Luis Molina
Claro, en una época
donde gobernaban los militares todo era diferente, incluso el beso en una
plaza, y sin olvidar la sociedad donde todo se veía y se catalogaba de otra
manera: las chicas buenas no hablaban y/o hacían ciertas cosas. El intento de
robar un beso era frenado con una mano extendida poniendo una distancia
prudencial. Sobre todo si solo eras un filito o la compañía de un familiar de
ella se encontraba a muy pocos pasos. Luego, con el tiempo y más experiencia,
vinieron aquellos que solo fueron ocasionales, fruto de un encuentro furtivo
que jamás dejaron huella.
Hasta el momento en
que llegó aquel que sí fue de amor, que luego el matrimonio y los hijos fueron
sepultando en la rutina, para luego tras la ruptura quedar olvidados. Hubo que
seguir soñando con aquel que imaginamos era lo más.
Y hubo un día en
que el dolor oscureció el futuro, ya perdidas las ilusiones y casi en el ocaso
de la vida; Ocurrió…
Nació sin fe, como
algo pasajero. Se fue gestando cada noche, en cada charla y en cada sueño a
través de la web, para un día convertirse en realidad, una realidad nunca
imaginada, sobre todo por el hecho de ser sexagenario y sin ilusiones.
Esa noche de verano
con muchas décadas sobre los hombros se dio la oportunidad. Fue como el renacer
del ave Fénix, abrir los ojos a una nueva esperanza con una sonrisa y el deseo
de vivir, mirando hacia el mañana.
Y un día llegó
aquel que fue el más recordado y duro, fue el beso del adiós; hubo muchos y
cada uno dolió.
Hoy a casi diez años prefiero recordar aquel que me
devolvió la ilusión, a pesar de que en la vida me encontré con nuevos desafíos
y muchos deseos de vivir.
Me encanto!! que lindo narras, abrazos
ResponderEliminarGracias Liliana.
ResponderEliminarUn abrazo.