lunes, 23 de junio de 2014

Evocando vivencias en la búsqueda de raíces…y el “2CV”

Por Nilda Tuan

Ilustración de Nilda Tuan
Tratando de recuperar este recuerdo personal grabado en mi cerebro con la manera en que fue codificado –primer viaje largo en Citroen 2CV, con una amiga y mi padre a su pueblo natal, Díaz– hoy escribo.
Vivíamos mi padre, mi madre y yo en Capitán Bermúdez.
Una vez ya con mi trabajo como maestra titular y trasladándome a una escuela de los alrededores –desde mis inicios en Salto Grande con viajes diarios– empiezo a proyectar la compra de un auto.
En esa época, década del 70, podía ser Fiat 600 o un Citroen, según mis posibilidades económicas y función.
Previo asesoramiento, me decido por el 2CV y solicito un crédito accesible en la Mutual de los papeleros –mi padre, papelero, ya se había jubilado– y consigo una garantía propietaria de mi amiga de la infancia y vecina, Susy. La otra, con el sueldo de una compañera de la
escuela, Nanci.
Mi padre me apoya con entusiasmo y se encarga de las reformas necesarias para construir una sencilla cochera a la entrada de la vieja casa natal.
Mi madre, con algunas dudas y temores, se conforma.
Un primo me da las explicaciones básicas y me hace practicar estacionamiento.
Así, solo doy una vuelta manzana alrededor de la Municipalidad con un empleado acompañante y consigo mi primer carnet de conducir por cinco años.
Y al tiempo, me largo a manejar en el lugar y hacia Rosario o San Lorenzo.
La primera vez que salgo de Capitán Bermúdez fue en diciembre, calor, eran 14 horas. Ni las iguanas en la ruta. Me acompaña mi amiga Mirta, con coraje y sin miedo, hasta el barrio Lisandro de la Torre, ex ARROYITO, a buscar unos apuntes a la casa de Marita. Todo bien.
Ilustración de Nilda Tuan
¡La vuelta! Justo en el paso a nivel de la entrada, las barreras bajas. Iba con el pie en el freno –ni siquiera usé el de mano– y, cuando termina de pasar el tren, en la subida, iba evitando retroceder y había un auto atrás tocando bocina. Acelero rápidamente. Fue todo un logro volver sanas y salvas, incluso el “2CV” sin rasguños.
Con el paso del tiempo y más confianza organizo ir a Diaz, que aún era pueblo, por ruta la 11 y a una altura determinada, con desvío hacia el oeste. Íbamos con mi padre y Mirta.
Recorrimos el lugar del centro, simple, con plaza, la iglesia y encontramos algunos pocos conocidos de mi padre.
La casa que construyeron él y sus hermanos varones ya no estaba.
Como la mayoría de los pobladores, mi familia, incluso con el único abuelo que conocí, viejo y enfermo, se habían trasladado al ex pueblo Juan Ortiz, cuando se instaló la fábrica de papel Celulosa en 1932 o 1934, según me contaron.
Varios años antes había llegado mi madre desde zonas rurales aledañas a Oliveros, con parte de su familia: un hermano mayor, Luis; una hermana mayor 14 años, Pascualina; y el menor, Francisco.

Allí, fueron formando otras familias.

3 comentarios:

  1. Admiro a las mujeres que saben manejar. Es una materia que tengo pendiente. Felicitaciones por el coraje. Cariños. Ana.

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  2. Gracias.Durante mucho tiempo lo hice.Iba al trabajo y también viajaba por paseos.Fui cambiando pero siempre coches de poco costo pero muy funcionales.Actualmente ya no lo hago y menos en el centro de la ciudad.Cariños.Nilda

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  3. Que linda historia, aun la recuerdo de la primera ves que la leíste.
    Hermoso amiga

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