Ana María Miquel
En estas palabras no pretendo ser obsecuente, ni
demagoga, ni que piensen que soy una víctima. Sí, pretendo ser justa. Dar al
César lo que es del César y a cada uno lo suyo.
El año pasado, con vergüenzas y temores, comencé a
escribir en el curso “Contame una historia”. Estaba rodeada por compañeros, más
o menos, de mi misma década cronológica y un profesor que tenía más
expectativas sobre nosotros, que nosotros sobre él.
En esos momentos era una mujer madura, tímida, inhibida a
veces, temerosa de todo y de todos, con miedo a las críticas y a la gente. Ya
de vuelta de varias cosas, buenas y malas, y podríamos decir que con casi todo
ya hecho en la vida. Lo que viene de ahora en más es un regalo que nos da Dios
o el destino o también por qué no: los genes.
La cuestión es que, estimulada por el ambiente, comencé a
escribir y puedo dar fe que cuando me siento frente a un papel en blanco las
palabras se escriben y se sueltan tan rápido como mis pensamientos. Es muy raro
que vuelva a leer o corregir lo escrito.
De esa manera, fueron surgiendo recuerdos y más recuerdos
de tiempos pasados, de cosas compartidas, de objetos entre mis manos, de
personas que me marcaron con su ejemplo. Seres que me quisieron, otros que me
ignoraron y otros que me odiaron.
Pero en esa sucesión de recuerdos que sobre todo se me
venían a la cabeza por las noches y me ponían en estado de desvelo, surgía la
necesidad de escribirlos y al ir escribiéndolos fue cuando se produjo el
milagro.
Redescubrí la mujer que había sido y la pude comparar con
la que me había transformado. “¡Epa!”, me dije, “¿qué estoy haciendo con mi
vida?, si yo era de las personas que se llevaban el mundo por delante, que no
le tenía miedo a nada, ni siquiera a la soledad, que como dice la canción hasta
un cierto momento viví a mi manera”. Ojo, la actual no es la
Ana María que yo conocía. Tengo que ir a
buscarla, reencarnarme nuevamente en esa mujer con coraje y alegría de vivir.
Así fue, creo, como este curso me transformó, me reinventó,
me permitió decir “basta” a un montón de cosas y reemplazar mis tardes de
martes con mis compañeros y mi profesor por las mejores sesiones de
psicoterapia.
¿Renací? ¿Me reinventaron? ¿Otro regalo de la vida? No
importa lo que haya sido. Aquí estoy, nuevamente rodeada de recuerdos y de
cosas para contar, y agradeciendo sinceramente a todos mis compañeros y a
nuestro profesor, por brindarme y brindarnos esta nueva oportunidad.
Siento que aquí tengo un lugar en el mundo, al igual que
en cada rincón de mi casa. Gracias, una vez más.
Ana Maria, que gusto leerte y ver que esto que nos une a través de las letras nos abre un camino que no imaginábamos.
ResponderEliminarSe ha formado un grupo de amigos que nos enorgullece y apoya, todos gracias a Jose que nos dio la oportunidad de ser nosotros mismos.
Un abrazo.
Me emocionó este relato, como siempre me ocurre cuando leo tus textos.
ResponderEliminarUn abrazo, compañerita de escritura.
Susana Olivera
Buenísimo!!!!
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