martes, 2 de octubre de 2018

11 de setiembre de 1976

Graciela Cucurella

Un domingo después de almorzar con mi esposo y mis hijos decidimos visitar a mis tíos que vivían muy cerca de la cancha de Rosario Central, en el barrio Arroyito, en calle Olive 1360.
Nuestro interés era saber cómo se encontraban. Llegamos y nos recibió mi tía Rubia, quien nos puso al tanto del estado de salud de mi tío Nelo. Él se encontraba muy grave.
Nos quedamos conversando haciéndole compañía a mi tía. Luego de un largo rato, ella nos sugirió que nos fuéramos antes de que finalice el partido de Rosario Central y Unión de Santa Fe.
Como el tránsito se ponía un poco complicado después de cada partido aceptamos la sugerencia y decidimos volver a casa.
El partido finalizó justo cuando estábamos saliendo, tuvimos que dar varias vueltas para poder llegar al bulevar Avellaneda. Luego, doblamos a la izquierda por una callecita para poder llegar a la Rawson.
Apenas hicimos unos metros sobre esa calle nuestro auto se detuvo. Quedó muerto.
Mi esposo se bajó del auto y levantó el capó para ver si podía hacer algo. En realidad, no entiende mucho de motores, pero lo intentó para ver si estaba todo en orden.
En ese momento pasaba un micro con los policías, que venían de custodiar el partido en la cancha.
Pasaron unos minutos y escuchamos una terrible explosión, que sacudió el auto y el pavimento. No entendíamos nada y nos asustamos mucho. Los vecinos del lugar salían de sus casas para saber qué había pasado. Era una época difícil en nuestro país.
Fue un momento muy desagradable y feo, la Policía, las ambulancias y los autos comenzaron a pasar por la vereda, porque nuestro auto que seguía sin arrancar. Obstaculizaba la calle.
No sabíamos qué era lo que había sucedido, nunca nadie nos preguntó que hacíamos arriba del auto en el medio de la calle. Pasaban al lado de nosotros como si nada.
Luego de un rato mi marido intentó poner en marcha el auto y arrancó. Nos miramos y sin decir una palabra seguimos camino para no asustar a mis hijos más de lo que estaban. Ellos eran muy chicos. En ese momento, Silvina tenía cinco años y Alejandro tres.
Cuando llegamos a la esquina un policía nos desvió hacia otra calle. No sé cuál era. Seguimos la caravana de autos que se había formado. Llegamos al túnel de la estación Rosario Norte; luego, seguimos por Ovidio Lagos, cruzamos el parque Independencia y, así, en silencio total, desviamos hasta llegar a casa.
Imaginábamos lo que había sucedido, no con exactitud, pero en el fondo lo sabíamos. No éramos ajenos a la realidad que se vivía en ese momento.
Lo primero que hicimos cuando entramos a casa fue prender la tele para ver si pasaban la noticia; pero ni la tele ni la radio informaron sobre ese hecho en particular.
Al día siguiente, con diario en mano nos enteramos de lo que había sucedido con el micro que transportaba a los policías.
Dice el diario “La Capital” del 12 de septiembre de 1976: "El micro que transportaba a 32 policías que venían de cumplir tareas adicionales en la cancha de Rosario Central sufrió un atentado explosivo, en las esquinas de Junín y Rawson”. Según las crónicas de la época, “una bomba instalada en el interior de un automóvil Citroën 2CV fue detonada a distancia en el instante en que el ómnibus pasaba a su lado, en la esquina de las calles Junín y Rawson”.
“La onda expansiva y las esquirlas impactaron de lleno en el transporte policial causando la muerte de 9 efectivos y heridas de diversas consideraciones a los restantes miembros de la comitiva. También fallecieron dos civiles que transitaban en su automóvil y tres personas que circulaban por el lugar resultaron heridas”.
Después de leer las noticias una gran tristeza nos invadió a mi esposo y a mí. Pensábamos que nos podría haber pasado a nosotros, si el auto no se hubiese detenido. 
Hasta el día de hoy, cuando lo recuerdo, corre por mi cuerpo ese temblor; pero a la vez no dejo de pensar en ese extraño fenómeno que hizo que se detuviera el auto. 

4 comentarios:

  1. El recuerdo de un día muy triste donde perdí un amigo de mi edad que era parte de la comitiva policial.
    La locura de unos pocos segando vidas jóvenes en busca del poder.
    Imposible olvidar...

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  2. si Luis ya lo creo que fué un día muy triste.Y mucho más para vos.

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  3. ¡Qué terrible, Graciela! ¡Qué experiencia les tocó vivir! Y eran comunes en esa época los atentados y las muertes. No quiero pensar que habría pasado si el auto no se detenía. Hay veces que uno siente la presencia de Dios como si nos llevara de la mano. Aparte qué bien escrito. Lo devoré porque me parecía estar allí con los hijitos pequeños y el temor por el peligro que corrían.
    Felicitaciones!!!!

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  4. Que triste experiencia!, definitivamente cuando no te toca no te toca, y la mano de Dios esta alli, para lograr situaciones que a veces en su momento no tienen explicacion,y recien al tiempo encuentras el sentido. muy buen relato

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