domingo, 8 de junio de 2014

Presentación

Por Susana O.

Abuela María era incansable contando sus historias. Historias sobre su llegada a nuestro país, sobre sus amores, sus hijos, sobre el trabajo duro para sobrevivir.
Acompañó siempre a abuelo Miguel en su trabajo. El abuelo era carpintero. Me llena de ternura esa profesión. Pensar en sus manos hábiles, su paciencia, su tesón, el amor a su familia, su temprana partida y la fuerza de la abuela para seguir adelante con siete hijos, darles carrera y simplemente ponerles un plato de comida adelante.
Me imagino a abuela María cosiendo y cosiendo. Me contaba que al poco tiempo de haber iniciado la nueva tarea de costurera –antes del fallecimiento de abuelo Miguel lo hacía solamente para sus hijos– se le presentó una mujer pidiéndole trabajo. Le dijo que acababa de venir de Tucumán, que el padre de sus hijos la había abandonado y que ella podía hacer cualquier tarea doméstica y que también sabía coser. Como las tareas domésticas las hacía tía Águeda, la tomó como ayudante de costura.
Era una mujer morena, alta, de pies y manos grandes, muy limpia; aunque llevaba ropa remendada y vieja. Se llamaba Presentación Sereijo. La conocí cuando ya llevaba años trabajando con abuela. Recuerdo que peinaba su pelo negro en un gran rodete y que tenía una boca enorme y roja –yo la vi así– con muchos dientes.
 Con el tiempo se hicieron grandes amigas. Pasaban toda la tarde juntas y, si bien trabajaban muchas horas, era una ocupación que les permitía las confidencias. ¿Qué habrá contado abuela María? ¿Hablarían de Tucumán y de sus jóvenes amores? ¿Qué palabras habrán llorado sobre la soledad, sobre la pérdida del compañero? ¿Cuáles habrán sido sus sueños trabajados para llevar la familia adelante?
 Yo sólo puedo referir la historia de Presentación porque me la contó la abuela. Las otras permanecerán silenciadas en sus agujas y en las infinitas puntadas sobre las telas.
Presentación era española. Había vivido en Tucumán y trabajado en un ingenio, donde conoció a quien fue su pareja. Tuvo dos hijos, una mujer y un varón. La mujer se casó muy joven y quedó en Tucumán. Al separarse, ella decidió venir a Rosario con el varón, que era el más pequeño de sus hijos. Se llamaba Julián y tenía trece años.
La vida en Rosario fue dura para Presentación. El joven consiguió trabajo como repartidor de una pescadería y ella fue rodando de casa en casa como empleada doméstica. Pero como por su hijo no podía ocuparse cama adentro –como se usaba entonces– sus trabajos no le duraban, hasta que conoció a abuela María y allí empezó una amistad que duraría toda la vida: las dos mujeres compartían la lucha de ser mujeres solas; corrían los años 40, una época muy distinta a la nuestra.
A los dieciocho años, Julián se enamoró y se casó. Antes del año ya tenía dos hijos mellizos, una mujer y un varón, Amparo y Roque. No les alcanzaba el dinero, Julián todavía seguía como mandadero de la pescadería. De más está decir que vivían con Presentación en una pieza que alquilaban en un conventillo. Fue por poco tiempo, porque la pareja decidió partir para Tucumán, porque les habían ofrecido trabajo a los dos; pero dejaron los mellizos con Presentación hasta que pudieran ubicarse y venir a buscarlos.
Los mellizos fueron las mascotas en casa de Abuela María. No podían quedarse solos en la habitación y las tías –que eran muy jóvenes– jugaban con ellos toda la tarde.
Julián tardó cinco años en volver pero volvió solo. La esposa quedó en Tucumán. Aparentemente tenía nuevo marido.
Cuando Julián consiguió trabajo volvió a casarse, pero no se llevó a los mellizos… siguieron viviendo con Presentación. Ella los alimentó, los vistió usando retazos que la abuela le daba, los mandó a la escuela… y, lo más importante, los amó.
Julián tuvo tres hijos con su nueva pareja, pero evidentemente le era muy difícil la vida matrimonial. Volvió a separarse y, por supuesto, ¡fue a vivir con Presentación con sus tres hijos! Uno era todavía un bebé que apenas caminaba.
Por un tiempo, las cosas anduvieron más o menos bien. Presentación estaba contenta de que los cinco hermanos compartieran la vida, estaba llena de anécdotas sobre las travesuras de los chicos. Hasta… hasta que Julián, enamoradizo e irresponsable, volvió a formar pareja y partió. Esta vez fue a Córdoba, porque su nueva mujer era de allí.
¿Y los cinco chicos? Claro, quedaron con Presentación. El padre prometió enviar dinero, que nunca llegó; prometió regresar a buscar a sus hijos, cosa que nunca ocurrió.
Otra vez, la vida mostró su cara más dura para Presentación. Los dos más grandes –sin dejar la escuela– debieron trabajar aunque tenían tan solo quince años. Ella continuó con abuela María.
No hacía seis meses de la partida de Julián cuando apareció Presentación arrastrando a los tres niños pequeños y llorando desconsoladamente.
Era tanta su angustia que no podía explicar qué le pasaba. Abuela María la hizo sentar, le sirvió un té, las tías llevaron a los niños a jugar al patio del fondo y fue entonces, recién entonces, que Presentación entre lágrimas, hipos y mocos sollozó: “Amparo, Amparito… ¡está embarazada!”.

6 comentarios:

  1. A veces la vida es muy dura para algunas personas, pero sin embargo, saben salir adelante. Como dicen: Dios no te da más de lo que podés soportar. Muy linda y abnegada historia. Cariños. Ana María.

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    1. Mujeres fuertes, con mucho coraje y mucho amor dentro de ellas.
      Gracias, Ana María
      Susana Olivera

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  2. Qué ABUELASA ESA PRESENTACIÓN!!!!! Muy fuerte y a la vez muy tierno tu relato. Gracias por tus historias, siempre me traen recuerdo y emoción. CARMEN G.

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    1. Carmen, eran dos mujeres fuertes, luchadoras, llenas de afecto, Presentación y mi abuela.
      Cariños
      Susana Olivera

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  3. Más allá de lo bizarro y del coraje de esa abuela, que supo enfrentar la vida y dar cobijo a sus nietos, la historia deja un sabor amargo por ese hijo que nunca tuvo valor ni consideración por su madre, pero claro, eran otros tiempos.
    Excelente relato amiga.

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    1. Julián era un irresponsable...solamente hací su gusto porque sabía que su madre cuidaría de sus hijos; tampoco tuvo consideración- lo que es peor- no tuvo amor por sus propios hijos.
      Gracias!
      Susana Olivera

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