viernes, 27 de junio de 2014

Semblanza de mi padre

Por Elena Itatí Risso

Era de estatura mediana, lo que podríamos llamar un hombre común. Era músico: tocaba la guitarra, el bandoneón y el acordeón; y, aunque nunca fue un virtuoso, amaba la música.
En su juventud integró una orquesta como bandoneonista, que en esa época se denominaba orquesta “típica”, cuyos repertorios eran fundamentalmente tangos, valses, milongas, tonadas y algunos foxtrots.
Cuando mi mamá consideró que ese ambiente de baile semanal, del que se obtenían algunos ingresos, se tornaba “peligroso” para la pareja, acordaron prescindir de esa entrada monetaria.
Era peluquero, de los viejos peluqueros que afeitaban, cortaban el pelo o la pelusa. De paso vendía artículos de perfumería, billetes de lotería, instrumentos de música y cuerdas de guitarra. Esto hacía que la peluquería siempre estuviera llena de músicos ocasionales que probaban los instrumentos que iban a llevar, lo que daba a la peluquería un aire de peña folklórica.
Era un hombre simple, odiaba las discusiones. Le gustaba confiar en los demás: era una norma en su vida nunca explicitada. Nunca discutir, nunca pelearse, nunca enojarse.
 Irónico, alegre, siempre encontraba una razón para contemporizar. Era sereno, tierno, muy sociable. El amor a la música era el primer contacto que establecía con una pregunta muy típica de él, que nos causaba gracia: “¿Le hace a la música?”
Y allí comenzaba el primer lazo de unión con el otro, ya sea autoridad, sacerdote, vecino, viajero, novio de sus hijas o cliente. Ahí comenzaba su relación
Su corazón asemejaba un lago sereno; pero una forma rara de gastar sus dientes demostraban un grado de ansiedad solo manifestada en su escasa paciencia para soportar visitas protocolares: enseguida con una sonrisa daba por terminada una, ya fuera que lo visitaran a él o que él visitara a otro. A los diez minutos levantaba la mano en señal de saludo de despedida. Solo la música hacía que se prolongara.
A todos nos inició en la música: hijos y nietos. Todos sentimos que el abuelo y su corazón musical es el responsable de los caminos elegidos.
Siendo los cuatro niños, nos cargaba en sus viejas chatitas, siempre de estados lamentables y nos llevaba a la ruta. Allí, nos tirábamos los cinco en el pasto, mirando las estrellas. Era un entretenimiento hasta que mi mamá terminara de cocinar.
Lamento no recordar qué conversábamos, pero evidentemente íbamos felices a ese entretenimiento. A sus nietos los llevaba a caminar, (a los nueve primeros) iban a juntar frutitos de eucaliptus o florcitas silvestres.
Iban los nueve felices con su abuelo, a veces cantando algunas canciones folklóricas.
Teníamos en la familia miles de anécdotas de sus originales formas de desprenderse de alguien que él consideraba cargoso, nunca haciendo notar ese sentimiento. Sus ironías perduran en el imaginario de todos los que lo amamos
Cuando vinieron a vivir a Rosario, ciudad que él siempre quiso, la recorría de Norte a Sur y de Este a Oeste, siempre intentando establecer nuevos lazos, simples lazos. Amó el rio, nuestro hermoso río, al que iba a ver todos los días
Su recuerdo produce en hijos y nietos una honda ternura y hace que siempre esté presente entre nosotros.

4 comentarios:

  1. Elena tu padre te ha dejado un legado importante, la música, el amor a la naturaleza y a la familia y te has nutrido de todo eso, Que bello,con tu recuerdo, siempre estará presente en tu corazón.
    Maria Rosa Fraerman

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  2. Cuánta ternura hay en tu relato, es como si lo estuvieras mimando o teniéndolo muy abrazado junto a vos. Me gustó mucho. Felicitaciones. Ana María.

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  3. Muy bello recuerdo Elena, un hombre que dejó huella de su paso por la vida.
    Un abrazo.

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  4. Elena "...un hombre común...", en su apariencia, porque alguien enamorado de la música, que los llevaba a ver las estrellas, que no era convencional ni con las visitas, creo que era un ser especial!! Mirá el recuerdo que les dejó! CARMEN G.

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