Por Susana O.
Ocurrió esto no hace mucho tiempo.
Digamos un año o, tal vez, un poco más atrás. De manera que no tengo “muchas
grietas en el obstinado olvido”. Todo está muy claro en mi memoria.
Habíamos estado esperando esa fiesta como
si fuéramos adolescentes por festejar nuestros quince años o juveniles novias
soñando con la boda…
¡Nuestros queridos amigos Marilú y Domingo…
festejaban sus Bodas de Oro! Como si eso fuera poco iban a reiterar sus votos
matrimoniales en una ceremonia que se haría al final de la fiesta.
Conocemos a Marilú y Domingo desde la
escuela primaria. Éramos compañeros y hemos conservado la amistad desde
entonces. Supieron separarnos en algunas oportunidades los estudios, los
casamientos, los hijos, pero siempre, a veces todos, otras, solamente algunos,
continuamos viéndonos y celebrando lo que era importante en nuestras vidas. Hoy
disfrutamos de una hermosa amistad que hemos extendido a nuestros hijos y
parejas.
Después de muchas consultas,
averiguaciones en distintos salones en las que todos participábamos, “los
novios” decidieron contratar una casa que se alquila para fiestas. Es una casa
de las llamadas “Chorizo” que fue refaccionada para reuniones. Las
habitaciones, unas detrás de las otras, se transformaron en un salón muy
grande; las galerías decoradas con hermosos vitrales salvados de la demolición
y con enormes ventanales que dan luz natural durante el día y se iluminan
durante la noche.
La cocina y el baño están al final de la
recepción. La cocina da al parrillero que está en el jardín. Este es un
precioso lugar verde, lleno de plantas de flores y árboles bajos. La cocina y
el baño parecían sacados de una película de Hollywood.
¿Cómo no mencionar los preparativos, las
consultas sobre la ropa que usaríamos, el regalo, cómo llegaríamos, si era
conveniente alquilar una Traffic así
podíamos ir muchos juntos, o si usaríamos nuestros autos, llamadas de teléfono
continuas, avances y retrocesos en las decisiones…?
La curiosidad por saber qué ropa usaría
“la novia”. ¿Estaría de largo? Seguramente no, porque la invitación era para
almorzar al mediodía y merienda a la tarde. ¿Y Domingo? ¿Traje oscuro? ¿Usarían
la misma ropa del almuerzo en la ceremonia de bendición de los anillos en la Iglesia ?
A veces pienso que toda la expectativa
fue tan o más placentera que la fiesta en sí…
Llegó el día. La entrada y la recepción
estaban llenas de flores blancas. Una joven nos indicó nuestra mesa que se
llamaba “Escuela Primaria” y finalmente… y con la marcha nupcial entraron
Marilú y Domingo del bracete acompañados de sus dos hijos, los hijos políticos
y sus seis nietos (algunos con sus parejas). ¡Qué emoción! Las mujeres no
parábamos de llorar…
Fue como una fiesta de casamiento,
almuerzo, vídeos sobre la vida de los novios, algunas fotos de nuestra escuela,
el vals, baile con música de los sesenta… la torta de bodas y el brindis… A la
tarde sirvieron una merienda y esperábamos café con sándwiches al final de la
ceremonia religiosa.
¡Los novios desaparecieron! ¡Ay! ¡Cuánta
ansiedad!
Marilú que usó un trajecito simple con una
blusa blanca con un moño a anudado bajo su barbilla apareció con un vestido
negro largo bordado con piedras brillantes … Y Domingo –que había usado una
camisa a rayas sujeta por gruesos tiradores negros– se puso un saco negro que
le quedaba elegantísimo… Queridos amigos…
Estábamos por salir para la iglesia…
Decidí ir al baño para arreglarme un
poco.
Cuando llegué vi que el picaporte estaba
salido en la parte de adentro de la habitación por lo que pensé que era mejor
no cerrar la puerta del todo, solo apoyarla ya que no se podría abrir desde
adentro. El picaporte estaba roto en el suelo…
Me entretuve mirando las delicadezas que
los novios habían preparado, jaboncitos en forma de corazón, toallitas
individuales con las iniciales de la pareja, pequeños frascos de perfume…
Queridos amigos…
Me peiné, retoqué mi maquillaje y
consideré que era mejor orinar para estar tranquila durante la ceremonia que
sin duda, iba a ser larga… entrada, los nietos más pequeños llevarían los anillos,
promesas, bendición final…
Uno de los invitados tuvo mi misma idea,
abrió violentamente la puerta –yo estaba sentada en el “trono” – murmuró una
disculpa ¡y la cerró dando un portazo!
Me había dejado encerrada. No me preocupé
demasiado al principio porque pensé que el hombre estaría próximo ya que
necesitaba el baño. No dejaba de pensar que podría haber golpeado y no entrar
como una tromba, sentía vergüenza, me había visto en una situación tan íntima…
Sin duda era un viejo tonto.
Pero el tiempo pasaba, pasaba, diez
minutos, media hora y no aparecía nadie. Empecé a aterrorizarme. Se irían a la
iglesia y yo me quedaría encerrada quien sabe por cuánto tiempo. Golpeaba la
puerta con los nudillos primero, después con el anillo, gritaba: “Estoy
encerrada en el baño, por favor abran la puerta”.
Trataba de escuchar con la oreja pegada a
la cerradura y no se sentía ningún bullicio ¿Se habrían ido ya? ¿Qué habría
hecho con sus necesidades el tonto que me encerró? ¿Ninguno de los amigos notó
mi ausencia?
No, no, esto no me podía estar pasando. ¿Y si
cortan las luces hasta que la gente vuelva?
Traté de razonar entre lágrimas. “Es
verdad que el baño está al final de la casa”. Pero, bueno, en algún momento
alguien va a tener que venir, a lo sumo me perderé la ceremonia, tienen que
volver por el café y el final de la fiesta… no vale la pena desesperarse”.
“Tiene que haber quedado personal de la casa para ordenar y preparar lo que
falta de la reunión”. “Seguramente alguien va a venir en algún momento…”
Decidí recomponerme, secarme las lágrimas
y esperar más tranquila. Me senté en el toilet
y probé el jabón, las toallitas, el perfume… volví a peinarme…
Me pareció oír voces. ¡Alguien viene! Me
levanté y golpeé lo más fuerte que pude y grité ¡Abra, abran la puerta por favor…estoy
encerrada!
Era el matrimonio con el que había venido
en el auto, preocupado por mi larga ausencia.
No daban crédito cuando les contaba lo
sucedido. ¡Habían pasado cuarenta y cinco minutos! Empezaron a reírse a
carcajadas… y se siguieron riendo hasta hoy…
Nunca supe quién me vio hecha una reina
sentada en el trono…
Cómo me has hecho reír, pero también pensé en mi claustrofobia, yo me muero si mi pasa algo así. Debe ser por eso que las mujeres siempre vamos de a dos a los baños. Muy entretenido. Felicitaciones. Ana María.
ResponderEliminarEs una anécdota "verdadera". Fue horrible, pero ahora me hace sonreir...
ResponderEliminarUn abrazo
Susana Olivera
Que buena tu historia!!!!
ResponderEliminarBuenisimooo, me encantó tu historia, la disfruté.
ResponderEliminarMaria Rosa Fraerman
Qué linda historia, Susana, espero que la puedas leer en clase,Ana Inés.-
ResponderEliminarSusana, me causó mucha gracia, pero no hubiera querido estar en tu lugar. Tuviste muchíisima enterza. Muy bien contado!
ResponderEliminarEs increíble como algo tan simple como un picaporte te juegue tan mala pasada cuando todo se conjuga para que ello ocurra, pero por suerte saliste bien librada. Hoy aquella tragedia es una anécdota risueña que nos hace sonreír.
ResponderEliminarGracias Susana. Siempre me sorprendes, muy buen relato, sobre todo por la minuciosidad de los detalles.
Un abrazo.
Me encanto el relato. Que momento pasaste. Por suerte lo solucionaste.
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