martes, 12 de agosto de 2014

Prisionera

Por Susana O.

Ocurrió esto no hace mucho tiempo. Digamos un año o, tal vez, un poco más atrás. De manera que no tengo “muchas grietas en el obstinado olvido”. Todo está muy claro en mi memoria.
Habíamos estado esperando esa fiesta como si fuéramos adolescentes por festejar nuestros quince años o juveniles novias soñando con la boda…
¡Nuestros queridos amigos Marilú y Domingo… festejaban sus Bodas de Oro! Como si eso fuera poco iban a reiterar sus votos matrimoniales en una ceremonia que se haría al final de la fiesta.
Conocemos a Marilú y Domingo desde la escuela primaria. Éramos compañeros y hemos conservado la amistad desde entonces. Supieron separarnos en algunas oportunidades los estudios, los casamientos, los hijos, pero siempre, a veces todos, otras, solamente algunos, continuamos viéndonos y celebrando lo que era importante en nuestras vidas. Hoy disfrutamos de una hermosa amistad que hemos extendido a nuestros hijos y parejas.
Después de muchas consultas, averiguaciones en distintos salones en las que todos participábamos, “los novios” decidieron contratar una casa que se alquila para fiestas. Es una casa de las llamadas “Chorizo” que fue refaccionada para reuniones. Las habitaciones, unas detrás de las otras, se transformaron en un salón muy grande; las galerías decoradas con hermosos vitrales salvados de la demolición y con enormes ventanales que dan luz natural durante el día y se iluminan durante la noche.
La cocina y el baño están al final de la recepción. La cocina da al parrillero que está en el jardín. Este es un precioso lugar verde, lleno de plantas de flores y árboles bajos. La cocina y el baño parecían sacados de una película de Hollywood.
¿Cómo no mencionar los preparativos, las consultas sobre la ropa que usaríamos, el regalo, cómo llegaríamos, si era conveniente alquilar una Traffic así podíamos ir muchos juntos, o si usaríamos nuestros autos, llamadas de teléfono continuas, avances y retrocesos en las decisiones…?
La curiosidad por saber qué ropa usaría “la novia”. ¿Estaría de largo? Seguramente no, porque la invitación era para almorzar al mediodía y merienda a la tarde. ¿Y Domingo? ¿Traje oscuro? ¿Usarían la misma ropa del almuerzo en la ceremonia de bendición de los anillos en la Iglesia?
A veces pienso que toda la expectativa fue tan o más placentera que la fiesta en sí…

Llegó el día. La entrada y la recepción estaban llenas de flores blancas. Una joven nos indicó nuestra mesa que se llamaba “Escuela Primaria” y finalmente… y con la marcha nupcial entraron Marilú y Domingo del bracete acompañados de sus dos hijos, los hijos políticos y sus seis nietos (algunos con sus parejas). ¡Qué emoción! Las mujeres no parábamos de llorar…
Fue como una fiesta de casamiento, almuerzo, vídeos sobre la vida de los novios, algunas fotos de nuestra escuela, el vals, baile con música de los sesenta… la torta de bodas y el brindis… A la tarde sirvieron una merienda y esperábamos café con sándwiches al final de la ceremonia religiosa.

¡Los novios desaparecieron! ¡Ay! ¡Cuánta ansiedad!
 Marilú que usó un trajecito simple con una blusa blanca con un moño a anudado bajo su barbilla apareció con un vestido negro largo bordado con piedras brillantes … Y Domingo –que había usado una camisa a rayas sujeta por gruesos tiradores negros– se puso un saco negro que le quedaba elegantísimo… Queridos amigos…

Estábamos por salir para la iglesia…
Decidí ir al baño para arreglarme un poco.
 Cuando llegué vi que el picaporte estaba salido en la parte de adentro de la habitación por lo que pensé que era mejor no cerrar la puerta del todo, solo apoyarla ya que no se podría abrir desde adentro. El picaporte estaba roto en el suelo…
Me entretuve mirando las delicadezas que los novios habían preparado, jaboncitos en forma de corazón, toallitas individuales con las iniciales de la pareja, pequeños frascos de perfume… Queridos amigos…
Me peiné, retoqué mi maquillaje y consideré que era mejor orinar para estar tranquila durante la ceremonia que sin duda, iba a ser larga… entrada, los nietos más pequeños llevarían los anillos, promesas, bendición final…

Uno de los invitados tuvo mi misma idea, abrió violentamente la puerta –yo estaba sentada en el “trono” – murmuró una disculpa ¡y la cerró dando un portazo!
Me había dejado encerrada. No me preocupé demasiado al principio porque pensé que el hombre estaría próximo ya que necesitaba el baño. No dejaba de pensar que podría haber golpeado y no entrar como una tromba, sentía vergüenza, me había visto en una situación tan íntima…
Sin duda era un viejo tonto.
Pero el tiempo pasaba, pasaba, diez minutos, media hora y no aparecía nadie. Empecé a aterrorizarme. Se irían a la iglesia y yo me quedaría encerrada quien sabe por cuánto tiempo. Golpeaba la puerta con los nudillos primero, después con el anillo, gritaba: “Estoy encerrada en el baño, por favor abran la puerta”.
Trataba de escuchar con la oreja pegada a la cerradura y no se sentía ningún bullicio ¿Se habrían ido ya? ¿Qué habría hecho con sus necesidades el tonto que me encerró? ¿Ninguno de los amigos notó mi ausencia?
 No, no, esto no me podía estar pasando. ¿Y si cortan las luces hasta que la gente vuelva?
Traté de razonar entre lágrimas. “Es verdad que el baño está al final de la casa”. Pero, bueno, en algún momento alguien va a tener que venir, a lo sumo me perderé la ceremonia, tienen que volver por el café y el final de la fiesta… no vale la pena desesperarse”. “Tiene que haber quedado personal de la casa para ordenar y preparar lo que falta de la reunión”. “Seguramente alguien va a venir en algún momento…”

Decidí recomponerme, secarme las lágrimas y esperar más tranquila. Me senté en el toilet y probé el jabón, las toallitas, el perfume… volví a peinarme…
Me pareció oír voces. ¡Alguien viene! Me levanté y golpeé lo más fuerte que pude y grité ¡Abra, abran la puerta por favor…estoy encerrada!
Era el matrimonio con el que había venido en el auto, preocupado por mi larga ausencia.
No daban crédito cuando les contaba lo sucedido. ¡Habían pasado cuarenta y cinco minutos! Empezaron a reírse a carcajadas… y se siguieron riendo hasta hoy…
Nunca supe quién me vio hecha una reina sentada en el trono…

8 comentarios:

  1. Cómo me has hecho reír, pero también pensé en mi claustrofobia, yo me muero si mi pasa algo así. Debe ser por eso que las mujeres siempre vamos de a dos a los baños. Muy entretenido. Felicitaciones. Ana María.

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  2. Es una anécdota "verdadera". Fue horrible, pero ahora me hace sonreir...
    Un abrazo
    Susana Olivera

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  3. Que buena tu historia!!!!

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  4. Buenisimooo, me encantó tu historia, la disfruté.
    Maria Rosa Fraerman

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  5. Qué linda historia, Susana, espero que la puedas leer en clase,Ana Inés.-

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  6. Susana, me causó mucha gracia, pero no hubiera querido estar en tu lugar. Tuviste muchíisima enterza. Muy bien contado!

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  7. Es increíble como algo tan simple como un picaporte te juegue tan mala pasada cuando todo se conjuga para que ello ocurra, pero por suerte saliste bien librada. Hoy aquella tragedia es una anécdota risueña que nos hace sonreír.
    Gracias Susana. Siempre me sorprendes, muy buen relato, sobre todo por la minuciosidad de los detalles.
    Un abrazo.

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  8. Me encanto el relato. Que momento pasaste. Por suerte lo solucionaste.

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