domingo, 8 de junio de 2014

Tu canción en el sótano

Por Elena Itatí Risso (9-7-43)

Yo tenía 26 años y veo por tevé, en el programa de Pipo Mancera, un cantante muy bello, con una voz muy particular: Patxi Andión.
Al día siguiente compré el long play y, desde ese, día canté sus canciones siempre, las que me ayudaron a vivir, a despertar mi conciencia, a comprender al ser humano .
Pasaron los años y nunca más se lo escuchó por emisoras radiales ni en canales televisivos.
Solo mi recuerdo ferviente y las actualizaciones que me llegaban desde España hacían que conociera sus nuevos temas y ayudada por buscadores en la web me enteraba de algunos avatares. Pero casi solamente mi recuerdo tenaz lo traía a mi vida.
Y pasaron en el país situaciones de dolor
Estábamos detenidas en la “Alcaidía de Mujeres”. Eran días oscuros, densos. Cada una pellizcaba de donde sostener el ánimo: el amor familiar, los ideales, la lucha de los compañeros, en algunas la fe religiosa.
A la noche, se escuchaban gritos desgarradores, sonidos ásperos, que solo transmitían sensaciones dolorosas, portazos de vehículos que traían nuevos detenidos. Todo era sórdido y muchas veces costaba mantener el ánimo y descansar en paz.
Cuando se apagaban las luces simulaba entonces la voz de las locutoras de la radio, a veces engoladas y muy impostadas para anunciar el número musical:
“Transmite LT29 Radio Venado Tuerto. A pedido del respetable público, se escuchará a Patxi Andión”
“Si tuviera un amigo, a él se lo diría, como no tengo ninguno haz tu el favor….si la ves, no le digas que querría ser las cosas mentidas apenas sin voz, que apenas ya dichas ya casi ni son, cenizas de almohada de una noche de amor”
A veces olvidaba la letra…entonces la inventaba.
De esta manera, matizaba con sus letras y su recuerdo esas noches donde dormíamos el encierro.
Pasaron muchos años. Su música me acompañó a lo largo de toda mi vida convirtiéndome en su especialista: para esta fiesta, esta canción; para este acontecimiento, esta otra.
 Un buen día pude conectarme con Patxi vía mail y contarle ese episodio. El sintió mucha ternura al enterarse que sus canciones ayudaban a las compañeras para que, antes de dormir, tuviesen un pensamiento de amor, un sentimiento tierno en medio del dolor.
Sus mails fueron siempre portadores de sincera ternura.
Y, un buen día, volvió a la Argentina después de 40 años. Cuando me entero, inmediatamente saco las entradas en Capital y le comunico que por fin nos íbamos a encontrar.
Cuando comenzó su actuación, comprobé que este fenómeno no solo había acontecido en mi vida: el teatro estaba colmado de fervientes admiradores que pedían una y otra vez sus temas y los coreaban con entusiasmo inusitado. Todos peinaban canas.
Solo nos habíamos enterado por un pequeño aviso en el diario, el resto lo hizo el deseo de escuchar al legendario cantante que había estado ausente del país por cuarenta años.
Al terminar la actuación, subí al camarín y solo dije: “Soy Elena”
Nos abrazamos con mucha ternura, un abrazo largo, intenso. Yo sentía que sacaban fotos pero no me importaba
Lo abracé y le pude decir cuánto me acompañó a lo largo de mi existencia, a veces turbulenta, a veces serena, a veces ilusionada Sentí de nuevo un corazón de niña latiendo dentro un pecho cansado. Sentí que su abrazo iluminaba los días grises y llenaba de luz los oscuros recuerdos.
Luego, vino a Rosario adonde fui también.
Allí, la emoción fue mucho más intensa, ya que aclaró que estaba feliz de haber venido a Rosario: primero, por ser la cuna del Che, cuyo personaje interpretó en una famosa Opera y a quien admira. Y, luego, por una persona que cantaba sus canciones en la cárcel.
“Para ti Elena, sé que estás por aquí”
Y fue otro abrazo lleno de risas y alegrías.

“Hay abrazos que restañan heridas, que devuelven al alma ilusiones perdidas, que ponen alas a sueños olvidados, que iluminan túneles oscuros. Hay abrazos que envuelven de ternura los días, que calientan los fríos y quedan como brasitas al rescoldo de las noches para que nos protejan de vendavales de indiferencias. Que pueblan de pájaros los cielos grises y arropan con recuerdos de ternuras olvidadas.
Hay abrazos, Patxi, como tu abrazo (Mayo 2013)”.





5 comentarios:

  1. Cómo las cosas más inverosímiles, lejanas o insignificantes nos pueden sostener en los peores momentos. Hermosa tu historia.Cariños Ana María.

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  2. Elena, que suerte que pudiste abrazarte con quien, sin saberlo, en una època difícil de tu vida estuvo tan cerca tuyo! Bello este relato, como otros que ya has compartido! CARMEN G.

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  3. Elena los leí dos veces , con lágrimas en los ojos, lo volveré a leer

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  4. Tras leerlo sólo me ocurre decirte: "Dios existe" . No importa con que nombre se te presente...
    Muy sentido tu relato. Gracias.

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  5. ¡Qué fortaleza la tuya, Elena! ¡Qué maravilla que hayas podido dar ese abrazo!
    Las revanchas de la vida.

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