miércoles, 10 de octubre de 2018

Las navidades

Cuando se piensa ahora en Navidad, se imagina un árbol lleno de relucientes bochas de color, una gran estrella en la punta, luces y al pie del árbol los paquetes preciosamente envueltos en papeles navideños con anchas cintas de vivos colores. Pero, qué diferente eran las navidades hace sesenta o setenta años atrás.
Recuerdo que en casa comenzaban a principios de diciembre. Elena, la amiga de mamá de Cruz Alta, todos los años mandaba dos pavos que había que alimentar para el 24 y para fin de año.
Un año, los pavos llegaron perfectamente con el comisionista, y a los pocos días empezaron con diarrea. Mamá consultó con un médico amigo y este le dijo que les diera pastillas de carbón, que mamá les mezclaba con la comida. Pero los pavos no eran tontos, ellos comían la mezcla de pan, leche y algunas nueces y dejaban las pastillas. Por lo tanto, mamá se sentaba en un banquito y yo le alcanzaba los pavos. Todo era muy cómico, ver a mamá sujetando al pavo entre las piernas, apretándole el cogote para que abriera el pico, y metiéndole la pastilla hasta que la tragara. Al fin, después de unos días, se repusieron y todo fue bastante normal. Digo bastante normal, porque algunos vecinos no sabían de dónde venían los graznidos, mi hermana y yo no decíamos nada, pero la vecina de al lado los vio y para que no alborotara al barrio, mi madre le dijo que le iba a dar uno. Realmente no recuerdo si se lo dio. Lo que sí recuerdo es que en casa comieron pavo por varios días.
El 8 de diciembre armábamos el árbol. Era pequeño. Aún conservo una bolita de vidrio azul pintada a mano. Las ramas de alambre estaban cubiertas con plumas verdes y al final de cada una se podía adosar una velita que se prendía en la noche del 24. Además, armábamos el pesebre en una esquina del comedor; con papel marrón de estraza, hacíamos las montañas levantando el papel y poniéndole debajo floreros o jarros para que se mantuvieran erguidas, poníamos ovejas, burros y bueyes, además de pastores con sus rebaños. Con pedacitos de ramas armábamos el establo y en el medio la cunita donde iba a estar el Niño Jesús.
 El 24 poníamos a la Virgen y a José y a la medianoche al Niñito. También nos llegábamos a la iglesia San José para la Misa de Gallo.
La cena de Navidad estaba presidida por el pavo, tomates y huevos rellenos. Yo me había encariñado con los pavos, así que no podía comerlo. Mis tíos y mis padres lo acompañaban con vino Nebiolo y nosotros con Trinaranjus o Granadina. Me gustaba más el Trinaranjus pero la Granadina me encantaba por el color rojo.
Después de la Misa, encendíamos algunas velitas del árbol y poníamos al Niño en la cuna.
Y, luego, cada cual se iba a dormir; pero antes lavábamos los platos con mi hermana; así, por un día mamá descansaba de esa tarea.
Recuerdo una Navidad en especial, hacía muchísimo calor y prendimos el ventilador, con tan mala suerte que algunas velitas se apagaron; pero otras prendieron fuego a las plumas del árbol y nos quedamos sin él. Lo apagamos enseguida, pero estaba todo quemado y de los adornos solo se salvó la bolita azul que aún conservo, pues se había caído. En esa época no se acostumbraba hacer regalos para Navidad, solo para los Reyes.
Con la inocencia de un niño, yo les escribía a los Reyes Magos y además llevaba la carta a una sucursal del correo, que había en calle Ituzaingo entre Maipú y San Martín. Nunca respondieron a mi pedido, yo quería una bicicleta; pero siempre me traían alguna muñeca, una Marilú con los brazos y piernas articuladas, muy linda con ojos azules y cabello oscuro, o rubia o pelirroja. Me encantaban, pues siempre me gustaba jugar con ellas. Una vez nos trajeron un par de patines para las dos. Se imaginan las peleas entre nosotras para usarlos, siempre ganaba mi hermana, porque era la mayor. Habíamos dispuesto horarios, pero ella no los cumplía y, entonces, allí ardía Troya. Eso se repetía todos los días y tanto la cansamos a mamá, que terminó confiscando los patines.
Cómo me gustaría volver a ese tiempo, aúnque fuera tan solo por unos minutos y sentir el calor de esas navidades.

4 comentarios:

  1. Era otra la impronta de la época donde la familia y las costumbres eran muy fuertes. Hoy todo cambió y se ha vuelto muy comercial.
    Hermoso recuerdo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. ¡Cuánta ternura amiguita! Hermoso recuerdo tan parecido a los que yo guardo de las navidades de mi infancia.
    Un abrazo
    Susana

    ResponderEliminar
  3. Hola Ana María Rugari... Releo tu texto y vi que no le pusiste nombre. Pero con nombre o sin nombre está hermoso.
    Susana Olivera

    ResponderEliminar
  4. Gracias Susana por notificar la autora de ese escrito, lo estuve buscando y no lo conseguia, Me encanto, Ana Maria recordar lo que eran antes las navidades, donde la creatividad, la participacion de toda la familia significaba un ritual, la vida cambia y quedan los bellos recuerdos abrazos

    ResponderEliminar