Por María Rosa Fraerman
Hay una calle que mi corazón se ha robado de los barrios de
mi infancia.
El óxido de la cerradura crujió, telarañas, humedades,
ayeres que regresan.
Un espejo cuenta mis arrugas, y el amarillento almanaque me
habla de tiempos.
Recorro la casa con asombro, el silencio me aturde, solo el
tic-tac del viejo reloj me vuelve a la realidad, y a pesar de las ausencias,
busco aquella niña en el aroma de las glicinas y las tostadas de los
amaneceres.
El tiempo me cambió el paisaje, me impaciento, me apresuro y
casi en un suspiro transcurre la vida.
Sin dejar hojas en blanco ni espacios sin recorrer, disfruto
de los instantes en un horizonte despejado, antes de que el tiempo se acabe.
Tu alma de poetiza no se puede sustraer a esas imágenes que dejó el ayer, hoy tu pluma nos regala el tiempo pasado en un bello poema repleto de nostalgias...
ResponderEliminarHermoso amiga, gracias por la dulzura.
Un abrazo.
María Rosa, esa calle, no la misma talvez, pero muy parecida, guardo en mi corazón con los mismos sentimientos. Bello tu relato. Fugaz y profundo. Me deleitó.
ResponderEliminarMe gusta mucho como escribes y como dice Luis,se nota tu alma, que con pocas imágenes dice tanto! Cariños.
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