martes, 17 de junio de 2014

Brujas, Bélgica

Por Ana María Miquel

En la famosa época del “uno a uno” y con mi hija becada en Francia, nos pudimos hacer con mi marido una escapadita por “las Europas”.
Estando en Amsterdam, madrugamos y desayunamos abundantemente. Tomamos un tranvía hasta la estación de trenes y luego un tren desde Amsterdam hasta Brujas. Salimos a las 8 y 25 exactamente y estábamos en Brujas a las 12.
Para no andar con las valijas y como solo estaríamos un día en esa ciudad, decidimos dejar en los casilleros de la estación de trenes todos los bultos, inclusive las camperas de abrigo y mi bolso cargado hasta con un queso ahumado que traía de Holanda para mi hijo en Argentina,. Fue así como a mi marido le dimos una mochila de tela con los sándwiches, a mi hija su carterita y yo llevé la mochila de ella con máquinas de fotos y anteojos. En una palabra, muy livianos para poder caminar cómodos, ya que hacía mucho calor y era un día esplendoroso.
Mi hija se nos adelantó para sacar el pasaje Brujas (Bélgica)- Lille (Francia); mientras que nosotros salimos de la estación de trenes y mi marido me pidió un rollo de fotos para la máquina (no eran digitales). “Los dejé en la cartera grande, compramos en el camino”, le respondí, a lo que, con cara de pocos amigos, me increpa diciéndome: “No, ya me asaltaron con la revelación de los rollos anteriores en Amsterdam. Vamos a buscarlo”.
Volvimos al casillero, lo abrimos, sacamos un rollo, volvimos a cerrar y nos fuimos.
Ya en la estación comenzaron las fotos. Era imposible no grabar en algún lado esas gigantescas matas de pensamientos amarillos y no me olvides azules. Mi hija ya conocía Brujas y, como de costumbre, nos llevó de la nariz.
Hay veces en que los hijos se convierten en padres de sus padres.
Comenzamos a caminar por un parque que más parecía un bosque entre túneles de árboles y un gran lago donde se desplazaban familias enteras de patos y cisnes. A esa hora, había poca gente y lo dejamos a mi marido cuidando un banco mientras nosotras nos fuimos a buscar bebidas. Comimos nuestros sándwiches y frutas, mientras que en otros bancos, rubias y coloradas familias hacían lo mismo.
Luego, caminamos por callecitas de cuentos hasta la gran plaza de la ciudad y mi marido y mi hija se fueron urgente a comprar francos belgas para que tuviéramos con qué movernos o comprar algo si queríamos. Mi marido rezongaba por lo bajo, porque no encontraba un cajero y mi hija trataba de mirar para otro lado para no escucharlo. Yo, como buena mamá siempre, en medio de los dos.
Para calmar los ánimos, nos sentamos a tomar un café y luego partimos en un minibús para pasear por la ciudad. Luego, tomamos un barquito para recorrer los canales. Otro cafecito, compramos exquisitos chocolates y me quedé fascinada con los trabajos a bolillo y los encajes.
A las 18, debíamos tomar el tren a Lille. Ya era hora de partir a la estación, para tener tiempo de recoger el equipaje y buscar el andén que nos correspondía.
Llegamos al valijero de la estación y casi nos da un ataque al corazón. ¡Estaba abierto y vacío! Fueron cruces de miradas entre los tres, pero nos habíamos quedado mudos. Me fui como una tromba a la ventanilla, pero ¿quién me iba a entender mi español? Solo hablan inglés, flamenco y holandés. Yo hacía señas como el penado 14, hasta que vino mi hija y comenzó a hablar en francés con el tipo de detrás del mostrador. Y este buen señor la hizo hablar de golpe en inglés porque le decía que no entendía francés. El colorado entendía todo, ya que ella le mostraba el ticket con el código del casillero. El belga colorado (por no decir una palabrota) se fue a un rincón a hablar con otro. Mi marido me pidió un cigarrillo y yo pensaba ¿cómo volveríamos a Argentina?, ¿con qué ropa?, ¿las camperas de abrigo?, ¿los perfumes que habíamos comprado?, ¿los bulbos de gladiolos? En fin, estaba haciendo un inventario del robo y no me podía convencer de que nos hubiera pasado algo así.
El colorado se arrimó a mi hija y le dijo que si nosotros habíamos vuelto a abrir el armario una vez cerrado, ya que entonces, había quedado abierto. Eso sucedió cuando fuimos a sacar el rollo de fotos.
Comencé a decirle a mi hija que esa repartición debería tener seguros por las cosas que uno dejaba. Entonces. como la cola de gente que esperaba ser atendida iba creciendo, el colorado nos hizo señas para que entráramos a una oficina abierta, tipo galpón, llena de bicicletas colgadas del techo y grandes mesones. Cuando entramos, muriéndose de risa junto a su compañero, levanta el índice hacia un estante y allí estaban nuestras cosas. No pude menos que reaccionar por impulso y me puse en puntas de pie y al belga ¡le dí un beso y un abrazo de aquellos!
…Oh!....Oh!... decía el colorado. Abrí la bolsa y le entregué una caja de los bombones que habíamos comprado. Reaccionó mi marido y lo abrazó y le dio unos pesos. El hombre no se esperaba esos obsequios y se quedó muy agradecido. Pero allí descubrimos cómo funciona la seguridad en los depósitos de las estaciones. Al volver a abrir tan rápidamente el armario, quedó detectado en una pantalla, llamó la atención y fueron a sacar todo y guardarlo, cosa que nosotros no conocíamos.

De cualquier manera, allí estaba todo y no faltaba absolutamente nada. Tomamos el equipaje y corrimos al andén para tomar el tren a Lille. Era el segundo robo del que nos salvábamos.

5 comentarios:

  1. Imagino que no fue necesario decir que eran argentinos...

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  2. "me llevó de la nariz", "los hijos seconvierten en padres de sus padres", " mi hija miraba para otro lado para tratar de no escucharlo" ... Me parece que soy yo que estoy hablando de mi hija...
    Que hermosa anécdota, qué bien mostrada la desesperación por lo que parecía robo del equipaje. Cariños
    Susana Olivera

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  3. ANA MARIA ,que bueno que recuperaron todos sus pertenencias , a mi también me sucedió en Israel cuando olvidé mi cartera en un bar, regresé a buscarla y estaba intacta en el mostrador.
    Me alegra mucho que hayas disfrutado ese bello viaje de cuentos junto a tu querida familia.
    Maria Rosa Fraerman

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  4. Que susto después de haber disfrutado de tan bella ciudad. A mi nieta le ocurrió en Nueva York. Se olvido una cartera con dinero en un bar, regreso y estaba. Comiste en Brujas las papas fritas con mayonesa que venden en la plaza?Exquisitas.

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  5. Que linda historia! parece que tenemos hijos muy parecidos!

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