de amor. Ese concurso se transformó en un clásico de todos los años y en varias ocasiones los adolescentes obtuvieron premios.
     Otro momento inolvidable era asistir el 25 de octubre, fecha del fallecimiento de la poetisa, con la abanderada y escoltas de la escuela, al acto en homenaje en la Plaza San Martín, donde estaban los bustos de las tres escritoras de América.
     Pero... todavía faltaba lo mejor para mí. En uno de los actos, que se realizaban en la importante plaza, asistió el hijo, Alejandro Storni, amigo de los integrantes de la Asociación que organizaba los concursos.
     Nos presentaron y sentí que todo lo que me había impactado de ella se hacía realidad y estaba más cerca de Alfonsina.

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