miércoles, 22 de abril de 2015

El médico de familia, una especie estinguida

Haydeé Sessarego

Pensé en una variedad de temas bastante amplia acerca de vivencias de mi generación para comenzar a escribir en el curso “Contáme una Historia”
En el primer encuentro nuestro profesor, José Dalonso, me hizo una pregunta sobre mi apellido. Cuando terminó la hora me acerqué para indagar el porqué de dicho interrogante y el resultado fue un emotivo recuerdo de él relativo a mi padre, que fue médico de su familia.
Comencé a recordar que en muchas oportunidades, durante mi infancia, había acompañado a papá, junto a mi hermano mayor y mi hermana menor, en sus visitas a domicilio a pacientes de la, hace décadas, desaparecida mutual “La Fraternal”.
Fueron vivencias que dejaron huellas indelebles en mi psiquis y desencadenan, hoy emociones muy vívidas.
Papá o papi iba a atender a los enfermos días de semana y también sábados, domingos y feriados, supongo ahora que esto sucedía especialmente con los que eran pacientes de mucho tiempo. Entre esas remembranzas tengo grabados diferentes barrios y zonas del macrocentro a que llegaba en su auto, por cierto, nada lujoso ni último modelo. Para ejemplificar lo antes narrado, recuerdo una casa ubicada en lo que creo que es Avenida Pellegrini y Crespo, aproximadamente. Típica vivienda de barrios, puerta de metal, pintado y los dos tapiales a ambos lados. Profusión de plantas en el patio central y porqué no gallinero al fondo. ¿Por qué lo cuento aquí? Porque mi comida preferida eran los huevos fritos. Como mi padre debe haberlo comentado con esa familia, y como era de uso tener atenciones ¡bien caseras! con los médicos, la señora de la casa fue hasta su gallinero y sacó debajo de una “ponedora” una buena cantidad de huevos frescos calentitos, y los envolvió en papel de diario.
Otro momento, en este marco fue, ir varias veces a atender a “Villa Manuelita”, ubicada por aquel entonces sobre las barrancas del Paraná de Pellegrini hacia el sur. Ningún peligro, nada de violencia, gente humilde, pero con trabajos estables o changas que permitían vivir a las familias, especialmente en el puerto. Era casi la única o única “villa miseria” (así se las llamaba) de Rosario.
Es aquí donde me interesa además reflexionar: ¡Cuánta falta hacen hoy los médicos de familia a domicilio!, ya desaparecidos, salvo excepciones.
Viví el cariño y respeto con que era tratado mi papá con la misma devolución de su parte, ya que era un “gringo” grandote y de muy buen humor.
Un intercambio de palabras con el profe trajo inmediatamente este bello recuerdo a mi memoria y se lo agradezco.

6 comentarios:

  1. Hermoso recuerdo de un tiempo añorado.
    Un abrazo.

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  2. El médico de familia hoy es reemplazado por las "Emergencias". Pero el médico de familia nos conocía a todos por el nombre, conocía todas nuestras dolencias y, también, muchas veces, nos curaba el alma.
    Hermoso tu texto.

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  3. También recuerdo el médico de familia. Firmó el certificado de defunción y el de nacimiento de mi primer hijo. Qué fácil era llegar a ellos e integrarlos a la vida familiar. Muy lindo. Cariños.

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  4. Perdón por el lapsus: certificado de defunción de mi papá y el de nacimiento de mi primer hijo.

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  5. Muy lindo recuerdo!!!

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  6. Haydeé, en casa el médico de familia "eran" los doctores Manuel y Oscar Pardo, a los que mi abuelo conocia desde niños, porque se educaron en Los Hnos Maristas, escuela donde él trabajaba. Qué lindo recuerdo!

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